¿Para qué tiene el país las Fuerzas Armadas?
El Ejército podría hoy combatir un puñado de días. La Marina posee solo dos barcos operables.
Mauricio Macri lanzó al ruedo otra prueba experimental. Este martes se publicó en el Boletín Oficial el decreto 683 que propone reformas en las Fuerzas Armadas y en la Defensa Nacional. Un problema que permanece congelado en la Argentina porque la existencia de los militares quedó encallada en las violaciones a los derechos humanos cometidas durante la dictadura que arrancó en 1976. Es decir, hace 42 años.
Esas salvajadas fueron juzgadas y condenadas primero por Raúl Alfonsín. Luego, extendidas, por Néstor Kirchner y Cristina Fernández. Pasaron casi más de dos generaciones y nueve mandatarios –contando los de la crisis del 2001– sin que nadie se atreviera a plantear una sencilla pregunta: ¿Para qué tiene nuestro país las FF.AA.?
El Presidente pretende hacerlo ahora con un decreto que modificó tres artículos de otro sancionado por Kirchner en 2006. Derogó por otra parte el 1691 de aquel mismo año. Uno de los puntos salientes es que se despejaría el límite de las FF.AA. que autorizaba su accionar sólo en “caso de agresiones de origen externo perpetradas por Fuerzas Armadas pertenecientes a otros Estados”. Tal límite establecido por el ex presidente cubrió un vacío sobre seguridad interior y su ley especial que nunca fue reglamentada. Resultó suficiente, para el tiempo kirchnerista, con la vigencia de aquel decreto auspiciado por la entonces ministra de Defensa, Nilda Garré.
Macri lanzó de ese modo sobre la opinión pública otro tema de discusión de la agenda que pretendería sacar el centro de gravedad de las cuestiones económico-sociales. Marcadas por el duro ajuste que se negocia con la oposición a raíz del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. También por las primeras consecuencias de la recesión.
Aunque no se aspire a establecer ninguna simetría –los asuntos son cualitativamente muy distintos- resulta difícil no asociarlo con el ensayo que el propio Macri hizo con la despenalización del aborto que tuvo media sanción en Diputados y está en pleno trámite en el Senado. Aunque podría subrayarse una diferencia sideral en el punto de partida. La legalización para interrumpir el embarazo caló de inmediato en el conjunto de la sociedad. Abrió divisiones nítidas. Atravesó verticalmente a todas las fuerzas políticas. Incluso y, sobre todo, a la coalición oficialista de Cambiemos. La propuesta sobre las Fuerzas Armadas, en cambio, abroquela en contra a los sectores denominados progresistas. A los claramente ideologizados. No hay constancia de reacciones aún entre la ciudadanía común.
Hurgando en el origen de ambos proyectos se observarían casi los mismos actores. Al menos, la misma usina política. Marcos Peña fue el encargado de instalar sorpresivamente en febrero pasado la discusión sobre la despenalización del aborto. El jefe de Gabinete fue de nuevo una pieza clave en el envión para que se conceda a las Fuerzas Armadas otro protagonismo. Para que modifiquen incluso su obsoleto formato actual. No se podría pasar por alto una diferencia. Aquella idea de la despenalización tomó por sorpresa a sus socios de Cambiemos. Basta recordar la reacción con ira de Elisa Carrió. Ahora los radicales y la Coalición Cívica supieron de antemano –por lo menos desde mayo– qué se estaba cocinando.
El nexo fue Fulvio Pompeo, la mano derecha de Peña. Se ocupó de recoger informes de entendidos en la materia. Dos de ellos fueron el ex ministro radical Horacio Jaunarena y el ex ministro del Interior y secretario de Inteligencia peronista, Miguel Angel Toma. El circuito tuvo un recorrido más extenso que incluyó al ministro de Defensa, Oscar Aguad, a la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich y a varios de sus colaboradores. La cuestión se abordó en tres ocasiones en reuniones reservadas en Olivos.
Macri se fue convenciendo sobre la necesidad de hacer algo a medida que se interiorizó de la realidad militar. En cada visita a alguna unidad comprobó el estado de decadencia. También la esterilidad de un gasto presupuestario que envuelve a más de 70 mil efectivos del Ejército, la Marina y la Aeronáutica. Otro episodio lo indujo a apurar los tiempos. La desaparición, todavía no esclarecida, del submarino ARA San Juan ocurrida en noviembre del año pasado. Merodean, a propósito, dos presunciones: la nave no poseía suficientes garantías técnicas para andar debajo del agua; luego de la tragedia se comprobaron un sinfín de anomalías profesionales en el comportamiento de la conducción de la Armada.
El abandono de las Fuerzas Armadas resulta de tal magnitud que derivó hace tiempo en una causa judicial que se sustancia en Comodoro Py. Hay sospecha de posibles actos delictivos. Está en manos del fiscal federal Jorge Di Lello. El funcionario llegó a una primera conclusión desoladora: el Ejército carece de capacitación tecnológica y adiestramiento. Hoy no estaría en condiciones de mantenerse en combate más que un puñado de días. La Marina exhibe apenas dos barcos en condiciones de operar. Hay una decena fuera de servicio. A la Aeronáutica no le alcanza el presupuesto para que sus pilotos cumplan con el requisito de horas mínimas de vuelo.
En varios hangares de la Aeronáutica permanecen 20 helicópteros adquiridos hace años a Estados Unidos que habían participado en la guerra de Vietnam. Fueron modernizados por la empresa Lockheed-Martin. Pero no pueden volar porque insumen fondos que no existen en las arcas de la Fuerza Aérea.
La decisión de Macri de encarar el reordenamiento parece alentada, sin dudas, por esa decrepitud. Pero ocurre en una circunstancia especial. Hay en marcha un ajuste y es previsible que en el segundo semestre se multipliquen los conflictos sociales. Es lo que viene vaticinando incluso la CGT. Ese contexto resulta apropiado para la resistencia a cualquier cambio que exponen el kirchnerismo y la izquierda. A ellos les calza políticamente la sospecha y la esperanza de que el Presidente pretenda usar a los militares para colaborar en la represión de las supuestas rebeliones. La verdad sería que ninguno de esos grupos tienen la menor idea sobre qué hacer con las FF.AA. El libreto de verlos únicamente como herencia de la añeja dictadura se va agotando.
Otra vez llama la atención la impunidad con que se manifiesta el kirchnerismo. Apunta sobre posibles planes perversos de Macri. Pero Cristina sostuvo a César Milani como jefe del Ejército. Y le facilitó fondos nunca rendidos para realizar tareas de espionaje interno. El ex general está preso y procesado por la desaparición de dos conscriptos. Añade también una causa por enriquecimiento ilícito.
El Gobierno imagina a los militares como un complemento de gendarmes y prefectos. El 60% de estos agentes se ocupan ahora de vigilar objetivos estratégicos en grandes ciudades. Esa labor podría ser desarrollada por efectivos de las FF.AA. Permitiría a aquellos dedicarse a tareas específicas en la custodia del mar y las fronteras.
Habrá que observar hasta dónde la propuesta de Macri termina por prender. Se trata de un plan ambicioso que excederá su mandato –también la hipotética reelección– porque está pensado para un lapso de entre cinco y ocho años. Habrá que observar también que capacidad de ensamble pueden demostrar los militares con las fuerzas de seguridad. Podría existir entre ellas una competencia perniciosa.
Ese futuro está distante. Al Presidente le importaría el presente. El lunes lo mostró liderando en Campo de Mayo a la cúpula militar. Incursionando en una cuestión tabú, a la cual le habían esquivado sus antecesores. Como la despenalización del aborto.