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EDITORIAL: Cuba y la continuidad de la dictadura

El régimen ha ajustado las amarras para que el país se hunda en un abismo de miseria, maquillado de epopeya revolucionaria y aprobado por unanimidad

MIAMI, Estados Unidos. – En fecha tan significativa como el 10 de octubre, a 151 años del inicio de las Guerras por la Independencia del colonialismo español, una nueva farsa electoral ha acontecido en Cuba, encabezada por la Asamblea Nacional del Poder Popular (ANPP). Sin la menor oposición, como ha sido habitual durante sesenta años, fueron confirmados los principales cargos políticos de un país que ha tocado fondo bajo el oportunismo, la ceguera y el inmovilismo de sus dirigentes.

Todo se mantiene igual dentro de un sistema obsoleto y contradictorio, que habla de votar por “candidatos”, en plural, cuando en realidad solo existe un aspirante a ocupar cada puesto que influye directamente en el futuro de la nación. No hubo sorpresas, ni variaciones en el discurso. Según el mandatario designado por segunda vez, Miguel Díaz-Canel, la culpa sigue siendo del “imperialismo”; la “coyuntura” ha sido superada al menos en su momento más crítico; y todo el pueblo ha mostrado su absoluto respaldo a las acciones dictadas por un gobierno no electo, que presume de popular.

El régimen ha hablado de garantías y transparencia, presentando la nueva Carta Magna aprobada el pasado 10 de abril como un asidero legal que protege los derechos de cada ciudadano cubano; excepto de aquellos que disienten.

Esa verdad no escrita se mantuvo fuera del despliegue demagógico, y mientras se han repetido las palabras “pueblo”, “derechos” y “democracia”, el incremento de la represión contra el periodismo y la sociedad civil independientes en Cuba ha seguido cobrando víctimas al margen de la citada Constitución, que reconoce en el artículo 54 “la libertad de pensamiento, conciencia y expresión”.

El abogado y periodista de CubaNet, Roberto de Jesús Quiñones Haces, ha sido condenado a un año de cárcel; sentencia arbitraria que le fuera impuesta tras un juicio amañado y violatorio de sus derechos civiles. Por denunciar las condiciones de insalubridad y mala alimentación que sufren los reos, hoy se halla a merced de un “consejo disciplinario” que podría castigarlo de la manera que estime conveniente, no habiendo leyes que regulen estas prácticas propias de verdugos al servicio de dictaduras.

Cuba acata la inútil continuidad de su modelo unipartidista en la misma fecha en que Carlos Manuel de Céspedes decidió, allá por 1868, arriesgarlo todo para modificar el sino de la nación. Así destruye un régimen totalitario el significado de aquel estallido patriótico, que hoy comparan con una representación electoral rayana en la locura.

En Cuba sigue imperando una dictadura que juega con la voluntad popular a la vez que se autoproclama gobierno democrático. El régimen no ha hecho más que ajustar las amarras para que el país entero se hunda en un abismo de miseria total, maquillado de epopeya revolucionaria y aprobado por unanimidad.

 

 

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