Cultura y Artes

TGIF: In memoriam: Christopher Lee

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Con este homenaje al legendario Christopher Lee queremos iniciar una sección de los días viernes, dedicada al cine y la TV, y cuyo nombre es «Thank God It’s Friday» (TGIF).

Pertenezco a una generación que en sus recuerdos de infancia posee la presencia imborrable del más atemorizante de los Condes Dráculas de la pantalla. Christopher Lee es (con perdón de Bela Lugosi) el mejor de los Condes surgidos originalmente de la imaginación del irlandés Bram Stoker con su famosa novela escrita en 1897. Y su derecho al cargo le venía incluso de familia: nacido en Londres el 27 de Mayo de 1922, su madre fue la condesa Estelle Mari Carandini di Sarzano (su padre, el teniente coronel de la Guardia Real Británica Geoffrey Trollope Lee).

Bela Lugosi le dio al Conde (ver «Dracula», de 1931) algunas de sus características esenciales: un aire aristocrático, el uso de la capa, maneras finas (como se dice en la nota de Letras Libres a continuación de esta introducción, «su Drácula probablemente pasaba más tiempo preocupado por su vestimenta que por las yugulares de sus próximas víctimas»),  y un acento aparentemente transilvano (Lugosi era de la vecindad: había nacido en Hungría). Lee lo construye 25 años después a la manera de un gentleman británico, pero le añade diversos matices siniestros, gracias a una capacidad actoral muy superior a la del húngaro, y a una voz absolutamente perfecta para el rol. La voz de Drácula es la voz de Christopher Lee, y  la voz de Christopher Lee es la voz de Drácula, no hay otras posibilidades. 

Lee tiene además el mérito adicional de que no se encasilló en el personaje. Hizo por ejemplo el papel de un muy competente villano («Scaramanga») en la película de James Bond (interpretado por Roger Moore) «El hombre con el revólver de oro». Recientemente participó en la saga de El Señor de los Anillos (el mago Saruman), y en los dos films sobre el Hobbitt. Pero su éxito llegó luego de firmar en 1957 un contrato con Hammer Films, que se especializaba en películas de terror, gracias sus actuaciones en películas comoLa maldición de Frankestein’ (1957) junto a su buen amigo Peter Cushing, con quién rodó seis películas en las que interpretó al conde Drácula. Hammer, un estudio que sigue en funciones, desarrolló -con la colaboración entre otros de Lee– el llamado cine «Hammer del horror»; toda una marca de fábrica.

En la filmografía de Lee aparece incluso una película de lo que podría llamarse «comedia de horror«, un film que hiciera en 1959 en Italia, con Renato Rascel y Sylva Koscina, titulado «Tempi duri per i vampiri« (tiempos duros para los vampiros), que si el título del largometraje no otorga suficientes indicaciones, el nombre del personaje que interpreta Lee remata la faena: Baron Roderico da Frankurten.

Recuerdo, durante una estadía en Londres,  haber visto en el noticiero de TV de la mañana la noticia de un homenaje rendido el día anterior, en su barrio natal de Camberwell (sur de Londres), a William Henry Pratt: una pequeña placa develada en la casa de nacimiento del señor Pratt, que si de entrada su nombre no nos dice algo, su nome de guerre artístico nos lo dice todo: Boris Karloff. ¿Y a quién se buscaron para decir unas palabras en memoria de Karloff, nuestro Frankenstein y nuestra Momia de los años llamados mozos? Obviamente a Christopher Lee.

Aquí está el enlace a un audio book muy original: Christopher Lee leyendo «Drácula», de Bram Stoker (disfruten el impecable acento de caballero británico de nuestro conde):

 

 

A Drácula me lo encontré en el menos imaginable de los lugares, y en una situación asaz singular: en una fila de viajeros en el aeropuerto de Sevilla. Yo viajaba a Madrid, para luego conectar con Bruselas, luego de asistir a un seminario internacional en dicha ciudad andaluza. Unos días antes, recuerdo ir caminando por una calle sevillana, y encontrarme un cine donde anunciaban la presentación de viejas y entrañables películas, dentro de un Festival de Cine del Terror que estaba realizándose. Claro, nuestro Conde Drácula era la estrella del evento. Acabado el festival, al igual que mi seminario, ambos estábamos en la cola de pasajeros de la aerolínea. Lo primero que vi fue su espalda, cubierta con una especie de raincoat oscuro, muy británico, imagen casi perfecta de la figura del Conde en su capa; el resto lo completaba su olímpica estatura (1,96 metros; tiene en su haber un Récord Guinness como el actor principal más alto del mundo). En un momento dado giró la cabeza, y viéndolo de perfil, algunos de mis más caros recuerdos cinematográficos reaparecieron. Si hubiera abierto la boca, estoy seguro de que habrían surgido otras de sus señas muy particulares, sus colmillos.  

 

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No era muy conocida su afición a la música, en especial el llamado Metal: era colaborador de la banda de Power Metal ‘Rhapsody of Fire’ y lideraba su propia banda de Heavy Metal sinfónico: ‘Christopher Lee Charlemagne’.

