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La victoria de Kyrsten Sinema en Arizona puede ser la mayor victoria Demócrata en la era Trump

Kyrsten Sinema es la primera demócrata elegida al Senado de Arizona desde 1988, y también será la primera mujer electa senadora en el estado y la primera senadora abiertamente bisexual de la historia. Fotografía de Brendan Smialowski / AFP / Getty

Con el actual drama electoral en Florida, la victoria de la demócrata Kyrsten Sinema en  Arizona por un escaño del Senado de los EE.UU. del que se retirara el republicano Jeff Flake, victoria confirmada el pasado lunes por la noche, no ha recibido la atención que merece. El triunfo de Sinema es posiblemente la mayor victoria para los demócratas desde que Donald Trump fuera elegido presidente. (En las elecciones especiales de diciembre pasado en Alabama, los republicanos postularon a un candidato imposible de ser electo.) Le da un brillo diferente a los resultados de las elecciones a mitad de periodo. Y tiene importantes implicaciones para 2020 y más allá.

El martes 6 de noviembre por la noche, cuando llegaban los primeros resultados, parecía que los demócratas se dirigían a una victoria por la mínima en la Cámara y que los republicanos estaban en camino a una victoria decisiva en el Senado. Donald Trump y otros republicanos se aferraron rápidamente a esta narrativa, que surgió antes de que el número de victorias demócratas en la Cámara de Representantes se hiciera evidente -la cifra es ahora de treinta y dos, y puede que aumente- y también antes de que los resultados llegaran de las contiendas en el Senado en Nevada, donde el aspirante demócrata Jacky Rosen derrotó al titular republicano Dean Heller por cinco puntos porcentuales, y en Montana, donde el aspirante demócrata Jon Tester derrotó al republicano Matt Rosendale. Ahora hay que sumar el triunfo de Sinema.

Dejando a un lado a Florida, donde se está llevando a cabo un recuento, el puntaje en los asientos ganados del Senado es Republicanos, 3, Demócratas, 2. Las ganancias del G.O.P. todas vinieron de estados donde Trump obtuvo grandes victorias en el 2016: Indiana, Missouri y Dakota del Norte. En estados que Trump ganó por menos de quince puntos porcentuales o que ganó Hillary Clinton, el resultado es Republicanos, 0, Demócratas, 2. (Si el republicano Rick Scott gana en Florida, el puntaje será Republicanos, 1, Demócratas, 2.) Este es un cuadro más matizado. Sugiere que, aunque Trump todavía puede reunir a sus seguidores de manera muy efectiva en estados muy republicanos (o, más bien, trumpianos), su estilo polarizador no necesariamente funciona bien en otras áreas en las que los republicanos han confiado tradicionalmente. Y Arizona es uno de esos lugares.

Durante los últimos cincuenta años, Arizona ha sido un reducto del llamado «conservadurismo de regiones soleadas» ( Sun-Belt Conservatism)  -pro-negocios, anti-impuestos- del que Barry Goldwater fuera pionero. Ocasionalmente, demócratas moderados como Bruce Babbitt y Janet Napolitano han ocupado cargos en el estado. Pero Sinema es el primer demócrata en ser electo al Senado desde 1988, y el primer demócrata en ganar un escaño senatorial abierto en el estado desde que Dennis DeConcini lo lograra en 1976. Y ello no se detiene ahí. Sinema, una congresista de cuarenta y dos años del Noveno Distrito de Arizona, también será la primera senadora de Arizona y la primera senadora abiertamente bisexual de la historia.

Su margen de victoria fue estrecho -unos treinta y ocho mil votos, o 1,7 puntos porcentuales-, pero ganó de manera justa y honesta. La semana pasada, Trump gritó «corrupción» cuando Sinema alcanzó y superó el recuento de votos de su oponente del G.O.P., Martha McSally, una congresista de cincuenta y dos años de edad que representa al Segundo Distrito de Arizona. McSally no hizo tal afirmación. El día de la elección, cientos de miles de votos emitidos previamente fueron entregados en los centros de votación, y cada uno de ellos tuvo que ser revisado individualmente para asegurarse de que la firma coincidiera con la que se tiene en archivo. La mayoría de ellos resultaron ser votos Demócratas. El pasado lunes por la noche, McSally publicó un video en el que felicitaba a Sinema y decía: «Le deseo todo el éxito posible ya que representa a Arizona en el Senado».

