Emma Bonino: “Europa es un barco que hace agua”
Empezó su carrera en los años setenta luchando por el derecho al aborto. Desde entonces siempre ha remado a contracorriente. Comisaria europea, tres veces ministra y a menudo en las quinielas para la presidencia de Italia, Emma Bonino ama los retos. Entre ellos, luchar sin desmayo contra el monstruo de la sinrazón política. Hoy ve en la defensa del ideal europeo la tarea prioritaria, frente al auge de La Liga de Matteo Salvini y los populismos de toda índole.
LA CASA ES pequeña y está llena de vida. El ascensor da directamente a la terraza y desde ella se accede a un salón reducido, funcional, con las estanterías repletas de libros y fotos enmarcadas. Allí está ella: una joven Emma Bonino en la playa; o junto a la líder birmana Aung San Suu Kyi; o abrazada a Marco Pannella, el compañero de miles de batallas políticas; o buceando entre tiburones. En su mesa de trabajo se refleja la luz de una ventana adornada con orquídeas. Son el preludio del color verde que domina la azotea con vistas al cupolone de la basílica de San Pedro. Es una mañana de febrero en la que Roma huele ya a primavera. En esa azotea, la casa, una buhardilla que en otros tiempos fue la vivienda del portero, revela su esplendor: un gran espacio abierto hacia el exterior y poco espacio para el interior. “Si una casa podía representar a Emma, es esta”, dice Carla, la secretaria de una de las personalidades políticas más importantes de Italia, incansable defensora de un valor que no cotiza al alza: el europeísmo.
Bonino (Bra, Piamonte, 1948) empezó su carrera política en los años setenta tras haber vivido el dolor de un aborto clandestino, una humillación por la que, se prometió a sí misma, ninguna mujer debía pasar. Desde entonces, se convirtió en una de las figuras clave de la lucha por los derechos civiles y por los derechos humanos, primero en Italia, donde fue tres veces ministra, y luego en Europa. Como comisaria europea, a mediados de los noventa luchó en los frentes más calientes y no rehuyó los asuntos más espinosos. Hija de una familia de origen campesino, su nombre ha sonado varias veces para la presidencia de la República. Sin éxito. “Queredme menos y votadme más”, dijo en la campaña electoral para las generales de Italia de hace un año. Remando siempre a contracorriente, se presentó con una lista a la que llamó +Europa y fue elegida senadora.
Cuando nos recibe en su casa, con la cabeza cubierta por un turbante azul que tapa las secuelas del cáncer que le diagnosticaron en 2015, a Bonino le preocupan el futuro de Europa y la “nostalgia reaccionaria” en Italia con el auge de La Liga de Matteo Salvini.
Italia es uno de los países fundadores de la Unión Europea y ahora puede encabezar el frente euroescéptico. ¿Por qué Europa ha pasado de ser un sueño a convertirse para algunos en una pesadilla?
Europa es un comodísimo chivo expiatorio. Una estrategia que no me convence porque quita la responsabilidad a todos los demás: no es culpa mía, es Europa; no es culpa mía, son los migrantes… Europa está en entredicho no solo en mi país. Piense en el Brexit, por mencionar algo. Vivimos un periodo de confusión que va más allá de Europa: el sistema autocrático de Putin, las salidas de tono de Trump… Ambos, por razones distintas pero convergentes, piensan que una Europa dividida les viene mejor. Pero no nos viene mejor a nosotros, los europeos.
¿La gestión de la crisis en la Gran Recesión no ha contribuido a deteriorar la imagen de Europa? Juncker hace poco entonó el mea culpa sobre Grecia…
Esta Europa es un barco que hace agua. El problema es si queremos destruir el barco y seguir nadando no sé hacia dónde o si, a pesar de las dificultades de reparar el navío en la tormenta, aceptamos el desafío. La idea no es que, si lo hundimos, haremos otro más bonito. Es fundamental mejorar este barco que tenemos y que en la crisis económica —y después social y política— ha sufrido por el hecho de que Europa se ha quedado a mitad del camino. Se hicieron la moneda común y el mercado interior, y luego todo el proceso de integración política y social se ha parado.
