Muere George Steiner, un gigante del humanismo universal
El crítico literario ha fallecido a los 90 años en Cambridge (Reino Unido), dejando tras sí una obra colosal
Con la muerte de George Steiner, a los 90 años, desaparece uno de los más grandes críticos literarios de nuestra civilización, cuya obra, en inglés y francés, contribuyó a repensar todos los cánones literarios y filosóficos de las literaturas contemporáneas.
Steiner nació en las afueras de París, en el Hospital americano de Neuilly-Sur-Seine (a dos pasos del último domicilio de Jean d’Ormeson) y ha muerto el 3 de febrero, en Cambridge (Reino Unido), dejando tras sí una obra colosal.
Steiner creció en el seno de una familia judía ilustrada que había huido de Austria, ante la ascensión del nazismo. Cursó sus primeros estudios en el Liceo Janson-de Sailly del distrito XVI de París, pero, en verdad, su educación esencial fue cosa familiar.
Desde niño, Steiner creció en un medio familiar políglota. Su padre le enseñó el griego clásico leyendo la «Iliada». Sus lenguas maternales fueron el alemán, el inglés y el francés.
Ante la inminencia del estallido de la Segunda Guerra Mundial, temiendo, con razón, la ocupación nazi de París y Francia, la familia Steiner continuó su destierro en Nueva York. Fue el viaje iniciático esencial.
Steiner hizo sus estudios universitarios entre Nueva York y Chicago. Comenzaba una inmensa carrera universitaria, entre la la costa Este norteamericana, Suiza, Oxford y finalmente Cambridge.
Autor de medio centenar de obras canónicas que renovaron la crítica literaria de la segunda mitad del siglo XX, Steiner abordó, a través de la crítica, todas las cuestiones esenciales del humanismo clásico, que él mismo consideraba amenazado, como me confesó, en una conversación publicada en ABC, con motivo de la recepción del premio Príncipe de Asturias, el 2001.
Esa visión melancólica del humanismo clásico era el fruto de su revisión de todos los fundamentos filosóficos y literarios de nuestra civilización.
Steiner comenzó muy pronto a revisar la matriz griega de nuestras culturas, invitándonos a comprender nuestros orígenes a través de su relectura de la tragedia y los mitos grecos romanos, culminando en su análisis del «Logos», tan esencial en los primeros evangelios.
Releyendo a los gigantes rusos (Tolstoi y Dostoievski) Steiner revisaba los principios cardinales de las culturales literarias europeas, para terminar proponiendo una suerte de “redefinición” de la cultura occidental.
Su obra canónica «Después de Babel» reconstruye el puesto de la «traducción» en el nacimiento de una nueva cultura universal, cosmopolita y “mestiza”.
Su ensayo sobre Martin Heidegger afrontaba una de las grandes tragedias del pensamiento europeo contemporáneo, que pudiera resumirse con esta pregunta: «¿Cómo pudo el más grande de los filósofos contemporáneos sentir la “tentación” del pensamiento nazi…?».
La obra de Stenier culmina con sus reflexiones, muy diversas, de muchos de los grandes patriarcas de la cultura occidental, para terminar interrogándose con cuestiones de «vida cotidiana», esenciales para el futuro de Europa. A juicio de Steiner, el café, la tertulia del café europeo, de Viena a Madrid, de Venecia a París, de Berlín a Milán, era una de las grandes matrices simbólicas de la civilización europea.
Matriz amenazada, a su modo de ver, sin dejarse arrastrar por el pesimismo. Hace veinte años, Steiner me decía: «Lleva usted razón. Vivimos muy malos tiempos para el Logos, la vida del espíritu. Pero hay algo heroico en nuestra defensa del Logos, justamente. La vida del espíritu es una suerte de columna vertebral de nuestra civilización».