Martha McSally y su muy popular perro, «Boomer», en el video donde reconoce la victoria de Kyrsten Sinema

Al igual que Nevada, Arizona a menudo es mencionado como un estado en el que el cambio demográfico a largo plazo, particularmente el creciente número de residentes latinos, está favoreciendo al Equipo Azul (los Demócratas). Sin embargo, en este momento Arizona tiene muchos más republicanos registrados que demócratas, y la estrategia electoral de Sinema reflejó este hecho. La transición demográfica «está ocurriendo, pero no es por eso que ganó Sinema», me dijo el martes por la mañana Andy Barr, un consultor político que ha representado a numerosos demócratas de Arizona. «Ganó dirigiendo una campaña extremadamente disciplinada centrada en lo que llamamos el cambio demográfico: mujeres con educación universitaria residente en los suburbios.»

Mientras los republicanos trataban de retratarla como una radical  (en el 2000, ella trabajó en la campaña presidencial de Ralph Nader), Sinema estuvo en contra de dos políticas populares entre los progresistas: Medicare para todos y la abolición de la agencia de Inmigración y Aduanas. En septiembre, ella apoyó una propuesta del G.O.P. en la Cámara para extender los recortes de impuestos personales que fueron introducidos en el proyecto de ley de reforma tributaria del año pasado, a la que se había opuesto entonces. Pero también habló mucho sobre temas demócratas tradicionales, como la atención de salud y el Seguro Social, y además enfatizó su papel al servicio de los electores del Noveno Distrito. «Ella se retrató a sí misma como alguien que obtiene logros, y no se deja atrapar por la basura partidista», dijo Barr.

Al hacer campaña como una moderada dispuesta a cruzar las líneas partidistas, Sinema atrajo el apoyo de los suburbios y de los independientes. También puso a la vista de todos la actual línea divisoria en el G.O.P. de Arizona, dividido entre la postura tradicional del establishment del Partido, que encarnaban Flake y John McCain, y una agresiva base de partidarios de Trump. Inicialmente su rival, McSally, trató de superar esta división, pero terminó abrazando al Presidente y sus políticas incendiarias. Al aparecer junto a él en un mitin el mes pasado, dijo: «Estados Unidos está de vuelta -y Arizona está de vuelta- gracias al liderazgo del presidente Trump».  McSally fue derrotada a pesar de obtener el respaldo de Trump.

De cara al 2020, este resultado no pasará desapercibido para los estrategas de ambas partes. En 2012, Mitt Romney ganó Arizona por un saludable margen de nueve puntos porcentuales. En 2016, Hillary Clinton perdió ante Trump por sólo 3,5 puntos, a pesar de que su campaña no hizo de Arizona una alta prioridad hasta el final. «Cualquier demócrata que se presente a la presidencia en 2020 sería tonto si no invirtiera desde temprano en Arizona«, dijo Barr.

El triunfo de Sinema también prepara el escenario para un debate dentro del Partido Demócrata sobre cómo ganar estados rojos (Republicanos) en la era de Trump. En Texas, Beto O’Rourke dirigió una arrolladora campaña progresista  y se quedó corto. A pesar de alienar a algunos activistas progresistas, Sinema se abrió paso hasta el Senado de Estados Unidos. «Hubo algunas quejas al respecto, pero estábamos tan hambrientos de una victoria que la coalición demócrata no se quejó mucho», dijo Barr. En política, como en los deportes, ganar encubre muchos pecados.

John Cassidy ha sido redactor en The New Yorker desde 1995.  También escribe una columna sobre política, economía, etc. en newyorker.com.

Traducción: Marcos Villasmil

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NOTA ORIGINAL:

The New Yorker

Kyrsten Sinema’s Victory in Arizona May Be the Democrats’ Biggest Win of the Trump Era

John Cassidy

Kyrsten Sinema is the first Democrat to be elected to the Senate from Arizona since 1988, and will also be the first female senator from the state and the first openly bisexual senator from anywhere. Photograph by Brendan Smialowski / AFP / Getty

With the ongoing electoral drama in Florida, the Democrat Kyrsten Sinema’s come-from-behind win in the Arizona race for the U.S. Senate seat being vacated by the Republican Jeff Flake, which was confirmed on Monday night, hasn’t received the attention it deserves. Sinema’s victory was arguably the biggest win for Democrats since Donald Trump was elected. (In last December’s special election in Alabama, the Republicans ran an unelectable candidate.) It puts a different gloss on the results of the midterms. And it has important implications for 2020 and beyond.

Last Tuesday night, as the early returns came in, it seemed like the Democrats were heading for a narrow victory in the House and the Republicans were on course for a decisive win in the Senate. Donald Trump and other Republicans quickly seized on this narrative, which emerged before the number of Democratic pickups in the House became clear—the figure is now thirty-two, and may well go higher—and also before the results came in from Senate races in Nevada, where the Democratic challenger Jacky Rosen defeated the Republican incumbent Dean Heller by five percentage points, and Montana, where the embattled Democratic incumbent Jon Tester fought off a strong challenge from the Republican Matt Rosendale. Now Sinema’s triumph has been added to the mix.

