Villasmil: Sanciones, elecciones y otras clarificaciones
Un buen tweet, recientemente publicado por el periodista Roberto Deniz, del portal armando.info (en Twitter @robertodeniz), es el que copio a continuación:
Claudio Fermín había escrito: “Los promotores del bloqueo económico mantienen una multimillonaria campaña para presentar como defensores del gobierno a quienes se opongan a las criminales sanciones. La verdad es que los pro-sanciones atentan contra los venezolanos con la excusa de hacerlo contra el gobierno”.
¿Cuál fue la respuesta de Deniz? Una pregunta que Fermín no podría, mucho menos querría, responder:
“¿Puede usted explicar cuánto del ingreso petrolero se destinó a bienes prioritarios para los venezolanos? ¿Puede usted decir cuánto ha recibido el gobierno de Maduro por las exportaciones de oro, a cómo se ha vendido ese oro, a quién se ha vendido y para qué se usó ese dinero?”
Mudez de parte del exdirigente adeco hasta el momento de escribir estas líneas. Mientras que otra tuitera, @soy_anajulia, describe a Fermín (de haber este señor vivido durante la Segunda Guerra Mundial) mediante esta frase que habría usado el excandidato presidencial: “Dejen tranquilo a Hitler para no causarle más sufrimiento a los judíos en los campos de concentración”.
Los miembros de la “Mesita de Maduro” (llamada también “Grupo Vichy”, recordando a los traidores franceses que se alinearon con los nazis durante la segunda guerra mundial) están siempre prestos para defender al chavismo. Al atacar las sanciones ayudan a quienes despedazan Venezuela; y al, por ejemplo, justificar a Rosneft, apoyan a la tiranía rusa.
Son selectivos a la hora de apelar a la constitución y las leyes: si quienes las mencionan son Maduro y sus mandarines, para violentarlas y manipularlas, bienvenidas sean; si es Guaidó y la Asamblea Nacional, para exigir su respeto y correcto ejercicio, se hacen los locos.
Uno se los puede imaginar en la mañana, al levantarse, haciéndose la pregunta: ¿cómo legitimo a Maduro hoy? Están obsesionados en lograr que Maduro y su corte sean no solo inmunes, sino incluso impunes.
Un amigo me preguntaba recientemente: en esto de las comparaciones ¿con quién los igualarías en la política de España? Mi respuesta: a pesar de las diferencias notorias, se parecen a Podemos en al menos lo siguiente: usan un lenguaje seudoprogresista, pero no lo practican, más bien son unos reaccionarios de izquierda; siempre, al igual que Pablo Iglesias, declaran con intenciones de manipular y tergiversar los hechos; defienden a capa y espada a su amiguete Zapatero; dicen proteger los intereses del pueblo, pero lo único que les importa es el cochinito lleno con cobres, porque se afirma que su debilidad son los negociados y, como dicen en Colombia, las mermeladas (metáfora de la riqueza mal habida, distribuida desde el poder político).
Estos señores, que a Guaidó le cuestionan hasta el color de su sombra, tendrían que responder otra pregunta tan obvia en estos tiempos de grave crisis para la gran mayoría de ciudadanos: ¿De qué viven? ¿cómo pagó el señor Falcón su reciente viaje a Rusia? Al parecer, Falcón, Fermín, Timoteo Zambrano, Felipe Mujica, etc., ocupan un lugar privilegiado en ese nuevo grupo socioeconómico, los enchufados.
¿Por qué no critican a Zapatero? Porque es el ideólogo oficial del “cuánto hay pa’ eso” como valor rector de sus acciones: el llamado constante a un diálogo que saben que no es tal; la permanente apelación a elecciones convocadas por un Gobierno que ellos quieren ayudar a legitimar.
El tema electoral es para ellos un asunto obsesivo, favoreciendo siempre las posturas del Gobierno.
Y este es el momento de insistir en algo que para algunos bienintencionados no está claro y que para estos señores de la mesita sí lo está, pero para afirmar lo contrario, para defender las tesis de Zapatero y compañía: el único Gobierno legítimo es el presidido por Juan Guaidó; la única institución política legítima es la Asamblea Nacional. Ella es la única que puede elegir un nuevo Consejo Electoral y convocar elecciones. Maduro no es presidente legítimo –entre muchísimas razones- porque las elecciones de mayo de 2018 no son reconocidas por ningún demócrata, dentro y fuera de Venezuela. Finalmente: no pueden haber elecciones parlamentarias sin las correspondientes elecciones presidenciales, sin revisión del registro electoral, sin libertad para los presos políticos, sin la posible presencia de todos los partidos opositores, con el voto de los millones de ciudadanos en el exterior, sin la supervisión de organismos democráticos internacionales.
Pero ellos insisten: hay que ir como sea a elecciones (preferiblemente si las convocan Maduro y Cabello). Nunca aceptaron sinceramente la ruta apoyada por la mayoría de los venezolanos: cese de la usurpación, transición, elecciones libres, porque según ellos, Maduro no es un usurpador, tan solo un mal presidente, que debe ser sustituido (por uno de ellos, claro).
Los miembros de la mesita madurista buscan comportarse como si fueran lo que no son, lo que algunos de ellos dejaron de ser hace tiempo: políticos honestos. Y se les nota el mismo nerviosismo, las mismas sonrisas marchitadas, la misma desesperación que estos días azota a los jefes chavistas, todos como zombies dando vueltas en un pozo oscuro.
Ya no les importa que los venezolanos conozcan sus reales intenciones y ambiciones, porque para ellos solo existen Maduro, los Rodríguez (Jorge, Delcy y Zapatero) y Cabello. Las reuniones del chavismo con la mesita hacen recordar el párrafo final de “Rebelión en la Granja”, la fábula satírica y mordaz sobre la condición humana y la corrupción del poder, en la que el escritor británico George Orwell mostró al mundo los peligros del totalitarismo socialista. En la ficción de la novela un grupo de animales de una granja expulsa a los humanos tiranos y crea un sistema de poder y de Gobierno que acaba convirtiéndose en otra tiranía brutal. Todos al final similares en su desvergüenza, oportunismo, ambición: “Doce voces estaban gritando enfurecidas, y eran todas iguales. No existía duda de lo que sucedía a la cara de los cerdos. Los animales de afuera miraron del cerdo al hombre, y del hombre al cerdo, y nuevamente del cerdo al hombre; pero ya era imposible discernir quién era quién…”