En este video, puede verse la publicidad de tres recientes discos de música navideña en Heavy Metal (yes, everything it’s possible, especially for our Count), con el grupo de Christopher Lee: se oye,  durante unos segundos, una muy «metálica» versión de «My Way»…¿Y no es sensacionalmente tierna la transformación de «Jingle Bells» en «Jingle Hell»?

 

Sin duda alguna, Christopher Lee fue la estrella máxima de lo que podría considerarse la época dorada del cine de terror.

En este video, diversas escenas de: «Horror of Dracula», «Dracula, Prince of Darkness«, «Dracula Has Risen From The Grave«, «Taste The Blood of Dracula», y «Dracula AD 1972».

 

Como homenaje final, les dejamos esta siguiente nota publicada en Letras Libres. 

Marcos Villasmil

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In memoriam: Christopher Lee

DANIEL KRAUZE

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«El Drácula de Lee encapsula las cualidades que lo convirtieron en un actor que siguió siendo rentable hasta los 93 años (un logro, por donde se le mire).»

Bela Lugosi como Drácula ocupa un lugar tan fijo en la cultura que a veces olvidamos que esa adaptación de 1931, dirigida por Tod Browning, es bastante floja. Usando como fuente la obra de teatro de John Balderston y Hamilton Deane, Drácula es una película almidonada, tan fiel al argumento que nunca despega del escenario para convertirse en una experiencia cinematográfica.  Algunos sets son una joya: catacumbas góticas y castillos en ruinas, llenos de telarañas y ramas invadiendo las ventanas, y esa escalera en espiral, que volveríamos a ver miles de veces. Pero el resto padece una tibieza que no está presente, por ejemplo, en la obra maestra de Browning: la brutal Freaks. Si bien Lugosi es memorable, Dwight Frye, en el papel de Renfield, resulta mucho más aterrador que el atildado vampiro (esta risa me sigue dando pesadillas).

Escena de «Drácula» con Bela Lugosi (1931). 

 

Sin contar la adaptación libre que F.W. Murnau ya había hecho de la novela de Bram Stoker, pasaron casi treinta años para que Drácula consiguiera un actor a la altura del papel. En Horror of Dracula, Christopher Lee le añadió un pulso amenazante, hasta ese momento inédito en el conde. A diferencia de la cinta de Browning, la adaptación de Terrence Fisher, quien también estuvo a cargo de otras grandes películas de horror de los estudios Hammer, es una obra llena de aspectos notables (vean los encuadres; escuchen la música). Más allá de sus virtudes formales, Horror of Dracula ha resistido el paso del tiempo gracias a la mancuerna de dos leyendas del género: Peter Cushing, como Van Helsing, y Christopher Lee, como Drácula.

Había una sombra de ironía en el rostro de Lugosi, la insinuación de una sonrisa tétrica, acentuada por esos ojos que podían ser socarrones o solemnes. Había matices, capas, pero no había urgencia. Su Drácula probablemente pasaba más tiempo preocupado por su vestimenta que por las yugulares de sus próximas víctimas. No era una fiera, no era un peligro. Lee transformó al conde en menos de diez segundos, encarnando a Drácula como una máquina únicamente interesada en matar y comer pronto y rápido. Comparen cómo recibe Lugosi a Renfield y cómo Lee le da la bienvenida a Harker, quien ha llegado a su castillo para, supuestamente, ordenar la biblioteca.

Lee habla sin nerviosismo pero con prisa, como si Harker fuera un estorbo al que no le interesa convencer con un pretexto verosímil: si le cree que no es un vampiro, bien por él; si no, ni modo. Lee parece ser el primer actor en entender que Drácula es un monstruo primero y un aristócrata después, una decisión que reverbera hasta el día de hoy. Por poner solo un ejemplo, sin él no existiría Jerry Dandridge, el chupasangre de ambas Fright Night, un depredador al que las apariencias le tienen sin cuidado.

El Drácula de Lee encapsula las cualidades que lo convirtieron en un actor que siguió siendo rentable hasta los 93 años (un logro, por donde se le mire). Podía ocultar intenciones o entresijos siniestros (ver: The Wicker Man), pero casi siempre funcionó mejor cuando el director en turno lo dejó aferrarse a la pureza del negro. La maldad seductora y arrogante era su fuerte, comandada por una voz que haría un anuncio ominoso de un comercial para pañales. Me parece que Lee aun no recibe el crédito que merece en el éxito de The Lord of the Rings, una trilogía llena de héroes nobles, donde Saruman es el único villano de carne y hueso en el que la audiencia puede anclar sus inquietudes. El espíritu de Sauron es una amenaza intangible, mientras que el mago blanco está en su torre, presente, ordenando a su ejército. La cara de Lee cuando ve a su gólem salir de la placenta de lodo es un instante de perfección actoral: un hombre conmovido frente al nacimiento de un demonio.

Ningún otro actor que yo recuerde tuvo un resurgimiento tan sorprendente como el que Christopher Lee gozó en los últimos años de su carrera, trabajando con Tim Burton, George Lucas, Peter Jackson y Martin Scorsese (años antes había trabajado con Steven Spielberg y Joe Dante). Un actor octogenario se convirtió en talismán para los grandes directores de Hollywood. En el subconsciente colectivo, Bela Lugosi sigue siendo Drácula. ¿Qué más da? Christopher Lee ya es, y seguirá siendo, un ícono en sí mismo.

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