Como decía Delors, Europa es como una bicicleta: o se pedalea, o se cae…
El barco está en medio de la corriente, pero con unos motores totalmente inadecuados.
“En los comicios europeos de mayo, la elección no es entre izquierda y derecha, sino entre una Europa abierta y otra cerrada, autárquica”
¿Qué nos jugamos en las próximas elecciones europeas?
Serán un acontecimiento clave. La elección es entre disgregación y más cohesión, entre una Europa cerrada y una Europa abierta. No se trata ya solo de un choque entre derecha e izquierda, sino entre demócratas y ultranacionalistas, entre una Europa abierta y otra autárquica, en la que ya no valen ni los acuerdos comerciales. El resultado de las elecciones del 26 de mayo determinará el presidente de la Comisión, los comisarios, el presidente del Parlamento, el presidente del Consejo, el jefe del Banco Central… Puede producirse un cambio radical, casi hasta la destrucción.
A pesar de todo, usted decidió fundar un movimiento que ha llamado +Europa. No le ha hecho mucho caso a los consultores de marketing político…
No forma parte de mi cultura ni de mi costumbre. Si hubiera tenido que decidir las batallas a librar por ser las más inmediatamente populares, entonces probablemente no habría dado ninguna. Para el testamento vital en Italia tardamos 30 años y ya está en el punto de mira… Sé que es una batalla impopular, como la de la cuestión de los migrantes, de la que me estoy ocupando no solo desde un punto de vista humanitario, sino también racional. Es una batalla impopular, pero quizá precisamente por eso hay que librarla.
En diciembre, durante la aprobación de la Ley de Presupuestos, tramitada sin posibilidad de enmiendas, usted acusó en el Senado al Gobierno formado por La Liga y el Movimiento 5 Estrellas de haber reducido el voto a una farsa y de no respetar las instituciones. Al final de su discurso se emocionó. ¿Qué significaba aquella emoción?
Mi intervención, sobre todo hacia el final, fue muy contestada con gritos e insultos. No son cosas agradables. En esta legislatura parece que al Parlamento le ha quedado solo la libertad de gritar. El Senado no es un estadio de fútbol. Quitar todas las prerrogativas de enmiendas, de debate, de análisis y dejar solo la libertad de gritar me afecta mucho. Pero ese fue tan solo el último episodio de una serie. La división de atribuciones entre Ministerios no existe. Tenemos dos vice primer ministros, pero uno de ellos es ministro de todo. El ministro del Interior [Matteo Salvini] un día es ministro de Sanidad, otro de Fomento, otro de Policía… Hay una absoluta intolerancia hacia las autoridades independientes, tachadas de partidismo y acusadas de estar al servicio de las élites… El Estado de derecho se está cayendo a pedazos. No creo que esto sea solo ir un paso más allá de la partidocracia. Estamos hablando de otra cosa.
¿De qué estamos hablando?
De un atentado contra la democracia liberal tal y como la habíamos conocido en las décadas precedentes. Una democracia que es imperfecta pero que, como decía alguien mucho más importante que yo, es el peor sistema a excepción de todos los demás y tiene en sí mismo los anticuerpos para poder mejorar, si se quiere. Esto que hay ahora me parece una ruptura total. Es el Gobierno de quien cree que, al haber sido votado, puede hacer lo que le da la gana. No es así. Es más: una democracia se define no tanto por proteger los derechos de la mayoría, sino los de las minorías. Todo esto no está.
Usted entró en el Parlamento con 28 años. Solo un año antes se había hecho arrestar por ayudar a otras mujeres a abortar. Y tan solo dos años después, en 1978, Italia tenía una ley sobre el aborto. ¿Cómo fue posible aquel resultado en tan poco tiempo?
