Por primera vez desde 1970, Cuba no alcanza la corona en los Juegos Centroamericanos
El lanzador cubano Lázaro Blanco. (Escambray)
Los deportes en equipo pasan por un mal momento, pero el Estado mantiene un férreo control sobre los atletas y los contratos
Con su victoria ante Colombia cerrando el béisbol en los XXIII Juegos Centroamericanos en Barranquilla, Cuba obtuvo la medalla de plata y terminó con 5 triunfos y 2 reveses, como Puerto Rico, aunque la actuación de los boricuas fue muy superior. El sistema round robin -todos contra todos-, de justeza indiscutible, resultó fatal para los cubanos.
Pero sería absurdo imaginar lo que hubiera sucedido con otro sistema de competencia, pues Cuba tuvo un desempeño que nadie dudaría en calificar de muy pobre, aunque garantizara su pase directo a los Panamericanos de Lima 2019. Dio la impresión de que sus bates despertaban a la hora de recoger guantes y pelotas.
Este segundo lugar, después de tantos años ganando el oro en esta cita de bajo perfil, no resultaría tan deplorable si no fuese el término de un mes tremendamente nefasto para el béisbol cubano tras perder el tope con los jovencitos norteamericanos y sufrir la bochornosa humillación de Haarlem.
Además, la larga preparación -¡ah, la delirante Serie Especial!- tenía como objetivo único asegurar el oro en Barranquilla, meta que para muchos resultaba utópica viendo el desgaste de los atletas y la composición misma de una selección con escandalosas ausencias y varias presencias poco convincentes.
Más aún, no pocos de los que un tiempo atrás aplaudieron la labor de Carlos Martí como mentor hoy mostraban desencanto ante su conservadurismo y su confusa estrategia, sobre todo al aparecer en televisión afirmando que “hicimos los cambios pertinentes pensando que podían darnos más productividad, pero lo que podemos llevar es la medalla de plata”.
Y añade algo que suena a burdo cinismo o a insensibilidad asombrosa, teniendo en cuenta que perdimos el último título —y el más fácil— que nos quedaba: “Cuba siempre sale a un evento con la mentalidad de ganar el primer lugar, pero no siempre se puede. Nosotros, después que vimos que Puerto Rico se fue delante, siempre tuvimos la mentalidad de ganar la clasificación para los Juegos Panamericanos”.
Resulta muy difícil que el Estado renuncie a controlar el béisbol y lo ceda, como quien dice, al ‘cuentapropismo’
Por algo los especialistas internacionales en el evento jamás dieron a Cuba como favorito para coronarse, e incluso los más acreditados apostaban precisamente por Puerto Rico. ¿Vendrá ahora un análisis a fondo y una impostergable refundación del béisbol cubano o seguirán las vanas reestructuraciones y los discursos vacíos?
Es evidente para cualquiera que no hace falta cambiar y remendar un invento fracasado, clínicamente muerto, sino que se precisa un modelo económico racional en el béisbol que renuncie a toda subvención estatal. O sea, nuestro deporte nacional solo se puede salvar fuera de las manos del Gobierno.
Pero esperar una transformación tan radical, teniendo en cuenta la realidad política cubana, es ilusión. Resulta muy difícil que el Estado renuncie a controlar el béisbol y lo ceda, como quien dice, al cuentapropismo. Luego tendría que hacer lo mismo con otros deportes que también avanzan firmemente hacia el declive.
Aunque el caso de la pelota es el más notorio, también el baloncesto y el voleibol femeninos fueron una decepción, contra todo pronóstico, y, en general, los deportes colectivos no andan en buen momento, al tiempo que han sido algunos atletas individuales los que han brillado más.
Si al principio se suponía que 3 países podrían sobrepasar el centenar de medallas doradas, ahora ya Colombia no llegará a ese número y Cuba necesita una faena perfecta para lograr los 100 oros, lejos de los 115 que reclamaban las autoridades deportivas entre juramentaciones casi militares, pomposos abanderamientos y peregrinaciones al monolito de Fidel Castro.
Ahora nuestro país únicamente puede aspirar al segundo lugar, disputado con Colombia, pues ya México resulta inalcanzable en la punta. No es una noticia cualquiera que, por primera vez desde 1970, Cuba no alcance la corona en esta competencia de tan escasa relevancia que, por ejemplo, ni México ni Colombia han llevado todo lo mejor de su arsenal.
Cuba necesita una faena perfecta para lograr los 100 oros, lejos de los 115 que reclamaban las autoridades deportivas entre juramentaciones casi militares
Recordando la época en que se afirmaba que los éxitos competitivos, y la propia condición de Cuba como potencia deportiva, se debían a la revolución y al Comandante en Jefe, uno podría preguntarse ahora cómo otros países subdesarrollados, sin revoluciones ni caudillos como los de aquí, consiguen resultados superiores a los nuestros, que son cada vez peores.
En cuanto al béisbol, y ante la improbabilidad de que el Gobierno decida dejarlo fuera de sus intereses políticos, no sorprendería que su agonía se extendiera interminablemente porque, atendiendo al panorama, encontramos muchos y peores problemas en casi todos los aspectos de la vida nacional sin que los que controlan el poder se esfuercen de veras en solucionarlos.
Una prueba de que no existe esa sincera voluntad de salvación del béisbol es que los mismos dirigentes que han llevado el timón durante el naufragio permanecen satisfechos en sus cargos sin que se les juzgue por el fruto de su labor, lo que indica además que, aunque ellos sean parte de la crisis, no son su causa primordial.
Y no es que los peloteros cubanos estén mal porque, mientras los de aquí van como zombies, en la Gran Carpa los cubanos están viviendo una de sus etapas más gloriosas. “Aunque estamos acostumbrados a ganar”, dice ahora el sereno Carlos Martí, “eso siempre no puede ser y hay que conformarse con el segundo lugar”.
Claro que sí. Y conformarse no sólo con el segundo, sino también con el cuarto lugar, como en Holanda, y acostumbrarse a que Alemania nos gane y Taipéi nos dé nocaut y a que, por qué no, al menos para los más jóvenes, nuestro deporte nacional sea el fútbol internacional.