Cuba y el período especial: desentrañando un gran fracaso
SAN JUAN, Puerto Rico. – De nuevo llega a Cuba un nuevo “periodo especial”, o lo que en el buen sentido las ciencias económicas llamaríamos una depresión. Para anunciarlo, la alta cúpula de la dictadura montó otro acostumbrado espectáculo mediático en donde la marioneta en jefe, Miguel Díaz-Canel, dio a conocer una larga lista de productos faltantes, alegadamente provocados por una seria escasez de combustible que limita el transporte de las materias primas, los alimentos y demás productos a las fábricas y al consumidor, siendo, como es de costumbre, el pueblo cubano el más afectado:
Tras el anuncio no podía faltar el demagógico justificante, echando la culpa de todos esos males al gobierno americano, o como dirían los guajiros, “la culpa la tiene el totí”. Nada nuevo.
Pero la realidad de esta nueva depresión económica es otra. Esta crisis, como las anteriores, se debe a un mal intrínseco del modelo sociopolítico y económico imperante en Cuba. El sistema económico, político y social impuesto en la isla por la dictadura castrista es uno copiado del antiguo modelo comunista de planificación central y de absoluto control social por parte de una minoría (al igual del que imperó en la extinta Unión Soviética). Un modelo caracterizado por la división del pueblo en dos marcadas clases sociales: La minoritaria de los privilegiados del poder y la mayoritaria del oprimido y empobrecido pueblo.
En Cuba salta a la vista la ausencia de libertad para divulgar ideas, para crear empresas y beneficiarse del fruto del emprendimiento. No se puede promover el mercadeo de productos entre la población y el mercado internacional. Hay serias limitaciones para que el consumidor pueda acceder libremente a los productos. Todo ello, sumado al salario miserable que reciben de los trabajadores, genera una desmotivación natural, que deriva en una incapacidad ciudadana para el emprendimiento y el desarrollo económico.
El contraproducente efecto del modelo de planificación centralizada y control estatizado es la improductividad, que genera pobreza y subdesarrollo. Estas, a su vez, fomentan en la población la búsqueda de vías de escape, como la corrupción, la economía subterránea y la fuga de recursos humanos hacia otros países.
La ausencia de libertades económicas -en conjunción con la falta de libertades ciudadanas y la inmovilidad social redunda en la desmotivación en los trabajadores para producir. También desincentiva a los individuos para crear negocios e innovar en materia de agrícola, comercial e industrial, generando el estancamiento y hasta el decrecimiento económico y haciendo que el sistema se torne totalmente ineficiente e improductivo. La consecuencia final es el empobrecimiento del país y, más aún, del ciudadano común.
Como consecuencia del empobrecimiento nacional generado por la improductividad del sistema económico, el país se ve obligado a depender de otras poderosas naciones para el sostenimiento cotidiano de la población. Así, a lo largo de las seis décadas de comunismo en Cuba, hemos visto como la isla ha estado siempre subordinada a otras naciones.
Desde que el tirano Castro impuso el sistema totalitario comunista y entregó la soberanía de Cuba a la URSS, hasta el desplome del llamado campo socialista a finales de la década de los ochenta, Moscú controló la economía y nuestra política, siendo Cuba un país dependiente de dicha potencia mundial. Una vez desaparecida la Unión Soviética, el país entró en una seria crisis económica (primer periodo especial), su primera gran depresión.
Con el posterior advenimiento del chavismo en Venezuela, la dictadura cubana pasó la factura de sus apoyos a cambio del petróleo venezolano; pero con el transcurso del tiempo, en la medida que la dictadura de Nicolás Maduro se arrimaba al modelo comunista, la economía venezolana entró en crisis a causa del mismo mal que achaca intrínsecamente ese modelo económico: improductividad y recesión económica permanente.
Actualmente, a causa del desplome económico en Venezuela, a la dictadura de Maduro se le ha hecho imposible abastecer las necesidades de combustible de Cuba.
En el presente, tras las paredes del Consejo de Estado, la minoritaria casta gobernante busca desesperadamente un nuevo sustentador en China y en Rusia, a cambio de entregar una vez más la soberanía del país. Todo con el egoísta propósito de mantenerse ostentando el poder absoluto para continuar su enriquecimiento, subyugando y explotando al pueblo cubano.
Cuba es un país con potencial de crecimiento, pero bajo las actuales condiciones es imposible que alcance su desarrollo económico, porque el sistémico de “bloqueo” interno lo impide.
Para lograr el progreso y el desarrollo económico en la isla, será necesario un cambio total y radical de las estructuras políticas, sociales y económicas del país hacia un modelo de democrática pluralidad política, donde estén garantizadas plenamente los derechos humanos y políticos para todos los ciudadanos, con una sociedad abierta e inclusiva de todos los cubanos y una economía de libre mercado.
Cabe recordar a Martí cuando decía: “Cuando un pueblo fuerte da de comer a otro, se hace servir de él. El que quiera ser libre, sea libre en negocios” de ahí que también nos dijera que “Los pueblos de hombres prósperos y laboriosos, son los únicos verdaderamente libres”.