La batalla contra el aborto clandestino del Partido Radical [el partido liberal en el que Bonino ha militado toda su vida] había empezado mucho antes. En 1974 se había ganado el referéndum sobre el divorcio y se habían aprobado la ley sobre la objeción de conciencia, el voto a los 18 años y el nuevo derecho de familia… Fue una gran época de reformas laicas y civiles que se obtuvieron a menudo con el voto de los católicos porque de otra manera no hubiera sido posible. Fue una etapa que se cerró pronto, pero que ha marcado a este país. La ley fue un resultado de compromiso, pero se ha demostrado eficaz. Hoy está de nuevo amenazada, sobre todo porque en Italia hay una objeción de conciencia masiva de ginecólogos y anestesistas, y también porque es muy difícil el aborto farmacológico. Esta es una serie de problemas a los que nos enfrentamos ahora con este Gobierno que tiene una actitud de nostalgia reaccionaria.
Hay quien ante el actual Gobierno rehabilita el pasado y también a Berlusconi. ¿Todo tiempo pasado fue mejor?
Ese es otro estereotipo: basta mirar atrás y ver que todo era más bello. No es así. Nuestra democracia, como todas, era más que imperfecta y estaba amenazada. Me refiero a lo que Pannella llamaba la democracia real, como el socialismo real.
Parece hablar con más entusiasmo de Europa que de Italia…
Porque hace un par de años empecé a ver todos los síntomas de la disgregación causada por los populismos y los nacionalismos. Por eso la campaña electoral del año pasado la llamamos +Europa. Más Europa quiere decir más Italia, quiere decir que nuestro desarrollo económico y humano está en el contexto europeo, no está en la autarquía. Sentía llegar una ola ultranacionalista. No entendí que no era una ola, sino un tsunami, y aunque lo hubiese entendido, no sé qué más habría podido hacer.
¿Ha visto las protestas de los estudiantes que se manifiestan en varios países contra el cambio climático?
¡Menos mal que se vuelve a la militancia política! Luego igual hay que hacer un poco de educación institucional, pero menos mal que alguien deja de conformarse con el Facebook, el tuit, el link… pensando que con esto ha cumplido con su compromiso político. ¡Menos mal que alguien vuelve a usar el cuerpo para volver a las plazas! Está claro que señalan un problema, el de la conservación del medio ambiente —lo que no quiere decir decrecimiento feliz y todas estas cosas—, que aún no ha entrado en la agenda política de muchos países.
Usted usaba mucho el cuerpo en sus batallas. En una huelga de sed perdió siete dientes…
Era 2001. No lo olvidaré nunca.
¿Qué pasó con las movilizaciones masivas? ¿Por qué durante un tiempo perdieron peso en la vida política?
Muchas inquietudes fueron absorbidas y silenciadas por los partidos. El movimiento feminista, por ejemplo: llegó un momento en que todos los partidos abrieron una sección femenina, que era una manera, igual con absoluta buena fe, no sé, de gobernar ese fenómeno que escapaba a los esquemas tradicionales. Luego llegó la época de los movimientos, pero estos, si no adoptan una estructura, se desdibujan… Y luego llegó la revolución tecnológica. Hace poco fui a comer una pizza con unas amigas y teníamos al lado a dos familias —mamá, papá y dos hijos—, y durante 40 minutos no intercambiaron ni una palabra. Cada uno estaba con su móvil. Me impresionó mucho. Yo aborrezco los tuits y no los he usado nunca.
¿Por qué los aborrece?
Porque el mundo es complejo, no se simplifica en 140 caracteres. En la vida cada uno vive siempre situaciones complejas, que muchas veces no son ni sí ni no, sino el paciente desenredo de sentimientos, remordimientos… La persona humana es compleja y está llena de contradicciones. La tecnología, Internet son instrumentos extraordinarios, pero también tienen grandes límites. Las fake news, los insultos, legitimar cualquier cosa que sale de las entrañas… No quiero demonizar la tecnología. Yo también la uso. Solo quiero alertar sobre la dependencia de la tecnología, como de las drogas, del vino, de los cigarrillos… Por cierto, ¿me das uno? [dirigiéndose a Carla, su secretaria].
