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La campaña del iceberg

Unidos por la arrogancia y el frío de estas semanas, los candidatos rehúyen el debate real sobre el Brexit

El genio político combinado de Boris Johnson y Jeremy Corbyn lo ha hecho posible: unas elecciones generales en pleno diciembre, a las puertas de un Brexit muy incierto, en el que no hay debate sustantivo sobre la salida de la UE. Da igual que sea la decisión de mayor envergadura constitucional y económica para el país desde su ingreso en las Comunidades Europeas. No importa que más de cuatro quintas partes de la negociación con la UE estén pendientes una vez se produzca la ruptura, un iceberg al que nadie quiere mirar. Los dos candidatos coinciden en exaltar la identidad, con un ángulo nacionalista o socialista.

La arenga de Johnson asegura que por fin ha encontrado la salida del laberinto. Solo en el ensimismamiento el país puede reencontrar su destino. Envuelve el discurso en fantasías y evita desgranar el pésimo acuerdo de mínimos con Bruselas al que ha llegado, con cuyos detalles se aburre. Irlanda del Norte ha desaparecido del debate.

La oferta de Corbyn, por el contrario, podría entenderse como una respuesta poco lúcida a algunas de las consecuencias sociales del salto al precipicio. Pero no conecta sus planes de lucha frente a la desigualdad y de aumento del gasto público con el Brexit. Lo suyo es el ajuste de cuentas contra los poderosos. La desconexión de la UE se ha convertido en un asunto tan incómodo para él que no votaría en caso de un segundo referéndum. Practica una neutralidad suicida, nada fiable para el votante moderado y europeísta. Los laboristas piensan en cómo reinventarse una vez pierdan y se libren de un líder que dejó de entender el mundo hace cuarenta años.

Unidos por la arrogancia y el frío de estas semanas, los candidatos rehúyen el debate real sobre el Brexit. Arriesgan más que la prosperidad británica: los nacionalistas escoceses quieren volver a votar por la independencia, ahora entendida en clave de futura adhesión a la UE. Boris Johnson ha avisado que en Escocia no habrá una nueva consulta. Tiene muy presente la lección nunca aprendida por David Cameron, no convocar referendos que se puedan perder.

 

 

 

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