Villasmil: La izquierda uruguaya y las dos almas del socialismo
Hace dos semanas, en una nota previa sobre las elecciones uruguayas escribí lo siguiente:
“Esta derrota de la izquierda uruguaya (…) tiene consecuencias y ramificaciones más allá de la política de ese país, sin duda alguna. El mapa de Sudamérica se transforma una vez más, con unas democracias sometidas a presiones y protestas que la prensa reseña diariamente, y solo dos gobiernos de izquierda: el dueto Fernández y Fernández de Kirchner, en Argentina, y la tiranía chavista en Venezuela”.
No son buenos los tiempos para el socialismo del siglo XXI – o de cualquier otro siglo-, y sus amigos, socios y compañeros de viaje. Y muy merecido que lo tienen. Pero vayamos por partes.
El Frente Amplio de Uruguay, y sus tensiones internas, es un buen ejemplo de que a la socialdemocracia latinoamericana – o sea al socialismo que realmente es democrático, y no hago referencia a un oxímoron, sino a su diferencia con otros socialismos de corte autoritario- le ha llegado la muy postergada hora de definiciones y clarificaciones. A su peculiar manera, lo mismo le pasa a su vertiente europea, con un Pedro Sánchez y un PSOE -en un país que sobrevivió a duras penas al desastroso gobierno de Rodríguez Zapatero- ahora empeñados en lograr mayorías parlamentarias con Pablo Iglesias y Podemos, además de los regionalismos independentistas; y en el Reino Unido, el viejo partido Laborista ha recibido una durísima y dolorosa derrota este jueves 12 de diciembre, en unas elecciones cruciales con un candidato, Jeremy Corbyn, acusado –aparentemente con buenas razones- de antisemita, y plagado por años de citas y apoyos a Hugo Chávez y al socialismo del siglo XXI. Corbyn ha anunciado que no será más candidato a liderar el partido en futuras elecciones; los cuchillos para la lucha por la sucesión están por aparecer en las filas laboristas.
Como dice un buen amigo: «el socialismo no gana ni en la patria de la libertad (Gran Bretaña), ni en el patio de la coca (Bolivia). Solo asoma la testa en la pampa milonguera de Cristina (Kirchner)».
Mencionemos en párrafo aparte al otrora gran partido socialdemócrata alemán, el histórico SPD, cuya evolución del voto, en especial los dos últimos años, ha sido un desastre difícil de superar (bueno, otros partidos socialistas históricos, el PASOK griego, y el PS francés, están en plena irrelevancia y al borde del desdén ciudadano que lleva a la desaparición o su transformación en mini-partidos). El SPD en las elecciones de 2013 obtuvo el 25,7% de los votos, en las del 2017 cayeron al 20,5%; y en las del pasado mayo cayeron al 15,8%. Las encuestas le dan hoy un 15%, superados por los verdes y con la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD) a punto de superarlos, con 14%. ¿La solución asumida hace pocos días, en su Congreso? Escoger una directiva ultra-radical.
La socialdemocracia, caído el Muro de Berlín, símbolo de la derrota del marxismo soviético, tiene décadas tratando de buscar sin éxito hasta ahora una fórmula que permita aunar los intereses de las clases más desfavorecidas y vulnerables (que antes votaban por la izquierda, y que hoy lo hacen por la derecha, incluso extrema) con los de una clase media cada vez más heterogénea y descreída de la política.
El mencionado Frente Amplio uruguayo –como la Nueva Mayoría chilena- debe comenzar por hacer un mea culpa, no solo poniendo en balance sus logros y desaciertos en el ejercicio gubernamental, sino por algo mucho más sencillo: la constatación de que no basta para ser auténticamente demócrata una política al interior del país con algunos toques liberales, sobre todo en economía, en medio de las tensiones y convivencias con quienes, llamándose de izquierda, son autoritarios, como el partido Comunista. ¿Se puede ser demócrata y convivir sin problemas mayores en coaliciones con los comunistas y partidos afines?
No se puede seguir considerando demócrata a quien le protege las espaldas, y le brinda apoyos de todo tipo, a las tiranías castrista y chavista.
No se puede seguir considerando demócrata a quien es miembro de esos antros enemigos de la libertad y la democracia que se llaman el Foro de Sao Paulo y su hermanito recién nacido, el Grupo de Puebla.
No se pueden seguir considerando demócratas prominentes dirigentes socialistas como el ya mencionado Rodríguez Zapatero, o los expresidentes latinoamericanos Ernesto Samper, Lula Da Silva, Dilma Rousseff, Pepe Mujica, Tabaré Vásquez, Rafael Correa, Leonel Fernández, Fernando Lugo o Evo Morales, y el exsecretario de la OEA, José Miguel Insulza, fundadores o cercanos al Grupo de Puebla y participantes del aquelarre saopaulista.
También participan allí, por cierto, el candidato uruguayo derrotado, Daniel Martínez, y el presidente electo argentino, Alberto Fernández.
La socialdemocracia, habiendo abrazado el modelo económico capitalista –ya nadie menciona, por obvias razones, las tesis económicas de la URSS- se quedó recordando y mencionando viejos ideales, intentando abrazar nuevos, como las políticas de género, o de relativismo sociocultural, matizados por percepciones siempre rocosas e inconmovibles de la realidad (como el antinorteamericanismo). Además, ante tanto presidente socialista acusado de corrupción, lo que ha sucedido es que la izquierda creyó en serio lo de la dictadura del proletariado y la lucha de clases hasta que llegó al poder y le cogió el gusto al manejo presupuestario de un Estado con vocación de Leviatán.
Lula y Fidel Castro
¿Una nueva, reciente, declaración estrafalaria? Unas palabras del por ahora liberado Lula Da Silva, a las cuales dio pronta y contundente respuesta el Presidente Encargado de Venezuela, Juan Guaidó:
Lula: “Después de lo que vimos en Bolivia debemos tener orgullo de todo lo que resistió el pueblo venezolano para no entregarse a los caprichos del gobierno estadounidense”.
Juan Guaidó: “Sr. Lula, he sido electo diputado dos veces. Por nuestra Constitución y para el mundo soy Presidente Encargado. A diferencia de usted, que es un ladrón condenado. Maduro y usted fueron partícipes del saqueo a nuestros pueblos a través de Petrobras, Odebrecht y PDVSA”.
Lula Da Silva no es un simple expresidente brasileño, merece ser señalado como el líder indiscutible de la izquierda sudamericana, habiendo sido uno de los promotores y fundadores del Foro de Sao Paulo. Pues el señor Da Silva no puede ser considerado un político demócrata por su apoyo constante e invariable a las tiranías castrista y chavista. Y la izquierda mundial que se considera demócrata debe asumir que entre los suyos no son demócratas todos los que están.
El avance latinoamericano es siempre atávico. La democracia latinoamericana siempre está convaleciente. Mientras más creemos que progresamos, más nos barbarizamos. Ya sabemos desde hace mucho tiempo qué tipos de arreglos favorecen nuestros líderes de la progresía latinoamericana del siglo XXI.
¿Cuál socialismo prevalecerá? ¿Aparecerá de nuevo un socialismo realmente democrático, o tendremos que conformarnos con estos demócratas de boquilla que no pueden ver un tirano como Castro o Chávez porque salivan copiosamente y muestran costuras autoritarias y enemigas de la libertad?