¿Adoptará Cuba el modelo chino?
Algunos lectores del artículo titulado «Cuba, a la tercera va la vencida», publicado recientemente en este diario, expresaron en el espacio para los comentarios que no están de acuerdo conmigo. Uno de ellos señala que los comunistas «hacen cualquier cosa con tal de mantenerse en el poder (…) incluyendo liberar las fuerzas productivas».
Estoy de acuerdo. Es eso lo que sucedió en China y en Vietnam, y fue lo que dejé para analizar posteriormente.
Otro comentarista me dice que México, con López Obrador, podría ser el relevo de Venezuela. No lo creo. México produce cada vez menos petróleo. Ya importa el 70% del combustible que consume. La producción de crudo cayó de 3,3 millones de barriles diarios en 2004, a 1,7 millones en la actualidad. Tampoco al Estado le sobra dinero como para obsequiarlo. Podría asimilar médicos cubanos, pero no tantos como en Venezuela, ni los 8.000 de Brasil. El embajador de México en La Habana, Miguel Díaz, ya aclaró que la cooperación de México con Cuba no incluye regalos.
La frase «a la tercera va la vencida» (proviene del Derecho penal de los siglos XVI y XVII, cuando eran condenados a muerte quienes robaban por tercera vez) no se refería a que con el chavismo caerá también el castrismo, sino que será prácticamente imposible mantener en Cuba el modelo estalinista centralizado, que muy poco ha cambiado desde que fue instalado por el «Che» Guevara cuando desde la JUCEPLAN y el Ministerio de Industrias él dirigía la economía cubana.
Muchos no saben que fue el comandante argentino quien sembró en Cuba la planificación centralizada estalinista de los años 30 y 40 en la URSS. Con su sólida formación teórica marxista-leninista, y admirador confeso de Stalin, el «Che» no aplicó el modelo del cálculo económico que había en la URSS desde la muerte de Stalin, porque lo consideraba una variante vergonzante de capitalismo. Carlos Rafael Rodríguez sí era partidario del cálculo económico, pero el «Che», a no dudarlo, convenció a Fidel Castro de que eso era peligroso.
En la URSS, con el cálculo económico las empresas estatales tenían bastante autonomía en su gestión y obtenían un porcentaje de las utilidades si cumplían el plan trazado centralmente para las ganancias, rentabilidad y calidad de la producción. Las empresas decidían los surtidos a producir y las inversiones a realizar. Los trabajadores obtenían parte de las ganancias si lograban reducir los costos de producción, o lo mantenían bajo.
El fatal círculo vicioso del plan central
Lo mismo se hizo en todas las naciones comunistas europeas. En forma más atrevida en Alemania Oriental con sus combinados industriales. En Yugoslavia el mariscal Tito fue más lejos y creó cooperativas que gestionaban las empresas y obtenían parte de las ganancias. Pero para el dueto Castro-Guevara la autonomía empresarial y los estímulos en dinero eran una traición al socialismo.
Pasaron décadas y por fin se flexibilizó el centralismo en Cuba, pero muy poco. Los Lineamientos del Partido Comunista dejaron intacta la intromisión del plan central en todo el quehacer económico. De ese tutelaje estatal solo escapa muy tangencialmente el cuentapropismo, y en cierta medida los campesinos individuales, pero solo ligeramente en cuanto al plan central, pues su actividad comercial y productiva sigue siendo controlada por el Estado.
La economía socialista basada en un plan central único nace ya con el ADN de la improductividad. Y en Cuba solo ha sobrevivido financiada con dinero regalado. Produce tan poco que hay que importarlo casi todo. Se crea un círculo vicioso fatal: hay que importar mucho, pero no se generan los recursos para hacerlo.
El régimen castrista necesita entre 16.000 y 17.000 millones de dólares anuales para mantener un pobrísimo nivel de vida pero que no llegue a la miseria de un «Periodo Especial». Sin Maduro, Cuba apenas contará con la mitad de esa cifra, o menos.
