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Patricio Navia: Algo huele mal en el gobierno

 

Como la información que se ha hecho pública es confusa y porque la indecisión del gobierno alimenta las teorías de conspiración, ahora ya no basta que éste tenga un mensaje único y que todas las autoridades se alineen detrás de la posición oficial. Ya hay un daño para su credibilidad.   

La forma en que el Gobierno del Presidente Sebastián Piñera ha manejado la crisis ambiental en Quintero refleja una preocupante falta de disciplina y coordinación. Porque no es normal que la principal resistencia a la posición oficial del gobierno provenga de personas que han sido nombradas discrecionalmente por el propio Presidente Piñera, la crisis de Quintero deja entrever un mal olor político que, sin ser tan dañino como lo que hoy sufren los residentes de la zona, tendrá efectos negativos más duraderos para la administración que la nube tóxica que amenaza a esa ciudad.

La emergencia ambiental en Quintero ha producido una crisis al interior del gobierno. Si bien es comprensible que haya posiciones divergentes respecto a quién es responsable de las emisiones contaminantes y también que haya posiciones encontradas respecto a cuál es la mejor forma de enfrentar el problema, es inaceptable que esas diferencias se ventilen públicamente después de que el propio Presidente Piñera parece haber dejado clara cuál es la posición oficial del gobierno.

Los críticos del gobierno y aquellos más inclinados a creer en teorías conspirativas argumentan que el gobierno culpa a ENAP para proteger los intereses de empresarios poderosos.

 

Los hechos de lo que ocurrió en Quintero son tan incontrovertibles como confusa es la explicación de cuál fue la causa y quién es responsable de lo que ocurrió. Las posiciones encontradas de las distintas empresas que están bajo sospecha de haber causado la nube tóxica generan dudas en la población y alimentan teorías conspirativas respecto a posibles intentos por culpar al más débil o al que menos se puede defender (la empresa estatal ENAP). La decisión del gobierno de apuntar a ENAP como responsable del problema produjo la inmediata reacción de la empresa —que incluyó la renuncia de Gonzalo de la Carrera, un director de ENAP nombrado por el propio Presidente. Los críticos del gobierno y aquellos más inclinados a creer en teorías conspirativas argumentan que el gobierno culpa a la empresa estatal para proteger los intereses de empresarios poderosos. Mientras más ambigua sea la acusación de quiénes serían los protegidos, más creíble son las teorías conspirativas. Lamentablemente para La Moneda, la falta de una voz clara y un mensaje unívoco por parte de las autoridades gubernamentales alimenta estas hipótesis.

Nadie puede sentirse seguro y tranquilo cuando funcionarios de confianza del Presidente de la República públicamente expresan posiciones contrapuestas respecto a quién fue responsable de lo que sucedió. A su vez, aunque el gobierno ha desplegado recursos y energía en demostrar que está haciéndose cargo del problema, las desafortunadas declaraciones de algunos funcionarios —incluido el que parece haberse convertido en el encargado de decir cosas fuera de lugar, el Ministro de Salud Emilio Santelices (“el solo hecho que tenga un mal olor puede producir náuseas y vómitos, pero no implica una intoxicación”)— confirman la sospecha de la gente de que el gobierno no tiene una sola visión sobre cuál fue la causa del problema ni un plan único sobre cuál es la mejor forma de enfrentarlo.

 

Si las autoridades no se ponen de acuerdo, la gente inevitablemente cree que el Presidente no está ejerciendo adecuadamente su autoridad.

 

El costo inmediato de la descoordinación del gobierno lo paga Quintero, que no sabe cuándo se acabará el riesgo de la nube tóxica ni tampoco conoce los costos de mediano y largo plazo que este accidente ambiental tendrá para la salud de su gente. Pero el costo de largo plazo de este incidente lo terminará pagando el gobierno. La ciudadanía necesita ver que el gobierno tiene una sola voz y que hay una estructura de mando clara y definida. Cuando la gente ve que las autoridades de gobierno se andan peleando públicamente y que mientras algunos dicen A, otros dicen B, la ciudadanía comprensiblemente responsabiliza a la máxima autoridad del país por el desorden. Si las autoridades no se ponen de acuerdo, la gente inevitablemente cree que el Presidente no está ejerciendo adecuadamente su autoridad.

Como la información que se ha hecho pública es confusa y porque la indecisión del gobierno alimenta las teorías de conspiración, ahora ya no basta que éste tenga un mensaje único y que todas las autoridades se alineen detrás de la posición oficial. Ya hay un daño para su credibilidad. Pero en tanto se mantenga la falta de disciplina y haya funcionarios públicos que se vayan por la libre, demostrando una falta de coordinación, seguirán aumentando las dudas sobre qué tanta capacidad tiene el gobierno para imponer orden y disciplinar a sus funcionarios de confianza.

Lamentablemente para el gobierno, la nube tóxica de Quintero ha hecho que en el propio palacio de La Moneda se perciba un mal olor político. La falta de disciplina y el desorden en la respuesta oficial del gobierno alimentan la sospecha de que, cuando toca enfrentar una crisis, no está clara cuál es la línea de mando ni quién toma las decisiones finales. Como sabemos que habrá nuevas situaciones imprevistas, el gobierno debiera tomar medidas para evitar que cada crisis que estalle alimente las dudas sobre quién lleva las riendas del día a día en el gobierno de Chile Vamos.

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