El inglés de sir Vidia
El escritor V. S. Naipaul recibe el Nobel de Literatura, el 10 de diciembre de 2001, en Estocolmo, de manos del rey Carlos Gustavo de Suecia. HENRIK MONTGOMERY AFP/GETTY IMAGES
Sir Vidiadhar Surajprasad Naipaul ha fallecido a los 85 años de edad. Había nacido en Trinidad y Tobago y este hecho sería decisivo en su pensamiento y en su trayectoria literaria, porque toda ella gira en torno a la pérdida de la lengua originaria y su sustitución por una lengua impuesta, asunto que fue extendiendo también al ámbito de la cultura y la religión. Naipaul, que acabó nacionalizándose inglés, abandonó su isla natal a los 18 años para estudiar con una beca en Inglaterra, concretamente en Oxford, donde se licenció en 1953. Allí fue donde conoció a la que sería su primera esposa, Patricia Hale, con la que convivió durante cuarenta y un años, hasta que ella falleciera de cáncer. Al parecer fue un matrimonio infeliz, una parte importante de cuya infelicidad se la atribuyó el propio Naipaul debido a su carácter. Más tarde se casó con Nadira, con quien convivió hasta el fin de sus días.
Naipaul alardeaba de poseer un inglés insuperable. Un asunto central en su obra es el drama de la pérdida del idioma originario y su sustitución por un idioma impuesto: el del colonizador. En un principio, como colonizado, él se sentía inseguro, lo que se acrecienta al llegar a Inglaterra; es significativo que durante el viaje a Oxford le dan el tratamiento de «señor», lo que le entusiasma y le hace sentirse alguien. Esta suerte de complejo muestra, sin embargo, la ambición y fuerza de carácter del joven Naipaul, hasta llegar a afirmar, en una carta su padre: «Tengo que demostrar a esta gente que puedo superarlos en su propia lengua». Lo cierto es que su inglés, el inglés de sir Vidia, ha sido reconocido como el de un gran estilista.
Si al joven Naipaul lo acomplejó ser un antillano no es asunto decisivo. Lo decisivo es que fuera capaz de ver y de diagnosticar el tema del olvido de la lengua original del colonizado, tanto si consideramos colonizado al que lo es un su territorio por gente ajena como al que se ve obligado a abandonar su tierra para instalarse en otra bien distinta a la suya. Es evidente que el punto de soberbia y desdén con que Naipaul se dirige a los demás procede de haberse sentido marcado por la diferencia, lo cual es bueno y malo a la vez; malo para el roce diario; bueno, muy bueno, para aspirar a lo más alto, para cultivar la ambición. Ahora, a la vista de la obra formidable que creó, hay que admitir que esta supera con creces la dificultades del trato personal. Naipaul no tuvo grandes amigos, amigos de confianza quiero decir, y uno de ellos, Paul Theroux, traicionó su confidencialidad y esto lo dejó marcado también por la desconfianza.
Pero, volviendo, a su gran tema, al olvido y pérdida cultural y al resultado de alienación en generaciones de colonizados, no solo sus grandes novelas, sino los libros de ensayo sobre este asunto, libros escritos in situ que no son «de viajes», denominación que él detestaba, el producto de una severa y exigente reflexión sobre las culturas y modos de vida de esos países; tampoco son consideraciones desde la antropología; son, en realidad «investigaciones narrativas», esa es su extraordinaria singularidad. La pérdida de El Dorado es la detallada, mágica y trágica historia de su isla, Trinidad, a donde se traslada el padre de Naipaul desde la India, contratado como mano de obra pobre; El enigma de la llegada narra, literalmente, la llegada del joven hindú a la metrópoli, que va mirando y buscando todo lo que quiere encontrar (producto de sus deseos, del conocimiento de oídas) no lo que hay: solo cuando el aprendizaje actúa, todo lo deseado encuentra su sitio.
Por fin, las novelas. En un recodo del río, donde la narrativa domina absolutamente, lo que significa abordar el asunto central de su obra desde la vivencia de los personajes creados; un cambio de mirada que nos introduce en su pensamiento de manera novelesca; en esta, como en Miguel Street o Una casa para el señor Biswas es la fluencia narrativa y su empleo de la sugerencia en la representación de una realidad (no otra cosa es una novela) la que muestra el rico mundo personal y universal de V. S. Naipaul.
De modo que hay una continuidad en toda la obra de Naipaul, la asignemos a un género o a otro. Lo suyo es la literatura en estado de gracia, y así fue como se le otorgó el Premio Nobel de literatura en 2001. Debo añadir que la única vez que tuve la suerte de conversar brevemente con el señor Naipaul fue, contra su fama de hombre desdeñoso, un sujeto encantador, cordial y sumamente educado y me parece de recibo comentarlo. Se ha ido un gran estilista de la lengua inglesa. Siempre admiraremos la ambición, coraje y extrema sensibilidad que dieron vida a lo que convirtió en su máxima enseña: el inglés de sir Vidia.