¿Puede ser Chile modelo de transición para Venezuela? Tironi y Ominami dicen que no…
La transición chilena como modelo para el futuro de Venezuela es una de las últimas derivadas de la crisis en ese país, pese a que todavía no cae el desenlace y siguen coexistiendo un presidente de facto y uno de derecho. La idea terminó por tentar al gobierno, y el canciller Roberto Ampuero ya le propuso al bando de Juan Guaidó para que, bajo el paraguas del Grupo de Lima, disidentes caraqueños recojan de dirigentes chilenos la experiencia vivida acá.
Ya asumir que la transición chilena es un modelo ejemplar, o que desde Santiago se pueda dar cátedra sobre eso, es algo debatible. Pero exportarlo les parece muy poco practicable a dos de los protagonistas del proceso iniciado a fines de los ’80. Eugenio Tironi y Carlos Ominami difieren en su juicio sobre cómo se hicieron las cosas en Chile y las transacciones políticas en que entraron Pinochet y la entonces oposición, pero coinciden en un insumo básico para descartar el experimento: en Venezuela no se aprecia ningún ánimo para negociar entre el régimen de Maduro y la oposición, como sí se hizo acá.
Ominami, ministro de Economía de Patricio Aylwin, luego senador y ex militante del PS, ha manifestado varias veces sus críticas a lo que se hizo en Chile y ahora reitera “que nuestra transición tuvo muchos defectos, fue muy pactada: nosotros aceptamos cosas que eran inaceptables”.
“Por de pronto, aceptamos quedar en minoría en el Parlamento”, con los senadores designados, dice, “que fue un obstáculo mayor”.
Tironi, quien también trabajó con Aylwin (fue el primer director de la Secretaría de Comunicaciones), reivindica el proceso, consciente de que por años se han criticado figuras como “justicia en la medida de lo posible”. Y al remarcar su explicación apunta a la esencia de la crisis caraqueña que impide que le exportemos una solución.
“Todas las transiciones son negociadas, con concesiones. Supone un poco taparse la nariz y aceptar cuestiones que no se aceptarían en circunstancias normales”, sostiene.
Sin negociación, olvídese de transición
Antes de ver qué aspectos de la historia chilena se pueden aportar, dice Ominami, “los dos bandos tienen que ponerse la mano en el corazón y responder si están dispuestos a negociar o no. En Chile la oposición estuvo dispuesta a negociar”.
“Sin lugar a dudas hay enseñanzas que se pueden sacar de la transición chilena”, dice, pero insiste: si ni Maduro ni sus opositores sinceran si tienen ánimo de negociar “es una pérdida de tiempo”.
“Nuestra transición fue fruto de una larga movilización política y social. Fue posible porque no vivíamos en caos económico y social, porque el régimen político de Pinochet estaba bien estructurado -podía ejecutar sus planes- y porque teníamos una oposición bastante constituida. Nada de eso se da allá”, recapitula Tironi.
Explica el sociólogo que “el régimen venezolano no cree en la democracia y por lo tanto no va cambiar las reglas del juego; no está dispuesto a hacer ninguna transacción de ninguna especie, y están dispuestos a hacer lo necesario para impedir lo que más temen: dejar el poder”.
Y remarca que “no veo en el núcleo duro de Maduro el ánimo de negociar. Tienen un instinto sucidida, mesiánico, no se les ve dispuestos a ceder en nada sustancial”.
“El chavismo no es comparable con el pinochetismo; tampoco las dos oposiciones”
Tironi hacer ver, también que “Pinochet respetó las reglas que había fijado, aun cuando -si tú quieres- con la ilusión que tenía de volver al poder en el futuro, por presiones internas. Por las razones que sea, había un itinerario que él estaba dispuesto a respetar”.
En cambio, dice “el régimen venezolano quiere mantenerse en el poder con dientes y uñas, no va a respetar ningún acuerdo surgido de una negociación que atente contra ese objetivo”. Además, “en Venezuela, cualquier desenlace tiene como condición la salida de Maduro. No veo factible una transición allá con Maduro como actor”, como acá ocurrió con Pinochet.
¿Más diferencias? Hay. “El chavismo es una revolución que se descompuso. El pinochetismo es todo lo contrario, una contrarreforma que buscó refundar el capitalismo con cambios muy profundos”, agrega Ominami.
Mirando a la otra mitad del país, el ex senador y ex ministro hace ver que “así como el chavismo ha sobrepasado líneas rojas en su legitimidad democrática y su inoperancia en la conducción económica, su oposición también las ha cruzado. Es una oposición muy subordinada a la estrategia norteamericana”.
Además, dice, “la oposición venezolana es mucho más heterogénea que la oposición democrática chilena. Y llevan mucho años buscando derrocar -por medios no democráticos- a Chávez, primero, y a Maduro, después”.
Enmarcando, sostiene: “Ni el chavismo es comparable con el pinochetismo, ni tampoco las dos oposiciones”.