El cash que recibirá ya sin chavismo será el de las remesas, la exportación de bienes (que en 2018 no llegaron ya ni a 1.700 millones de dólares), la expoliación de los médicos que le queden en el extranjero (que serán varios miles menos que ahora), y las pocas divisas netas que capta del turismo, pues hay que gastar en importaciones para esa industria 65 centavos de cada dólar recibido.
Pero hay más. Con la caída de Maduro, a La Habana se le acabará el negocio del narcotráfico, tráfico de armas y terroristas, y lavado de dinero que hoy realiza impunemente desde territorio venezolano en contubernio con las guerrillas de las FARC y el ELN.
Cuando Raúl Castro promovió el «diálogo» entre la dictadura de Maduro y la oposición en Noruega lo hizo con la pretensión de que en un Gobierno de transición en Venezuela haya chavistas suficientes que le garanticen la entrega de petróleo, si no gratis, bien barato, y mantener a los médicos con una reducción del actual despojo de un 75% de sus salarios.
Fórmula «salvadora«: dictadura arriba y capitalismo abajo
Pero no es sensato creer que un nuevo Gobierno provisional venezolano, aun con chavismo incrustado, pueda regalar petróleo y divisas a Cuba. Surge entonces la pregunta de cajón: ¿qué hará la dictadura cubana para sobrevivir y mantenerse en el poder?
Desgraciadamente sí tiene para dónde mirar: la dictadura china. Allí ostenta el poder el mismo Partido Comunista (PC) que mató a 65 millones de personas. China ha mostrado que arriba se puede mantener en el poder una dictadura comunista si abajo libera las fuerzas productivas. Y Vietnam hizo lo mismo.
En 1978, dos años después de morir Mao Tse-Tung, el mismo PC chino, ya con un nuevo liderazgo, lanzó las reformas capitalistas y se atornilló en el poder con la consigna antimarxista de «Enriquecerse es glorioso«, acuñada por el número uno del país, el «liberal» Deng Xiaoping, a quien no le tembló la mano para ordenar en 1989 la masacre de miles de jóvenes que en la Plaza Tiananmen pedían libertades democráticas.
Con aquel monstruoso genocidio la comunidad internacional se molestó un poquito, pero como China era ya un paraíso para los inversionistas de Occidente nadie hizo nada para castigar a Pekín. Hoy Tiananmen sigue dominada por la foto gigante de Mao.
No han querido traicionar a Fidel, pero…
Con esos antecedentes el modelo chino es cada vez más atractivo para buena parte de la elite castrista. Pero ocurre que mientras las reformas allá las iniciaron nuevos líderes, en Cuba sigue al mando la vieja guardia jurásica de hace 60 años. Esta se niega a traicionar el legado estalinista de Fidel. También considera que las concesiones a la libre empresa arruinarían sus planes de capitalismo de Estado neocastrista y neofascista controlado férreamente por las Fuerzas Armadas.
Sin embargo, con la caída de Maduro en Cuba van a cambiar muchas cosas. Será un problema de vida o muerte para la economía nacional y también para la salud política de la tiranía, por los efectos psicológicos desestabilizadores que entronizará el fin de la «revolución bolivariana» en la sociedad cubana. Pero este factor psicológico-político-social, por su alcance medular, es tema para otro análisis.
Castro II y sus dinosaurios tendrán ante sí un dilema: o liberan ellos mismos las fuerzas productivas, o por instinto de conservación los más jóvenes y menos trogloditas jerarcas presionarán a esos fundadores octogenarios a que inicien las reformas, o los «invitan» a una confortable jubilación para hacer ellos las reformas.
No importa si iguales o no a las de China y Vietnam, deberán poner fin a la estupidez del centralismo estalinista, y conceder más espacio a la propiedad privada y el mercado.
Es ese un escenario probable. Pero como ocurre casi siempre sorpresivamente podrán surgir otros que, ¿por qué no?, podrían incluso írseles de las manos a la mafia que literalmente ha acabado con Cuba. Ojalá sea así.