Setting aside Florida, where there is a recount under way, the score in Senate-seat pickups is Republicans, 3, Democrats, 2. The G.O.P. gains all came in states where Trump scored huge victories in 2016: Indiana, Missouri, and North Dakota. In states that Trump carried by less than fifteen percentage points or that Hillary Clinton won, the pickups tally is Republicans, 0, Democrats, 2. (If the Republican Rick Scott holds on in Florida, the score will be Republicans, 1, Democrats, 2.) This is a more nuanced picture. It suggests that, though Trump can still rally his followers very effectively in deep-red (or, rather, deep-Trump) states, his polarizing style doesn’t necessarily play well in other areas that Republicans have traditionally relied on. And Arizona is one of those places.

For the past fifty years, Arizona has been a redoubt of the Sun Belt conservatism—pro-business, anti-taxes—that Barry Goldwater pioneered. Occasionally, moderate Democrats like Bruce Babbitt and Janet Napolitano have held statewide office. But Sinema is the first Democrat to be elected to the Senate from Arizona since 1988, and the first Democrat to win an open Senate seat in the state since Dennis DeConcini was elected, in 1976. The firsts don’t stop there. Sinema, a forty-two-year-old congresswoman for Arizona’s Ninth District, will also be the first female senator from Arizona, and the first openly bisexual senator from anywhere.

Her margin of victory was a narrow one—about thirty-eight thousand votes, or 1.7 percentage points—but she won fair and square. Last week, Trump cried “corruption” as Sinema caught up to and surpassed the vote tally of her G.O.P. opponent, Martha McSally, a fifty-two-year-old congresswoman, who represents Arizona’s Second District. McSally made no such claim. On the day of the election, hundreds of thousands of early votes were dropped off at polling places, and each of them had to be checked individually to make sure the signature matched the one on file. Most of these turned out to be Democratic votes. On Monday night, McSally posted a video in which she congratulated Sinema and said, “I wish her all success as she represents Arizona in the Senate.”

Like Nevada, Arizona is often cited as a state in which long-term demographic change, particularly the growing number of Latino residents, is favoring Team Blue. Right now, though, Arizona contains a lot more registered Republicans than Democrats, and Sinema’s electoral strategy reflected this fact. The demographic transition “is happening, but it’s not why Sinema won,” Andy Barr, a political consultant who has represented numerous Arizona Democrats, told me on Tuesday morning. “She won by running an extremely disciplined campaign focussing on what we call the swing demographic—college-educated women in the suburbs.”

As the Republicans sought to portray her as a tutu-wearing radical—back in 2000, she worked on Ralph Nader’s Presidential campaign—Sinema came out against two policies popular with progressives: Medicare for all and abolishing the Immigration and Customs Enforcement agency. In September, she supported a G.O.P. proposal in the House to extend the personal tax cuts that were introduced in last year’s tax-reform bill, which she opposed at the time. But she also talked a lot about traditional Democratic issues, such as health care and Social Security, and also emphasized her role in serving constituents in the Ninth District. “She portrayed herself as someone who gets things done and doesn’t get caught up in the partisan B.S.,” Barr said.

By campaigning as a moderate willing to cross party lines, Sinema attracted support from suburbanites and self-identified independents. She also exposed the fault line in the Arizona G.O.P., which is divided between the old-line Party establishment, which Flake and John McCain embodied, and a seething base of Trump supporters. Initially, McSally tried to straddle this divide, but she ended up embracing the President and his inflammatory policies. Appearing alongside him at a rally last month, she said,America is back—and Arizona is back—thanks to the leadership of President Trump.” But McSally was defeated despite gaining Trump’s endorsement.

Looking forward to 2020, this outcome won’t be lost on strategists from both parties. In 2012, Mitt Romney carried Arizona by a healthy margin of nine percentage points. In 2016, Hillary Clinton lost to Trump by just 3.5 points, despite the fact that her campaign didn’t make Arizona a high priority until late in the campaign. “Any Democrat running for President in 2020 would be dumb not to invest early in Arizona,” Barr said.

Sinema’s triumph also sets the stage for a debate inside the Democratic Party about how to win red states in the Trump era. In Texas, Beto O’Rourke ran a barnstorming progressive campaign and came up just short. Despite alienating some progressive activists, Sinema hedged her way to the U.S. Senate. “There was some whining about that, but we were so hungry for a win that the Democratic coalition wasn’t complaining much,” Barr said. In politics, as in sports, winning covers up a lot of sins.

 

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