Elecciones

Héctor Abad Faciolince: Cábalas y apuestas electorales

Cada vez me aburre más, cada vez me siento más lejano de la política electoral colombiana. He sentido en carne propia la ira que genera que uno decida apoyar al candidato A, criticar a la candidata B, resolver que vota por C o por D, o hacer saber que no votará por nadie o votará en blanco. Despierta la misma rabia, o incluso más, que uno se quede callado o que escriba de otra cosa, y si lo hace le acaban citando esos versos de Gabriel Celaya que con tanto efecto cantaba Paco Ibáñez: “Maldigo la poesía / concebida como un lujo / cultural por los neutrales, / que lavándose las manos / se desentienden y evaden, / maldigo la poesía / de quien no toma partido, / partido hasta mancharse”.

Hoy en día hasta los versos hay que teñirlos de rojo, de verde o de azul, y hacer que la palabra metro rime con Petro, que con Peñalosa rime losa, clítoris con Morris, soez con López y con Galán, afán. Pero no está uno ahora como para hacer coplas, así que mejor abro las manos resignado y destapo mis cartas, que no son muchas y se ocupan tan solo de la región y las ciudades que me resultan más cercanas.

Lo que me queda más fácil de despachar es Antioquia. Aunque Aníbal Gaviria fue un buen alcalde que impulsó en Medellín obras verdes magníficas (los Parques del Río y las UVAS), en la Gobernación de Antioquia me genera dudas por la tradición minera de su familia y porque no ha sentado una posición clara en contra de la minería del cobre y del oro en la región más hermosa y más vulnerable del departamento: el suroeste, Jericó y sus vecinos. Descarto a los caciques del uribismo y a los calanchines del actual gobernador. La última obra de Luis Pérez es el contrato de una autopista que lleva hasta su finca de El Tablazo, imagínense, genio y figura. El candidato mejor preparado y más limpio para la Gobernación, el que tiene sin duda los proyectos mejores en educación, en minería y en seguridad, se llama Mauricio Pérez. Se opone a la mina Quebradona de Jericó, apoya a Hidroituango y denuncia las mentiras del actual gobernador.

Medellín y Bogotá me parecen casos completamente opuestos. En la capital del país los dos candidatos que puntean en las encuestas son excelentes. Tanto Claudia López como Carlos Fernando Galán harían una alcaldía seria, equilibrada, sin la demencia de Petro ni la arrogancia de Peñalosa. Así que pienso que en Bogotá no hay problema, si uno vota por Claudia o por Galán, gana con cara y con sello también. Envidio a Bogotá.

Porque en cambio lo de Medellín es triste y trágico. Los dos mejores candidatos a la Alcaldía han hecho una campaña defendiendo programas muy buenos y muy parecidos, pero defendiendo ante todo su propio ego y su propia vanidad. Hablo de los dos cuyas propuestas son las más serias y las mejores: Beatriz Rave (la única candidata mujer) y Juan David Valderrama. Ambos, por su terquedad de no pactar cuando tenían los mejores programas de gobierno, y casi idénticos, han sido relegados por los candidatos extremistas.

Los de las extremas son el de Uribe, representante del clan Ramos (contra su padre cursa un proceso por paramilitarismo), que es el típico majadero avispado y negociante, por un lado, y por el otro quien fuera el gran enemigo de EPM en la crisis de Hidroituango, Daniel Quintero, el mismo que se la montó a Humberto de la Calle por votar en blanco en las presidenciales. Como mi conciencia me impide votar por cualquiera de los que puntean en las encuestas de Medellín, llegaré al cubículo y tiraré una moneda: si sale cara, voto por Beatriz Rave, y si sale sello, por Valderrama. Pero aquí, en las antípodas de Bogotá, voy a perder con cara y con sello también. Al menos en el Concejo lo tengo claro y vamos a ganar: pienso votar otra vez por quien ha sido, de lejos, el mejor concejal de Medellín: Daniel Carvalho. Y en la Asamblea de Antioquia, por Róbinson López: un campesino ecológico del Partido Verde.

 

 

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