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El festival nica de las letras se va satisfecho de Costa Rica a deambular por Centroamérica

El escritor Sergio Ramírez celebra la acogida costarricense a Centroamérica Cuenta y advierte que no ve aún condiciones para llevarlo de nuevo a Nicaragua en 2020

 

Esto no estaba en los planes de Sergio Ramírez cuando pensó en juntar su país, Nicaragua, a escritores y narradores centroamericanos, pero el resultado no ha sido malo. La primera experiencia de Centroamérica Cuenta como un festival forastero deja satisfechos a sus organizadores, a escritores y al público costarricense que en esta semana llenó los auditorios en San José. Ahora toca recoger los bártulos y prepararse para decidir la próxima sede, quizás El Salvador o Guatemala, porque en los cálculos no está una rápida solución a la crisis en Nicaragua.

“Soberbio”, resumió Claudia Neira, directora de Centroamérica Cuenta este viernes, después de cinco jornadas completas de conversatorios, talleres, presentaciones de libros, intercambios. Más de 90 actividades mezcladas con la Feria Internacional del Libro, de organización local, que atrajeron a una cantidad de público aún indeterminada, pero suficiente para formar colas en las carpas o en los teatros alrededor del centro cultural Antigua Aduana, en el extremo este del casco central de San José.

Por ahí caminaba Gloriana Castillo, una joven hija de nicaragüenses, cuando ya acababa este viernes y se cumplía la parte final de la programación. Contó que sacó dos días de vacaciones y se ausentó de sus clases universitarias para disfrutar el festival. “Es lindo sentirse tica (costarricense), nica y centroamericana por causa de la literatura”, decía poco antes de entrar a un conversatorio/concierto con los músicos Luis Enrique Mejía, cantautor de música social, y su sobrino salsero del mismo nombre. “Difícil tener un cierre más nicaragüense que este, así, exiliados en Costa Rica, resistiéndonos con la palabra”, reflexionaba. Al rato el veterano de las canciones revolucionarias redondearía la idea: “Estamos reafirmando el derecho que tenemos a la palabra”, diría entre guitarras. Y el auditorio de mayoría costarricense se emocionaba mientras una bandera blanquiazul se agitaba en solitario. Y el sobrino presentaba su nueva canción, Mordaza, como quitándosela.

Los Mejía ponían la corona al festival que trajo más de 100 artistas de Centroamérica y más allá y los juntó con 30 más del país anfitrión. Han hablado un poco de todo y mucho sobre la situación de Nicaragua, sometida a la represión del gobierno de Daniel Ortega y Rosario Murillo, mientras la sociedad soporta una crisis violenta que estalló en abril del 2018. Cientos de asesinados, presos políticos y más de 50.000 exiliados en este país vecino del sur, según cifras de Naciones Unidas. “No podíamos dejar de hablar de Nicaragua y de las razones que nos tienen aquí y no allá”, explicó Claudia Neira, quien considera improbable una solución inmediata al conflicto en su país y, por tanto, necesario buscar el nuevo destino el festival para el año 2020.

El primero en denunciarlo era Sergio Ramírez cuando hablaba de la anormalidad centroamericana como materia prima literaria, aunque encantado sacrificaría a los escritores a cambio del bienestar de los ciudadanos, advirtió. Y en medio de toda la anomalía y la locura del poder: Costa Rica. “A pesar de la desgracia que arrastró a Centroamérica Cuenta a salir de Nicaragua junto a miles de nicaragüenses, hallamos una acogida inmediata del Gobierno, de la industria editorial y del público. Hay distintas maneras de ser centroamericano y el papel de Costa Rica es un enorme colchón de amortiguamiento, un refugio de perseguidos después de golpes de Estado y dictaduras. Esa es la manera costarricense de ser centroamericana y lo está mostrando también con este festival de las letras”, dijo a EL PAÍS Sergio Ramírez, impulsor y embajador internacional de este encuentro.

De la parte local, el escritor Carlos Cortés (miembro costarricense del consejo consultivo de Centroamérica Cuenta) reportaba con alivio y alegría la buena respuesta del público y el cumplimiento de toda la programación, a pesar de los problemas de movilidad en una ciudad de San José de tránsito complicado. “Ha sido difícil la movilidad, pero todo se pudo preparar bien y el público de Costa Rica demostró que responde a una oferta de nivel Iberoamericano y conecta con lo centroamericano”, concluyó antes de entrar a un último conversatorio.

No es que Costa Rica esté libre de traumas que hayan inspirado a la literatura, advertía Sergio Ramírez, pero sí inspira. “Aquí podemos ver que debemos trabajar con el único instrumento viable que tenemos, que es la democracia electoral. No hay otro”, contestó Ramírez. Recordó que hace un año hubo de cancelar el festival porque Nicaragua estaba en llamas en mayo. Para este 2019 no había aún condiciones, ni las habrá mientras no haya un cambio político profundo que permita hablar de libertades, justificó. “¿Cómo hacer Centroamérica Cuenta con la mitad de los periodistas exiliados? Bueno, como lo hicimos en esta ocasión, yendo al exilio también”, agrega el premiado escritor, aunque su estatura sí le permite volver a Nicaragua al acabar la semana. Volver a su oficio de escritor, sin dejar de pensar a dónde llevar el festival en 2020, como el dueño de un circo de letras, hasta que Nicaragua permita el regreso de sus palabras y su gente.

 

 

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