Incertidumbre, temores y confusión en el Reino Unido debido al brexit
LONDRES — Después de dos años de negociaciones, el Reino Unido se enfrenta a un momento crucial para el proceso conocido como brexit. Con el paso del tiempo se incrementan las posibilidades de un divorcio potencialmente fallido con el bloque europeo y surge la amenaza de nuevas e importantes restricciones al comercio.
Lo que esto podría significar para los británicos ya empieza a ser más discutido, frecuentemente con filtraciones de informes secretos del gobierno a los diarios: Irlanda del Norte, por ejemplo, tiene una conexión de electricidad con el continente, así que un brexit sin acuerdo podría provocar cortes de electricidad y aumentos bruscos de los precios. El sistema de energía también podría colapsar, lo que obligaría al Ejército a volver a instalar generadores desde Afganistán hasta el mar de Irlanda.
Debido a la proximidad del 29 de marzo, la fecha límite para que la salida sea negociada, el gobierno británico ha nombrado a un ministro que se asegure de garantizar el abastecimiento de comida. Las empresas farmacéuticas planean un acopio para seis semanas de medicamentos muy importantes para salvar vidas, como la insulina, y han considerado contratar cargas aéreas de medicamentos hasta que se reanuden las importaciones. Eso es si aún pueden aterrizar los aviones en el Reino Unido, algo que está en duda pues el gobierno admitió que las aeronaves podrían sufrir restricciones si el brexit se produce sin un acuerdo.
En muchos sentidos, la nación está en la misma posición en la que estaba la mañana después del referendo de 2016: sin un plan definido.
Los dirigentes británicos están inmersos en luchas internas y han presentado ideas contradictorias conforme la cuenta regresiva se acerca a su etapa final.
Los partidarios del llamado brexit suave dicen que mantendrían al Reino Unido ligado estrechamente a las normas y las reglas económicas europeas a fin de reducir al mínimo las alteraciones del comercio, que ha estado vinculado al bloque durante décadas. Los partidarios del brexit duro proponen lo contrario: salir de la unión aduanera y el mercado único de Europa y facilitar al Reino Unido la creación de sus propias reglas comerciales.
Jeremy Corbyn, dirigente laborista de oposición, reunió a su propio grupo en Liverpool a finales de septiembre y prácticamente prometió que el Parlamento rechazaría cualquier acuerdo al que May pudiera llegar.
Mientras tanto, hay una calma peculiar, como si el país estuviera a la expectativa de una tormenta.
“Simplemente estamos rodando hacia el precipicio, y nadie nos detendrá”, dijo Bill Wolsey, dueño de una cadena de hoteles, bares y restaurantes en Belfast, Irlanda del Norte.
“Es un momento peculiar”, señaló. “¿Cuántas veces hemos visto esta actitud a través de la historia y luego nada se arregla? En lo personal creo que nada se arreglará”.
Un debate continuo
En los dos años que han transcurrido desde la votación de 2016, los británicos han formulado argumentos a favor y en contra de salir de la Unión Europea.
¿Era el brexit, como argumentó el excanciller Boris Johnson, un acto de emancipación para inyectarle vida a la otrora orgullosa potencia imperial? ¿O era, como afirman sus contrincantes, una demostración de ira por parte de las comunidades que se sienten abandonadas por el capitalismo global, que fue instigado por las falsas promesas de los políticos y la xenofobia alimentada por los periódicos sensacionalistas?
Las fisuras en el gabinete de May fueron tan profundas que tardó dos años en hacer una propuesta que prevé conservar algunos de los vínculos cercanos del Reino Unido con el bloque.
May dice que sus ideas eliminarían la necesidad de las revisiones en la frontera entre Irlanda del Norte, que es parte del Reino Unido, e Irlanda, que permanecerá en la Unión Europea. Pero ese plan fue desechado en una cumbre en Salzburgo, Austria, por otros dirigentes europeos.
“Mienten todos aquellos que dicen: ‘Fácilmente podemos vivir sin Europa, todo va a salir bien y nos traerá mucho dinero’”, declaró el presidente Emmanuel Macron de Francia.
A su regreso a casa, la primera ministra no recibió consuelo por parte de la sección probrexit de su partido.
“Theresa May tendrá muchas dificultades”, dijo Andrew Bridgen, miembro conservador del Parlamento. “Casi creo que será el último asunto del que ella se encargará”.
Jeremy Corbyn, líder del opositor partido Laborista
Los partidarios de May dicen en privado que una buena táctica de negociación es el retraso y que su poder de negociación aumentará conforme se acerque al borde del precipicio. Hay algo de cierto en esto. Otros países de la Unión Europea saldrían afectados económicamente si el brexit se produce de manera desordenada. Además, quizá los detractores de May en el Parlamento, donde el Partido Conservador no tiene una mayoría real, acepten cualquier acuerdo al que pueda llegar si la alternativa es un caos inminente.
Hasta ahora, su equipo les ha restado importancia a los peligros.
“Existen algunos riesgos de daños a corto plazo”, declaró Dominic Raab, secretario para el brexit, en una entrevista reciente con los medios internacionales.
“Podemos controlar algunos de esos riesgos y podemos evitar otros”, afirmó, aunque admitió que no estaba totalmente en sus manos y que evitar daños “requerirá buena voluntad de ambas partes”.
Si May puede llegar a un acuerdo con la Unión Europea y el Parlamento lo aprueba, daría lugar a un periodo de veinte meses durante el cual poco cambiaría mientras se preparan los detalles para organizar el comercio en el futuro. Mientras tanto, muchos propietarios de negocios se están preparando para el peor de los escenarios.
Charles Owen, quien administra bares y restaurantes para turistas británicos en los Alpes, dijo que tomó la “dolorosa decisión” de vender dos de sus cuatro locales. No obstante, aseguró que la situación sigue siendo “alarmante” puesto que algunos de sus empleados —muchos de los cuales son británicos— podrían perder su derecho a trabajar en el bloque después del 29 de marzo.
“No tengo idea de cuál será la situación legal de la gente que trabaja en mis bares y restaurantes en las últimas cuatro semanas de la temporada de esquí”, comentó.
En un informe del banco Barclays, se sugiere que una salida abrupta de la Unión Europea costaría a la industria de alimentos y bebidas 9300 millones de libras esterlinas, alrededor de 12.000 millones de dólares, en aranceles adicionales; sería debido a un nuevo arancel promedio del 27 por ciento.
“El panorama es aterrador”, señaló Ian Wright, director general de la Federación de Alimentos y Bebidas, la cual representa a la mayor parte de ese sector. “Tampoco parece que haya una salida próxima”.