¿Sigue fumando?
Sí, y además me gusta. Como decía mi padre, es verdaderamente frustrante morir sano. Si tengo que morir, al menos dejadme morir enfermo.
Se define como una persona ansiosa, pero, si uno repasa su carrera, es difícil imaginarla así. Sentó a la guerrilla de Guinea-Bisáu a hablar con el Gobierno, fue detenida por los talibanes… Si es ansiosa, lo disimula bien.
No lo disimulo, lo gobierno. Recuerdo siempre lo que me dijo sobre el coraje mi gran amiga Adelaide Aglietta, que fue secretaria del Partido Radical: el coraje no es no tener miedo, es gobernar el miedo. No tener miedo a menudo te empuja a hacer cosas sin sentido.
¿Cómo está ahora? Usted dijo: “Yo no soy mi tumor”. ¿Le molesta que le pregunten por su enfermedad?
Pienso que se está superando esa idea de que las enfermedades hay que esconderlas. He sido afortunada porque lo cogí al principio y encontré unos médicos que miraban a la persona. Les dije: ‘Vosotros encargaos de mi pulmón, yo me encargo de otra cosa’. Recuerdo que me dijeron que lo más importante era que me quedaran las ganas de vivir, que tuviera un proyecto. Ha sido fundamental. Este desgraciado microcitoma tiene el 80% de posibilidades de recaída, también en otros órganos. Hay que tener todo bajo control al menos durante los primeros cinco o siete años. Yo ando por el cuarto y aquí estoy, precisamente, algo ansiosa.
Desde los años noventa se habla de usted como la próxima presidenta de Italia…
¿Otra pregunta?
Pero igual la próxima vez es la buena.
Que no. Sigamos.
El Parlamento Europeo hace unas semanas alertaba sobre el retroceso de los derechos de las mujeres en toda Europa. ¿Corremos el riesgo de que El cuento de la criada deje de ser una distopía?
Yo se lo he dicho a mis amigas, que han dormido el sueño de los justos durante demasiado tiempo en este país: conseguir un derecho no es igual a tenerlo para siempre. Podemos ir hacia delante o hacia atrás. Al igual que la democracia, los derechos también hay que alimentarlos, defenderlos cada día e intentar ir más allá. Porque un día nos despertamos e igual ya no están. Pero no me han hecho caso. Es verdad que las cosas han mejorado, y si pienso en el país de cuando yo era una jovencita, es casi irreconocible ahora en cuanto a emancipación femenina. Hemos demostrado que se puede cambiar y, si se puede, se debe intentar hacerlo.
“En los países de cultura católica, el modelo es el de la mujer que o es pecadora, y entonces es María Magdalena, o es santa. En medio están las mujeres de verdad”
En los años setenta usted tuvo dos niñas en acogida y contó que fue doloroso separarse de ellas. Pero siempre ha dicho que ha decidido no ser madre. ¿Por qué una decisión como esa aún se ve con malos ojos?
El estereotipo de la mujer madre y esposa lleva existiendo desde hace miles de años. Desde siempre. Acabar con él no es fácil. Para un hombre, ser ambicioso es una virtud; si lo dices de una mujer, de entrada tiene una connotación negativa, de trepadora social. Sobre todo en nuestros países, de cultura católica, el modelo que se fijó es el de la mujer que o es pecadora, y entonces es María Magdalena, o es santa. En medio están las mujeres de verdad, que no son ni lo uno ni lo otro, o son ambas cosas.
He visto aquí una foto donde sale buceando entre tiburones. La dedicatoria dice: “Protégete de los tiburones que no muerden”. ¿Quiénes son?
[Sonríe] Son los humanos. Los tiburones de verdad, si no los molestas, son incluso bonitos de ver. Los terrestres son mucho más peligrosos.