Un taxista caraqueño y los usurpadores
Con lo de usurpadores en el título de arriba no hago una nueva referencia al clan mafioso que lidera la dictadura chavista hoy; bastante han sido documentadas las razones para ser considerados así, empezando por los argumentos -ampliamente difundidos y apoyados dentro y fuera de Venezuela- hechos por nuestro presidente Juan Guaidó. Nos referimos a los señores Zambrano, Mujica, Fermín, Falcón y demás vasallos del régimen que se atribuyen una supuesta vocería opositora. Unos operadores políticos que solo conocen dos conductas: ermitaños de la oposición, o cheerleaders del régimen. Para colmo, andan por allí con un tufillo de superioridad moral que nadie les ha concedido ni ellos se han ganado.
Y esto me lo trae a colación un simpático taxista caraqueño –me informa que nació nada menos que en La Pastora- fanático de la pelota, del Magallanes aquí y de los Piratas de Pittsburgh en las Grandes Ligas (al igual que un gran amigo, su primer recuerdo peloteril, en transmisión radial, se debe al jonrón que Bill Mazeroski bateó para que los Piratas ganaran la Serie Mundial de 1960).
Al comenzar a rodar el taxista me pregunta cómo veo “la cosa de la reunión en Miraflores”; apenas comienzo a elucubrar una respuesta más o menos ortodoxa dentro de los parámetros de la reacción muy crítica dentro y fuera del país, el hombre anuncia, vía un monólogo –se nota que se ha convertido en algo así como su tema “ by default” con todo cliente- que le interesa mucho la historia de nuestro país, pero desde 1992 para acá. Se siente traicionado, afirma; votó por Chávez en 1998, y luego su carrera electoral fue de prolongadas abstenciones hasta 2015, cuando harto de la “revolución roja rojita” votó –y convenció de votar, confiesa, a varios familiares y vecinos- por la oposición en esa gloriosa jornada donde la sociedad venezolana le dio una paliza histórica al chavismo nacional, regional y mundial.
Y el señor –al que por su locuacidad llamaremos Q, como el personaje de James Bond- me dice que si tuviera la oportunidad de encontrarse -preferiblemente dentro de su vehículo- con Timoteo Zambrano, Felipe Mujica o Claudio Fermín, les haría las siguientes preguntas, no solo obvias para él sino para la gran mayoría del pueblo venezolano:
-Su ida a Miraflores, de nuevo con tanta sonrisita y abrazo, ¿no fue otro acto más, entre varios suyos, de legitimación de la dictadura?
-¿Cómo es eso de que Maduro es presidente legítimo? ¿Cómo queda Guaidó, no lo reconocen? ¿Por qué?
¿Maduro es legítimo para ustedes hoy, a pesar de que Henri Falcón, candidato en las elecciones de mayo de 2018, apenas minutos de cerrada la votación desconoció los resultados, denunció múltiples irregularidades y exigió la repetición del proceso electoral?
¿Qué pasó para que Henri Falcón –y ustedes, que lo apoyaron con entusiasmo en esos comicios- hayan dado una parada de burro, y acepten a Maduro como su presidente?
-¿Si son tan opositores como dicen, no era más honesto reunirse con Guaidó y el resto de la directiva de la Asamblea Nacional, e intentar ponerse de acuerdo en un camino común de lucha contra la dictadura?
-¿Quién les dio permiso para autodenominarse representantes de la oposición? ¿A nombre de quién, aparte de Uds. mismos, firman un «acuerdo» con la tiranía?
-¿Por qué no exigieron como condición previa a la foto tan cordial y sonriente en Miraflores y alcanzar un supuesto acuerdo con Maduro y compañía, la liberación de todos los presos políticos? Yo le añado que el Gobierno sigue el modelo de sus amos cubanos: liberan con la derecha lo que luego volverán a atacar con la izquierda. La vida humana no les importa, solo el show mediático que intentarán luego vender al exterior como gesto de “magnanimidad democrática”.
-Y la Asamblea Constituyente, ¿para ustedes es tan legítima y válida como la Asamblea Nacional? ¿Cuál es el interés de ustedes en que el chavismo retorne a la AN? ¿Eso quiere decir que quedan invalidadas todas las sentencias del Tribunal Supremo en su contra, incluyendo el desacato? ¿O ustedes aceptan esas sentencias? ¿Qué pasa con los diputados inhabilitados?
-Una pregunta que, me dice, para él es sumamente importante, porque tiene dos hijos en Chile, ella médico y el varón contador público, que se fueron hace cuatro años: ustedes promueven al parecer nuevas elecciones, ¿los millones de venezolanos en el exterior podrán votar en ellas?
Y la pregunta que según Q es la que deberían comenzar por responder estos señores, cuyas recientes fotografías degustando whisky escocés en un restaurant le dieron la vuelta a las redes sociales: ¿de qué viven? ¿cómo hacen para tener un nivel de vida muy por encima del 99% de los venezolanos, más cercano al de los enchufados y bolichicos?
Conclusión para Q: “esos señores son tan usurpadores como sus amiguetes chavistas, y merecen el mismo castigo”.
Al señor Q se le mueve la bola analítica, él es uno entre muchos millones de venezolanos que ya no creen las mentiras del socialismo del siglo XXI, y tampoco las de sus “nuevos mejores amigos” que llegan a congeniar con la revolución en el noveno inning. Y el juego lo están perdiendo por paliza.
Q, con jovialidad caraqueña, tiene tiempo incluso de echarme un chiste “bolivariano” (pobre Bolívar ¿cuándo lo dejaremos descansar en paz? debemos pensar en qué nombre debería tener la nueva moneda de la futura sociedad democrática):
-“Un amigo jubilado llega al centro de votación y pregunta: ¿puedo averiguar si mi esposa ya votó? Y le da los datos a un funcionario.
-El jefe de mesa se fija y responde: sí, ya lo hizo ¿pero abuelo, no viven juntos?
-No, ella murió hace 15 años, pero en cada elección viene a votar y yo quiero verla”.
Finaliza la carrera con una despedida cordial, luego de que le abonara el costo de su servicio vía Pago Móvil; él me ha confesado que si no fuera por las posibilidades tecnológicas de cobro hace tiempo se hubiera tenido que retirar. Yo, mientras, le confieso que tenía meses sin tomar un taxi, y mucho más tiempo sin ver billetes criollos –gracias a la hiperinflación- . Al igual que él, toda transacción monetaria la hago “online”. Casos y cosas de la economía socialista del siglo XXI, o de cualquier otro siglo.