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«Matar a una persona en Venezuela se llama homicidio. Matar a todo un pueblo se llama Chavismo”

 

Ya está disponible el documental ‘Chavismo: La Peste del siglo XXI’, el mejor retrato de un régimen cuyas víctimas se cuentan por decenas de miles.

«No importa que andemos desnudos, no importa que no tengamos ni para comer, aquí se trata de salvar la revolución», Hugo Chávez (1954- 2013).

¿Cuál es la pena que te cae por hablar mal de un muerto? La acepto. El director y escritor Gustavo Tovar Arroyo ha presentado el documental Chavismo: La Peste del siglo XXI y ya tarda Netflix, por ejemplo, en adquirirla; sin ánimo de señalar a nadie.

Es un trabajo histórico audiovisual excepcional. Cuando acabas de verlo deseas que todo haya sido una pesadilla de la que despertar, una elección revocable, la lección sin piedad del Fantasma del Futuro. Pero no, lo único que se puede rebobinar son las imágenes. Guardar esta sensación es fundamental porque la conclusión de los propios venezolanos es que «no éramos ni tan sólidos, ni tan guerreros, ni tan hermanos». La democracia, la libertad es tan frágil. Chávez va de la manipulación de las masas, con una «retórica que ilusionó« al exterminio. Todo el reportaje está regado de frases como, «me le echan gas del bueno y me le metes preso«, o «patria socialista o muerte».

Los venezolanos no se hacen a la idea de que se dejaran engañar por un psicópata llamado Hugo Chávez. Un joven militar que para llegar al poder negó en una entrevista, ante la pregunta directa, que fuera socialista y calificó a Fidel Castro de dictador, su tutor y quien puso al sucesor, Nicolás Maduro. Todo empezó con el indulto del presidente Rafael Caldera, estratega político, a unos militares golpistas que en el minuto uno bombardean con aviones el Palacio de Miraflores. ¿De qué no serían capaces en el poder? Sucedía en 1992, el año de la Expo de Sevilla o los Juegos Olímpicos de Barcelona. Hace nada.

Roy Chaderton Matos, representante venezolano ante la Organización de Estados Americanos, se ríe de sus víctimas en otra entrevista recogida: «los francotiradores apuntan a la cabeza. El sonido que producen en un cabeza escuálida (insulto favorito de Chávez contra la oposición) es como un chasquido, porque la bóveda craneal es hueca, vacía de contenido, entonces pasa rápido». Parte fundamental del reportaje es la sangre que empapa las calles, salpica las paredes, las muertes fáciles como desmayos imprevisibles, los cráneos abiertos, no importa que la tele esté grabando. Libre circulación de armas, pánico; una víctima del chavismo dice, «es peor que una guerra«. Hambre, peleas felinas de madres por el único litro de leche que queda; brazos tatuados con un números de cuatro cifras para el turno de la comida. Como el serbio Slobodan Milosevic el objetivo de Chávez, y ahora de Maduro, es la clase media, otrora, sus votantes. Una de las imágenes más repetida es la de los ciudadanos buscando en los cubos de basura algo que llevarse a la boca. Reciclan trozos de carne desechada. El chavismo es «un ataque masivo y sistemático» al organismo vivo.

Nadie se lo esperaba. Plinio Apuleyo Mendoza coautor del libro Manual del perfecto idiota latinoamericano bromea en el documental «fuimos tan idiotas de pensar que había desaparecido ese personaje. El idiota apareció tal cual». Lo mismo le pasa al expresidente de Colombia, Andrés Pastrana. Tras una rueda de prensa indicó a su invitado, Hugo Chávez, que había cometido un error involuntario hablando con «imparcialidad» de las FARC ante los medios. Venezuela ha patrocinado al grupo terrorista y sus máximos dirigentes, una «banda delincuencial», están vinculados con los cárteles de la droga, «en venezuela el Chapo Guzmán sería ministro», dice uno de los entrevistados. En otro momento de la película, Pastrana destaca la expulsión de los colombianos de Venezuela: «Estábamos viendo el Holocausto«. El chavismo marcó las paredes de las casas con una R y una D enorme que significaban revisada y demolerla. En las imágenes los colombianos huyen cruzando un caudaloso río, hundidos hasta la cintura, cargando a la espalda hasta los electrodomésticos.

Chavez por ser comandante podía «conducir tropa» y por tanto su partido, no como los de la oposición, tiene ejército. Con él volvieron los desfiles militares, al estilo de Rusia o Corea del Norte. Creó la Milicia Nacional Bolivariana, 500 mil miembros, la Fuerza Armada Nacional bolivariana 190.000, los Colectivos, organizaciones de milicias armadas. Cuenta el documental que el gasto en armamento fue de 497.107 dólares (armamento usado sólo contra venezolanos) frente a los 16.096 dólares gastados en medicamentos.

Entre los invitados al documental está José María Aznar que habla del nacimiento de Podemos en España. El director recupera una intervención de su líder, Pablo Iglesias, en La Sexta diciendo: «Ser demócrata es expropiar». Necrofilia ideológica.

A mi parecer los testimonios más valiosos del documental los aportan los renegados, generales con importantes puestos en el régimen autoritario ahora en el exilio. Alguno narra las torturas en la cárcel La Tumba, «es como estar muerto en vida». Por regla general, los que sujetos de la barbarie son los testigos más valiosos, como el relato que haría el republicano Valentín González, el Campesino, de los gulags rusos.

El documental, de hora y media de duración, empieza informando de que «los realizadores fueron perseguidos, encarcelados y algunos torturados. La mayoría salió al exilio». Cada veinte minutos se repite, a toda pantalla, el siguiente mensaje con el sonido de fondo de un disparo: «Otro venezolano acaba de ser asesinado. Cada 20 minutos muere una persona en venezuela víctima de la violencia«. Mira la hora, el tiempo se acaba.

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