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¿Qué hay en la despensa del presidente?

¿Qué come Miguel Díaz-Canel? No hay ninguna pista para los cubanos de cuáles son las preferencias culinarias y nutricionales del presidente de una nación con un 59% de sobrepeso y un 25% de obesos. Sobre cuál es su estilo de vida tampoco se sabe nada. Al principio de su mandato lo vimos en una cancha de baloncesto sin que esto permita suponer que haya dedicado mucho tiempo al deporte en su vida. En cuanto a la mesa, hace meses trascendió la imagen de una cena en su casa pero las fotografías no permiten distinguir qué tomó aquel día con sus amigos, más allá de que bebieron vino.

Secretismo, pues, como es costumbre, que contrasta con los conocidos hábitos de varios líderes mundiales que fueron examinados por el Instituto Médico Europeo de la Obesidad (IMEO). Los expertos consideran que los mandatarios tienden a dejar su impronta personal en las políticas de los países que gobiernan.

Donald Trump es uno de los presidentes en que se ha fijado el IMEO y del que más se sabe, puesto que publica sus exámenes médicos. Aunque el estadounidense tiene problemas de colesterol alto y obesidad, se encuentra bien de salud a sus 73 años. Sin embargo, el mandatario es defensor de la comida rápida e hipercalórica y ha promovido su consumo en numerosas ocasiones, llegando al punto de incentivar este tipo de alimentación reduciendo la fruta y la verdura que promocionó Michelle Obama durante el mandato de su esposo.

 

 

El líder ruso es un fanático del deporte y su alimentación está basada en la cocina local y sana, a excepción de su gusto por el dulce.
El líder ruso es un fanático del deporte y su alimentación está basada en la cocina local y sana, a excepción de su gusto por el dulce. 

 

«Un gran porcentaje de las calorías que consume el presidente estadounidense son calorías vacías, es decir, no aportan ningún nutriente de utilidad para el que las consume», señala Carmen Escalada, nutricionista clínica del IMEO. Se sabe, por sus biógrafos, que el presidente de EE UU es fan de hamburguesas, sándwiches, patatas fritas, pizzas y bollería. Además, aunque de joven practicó béisbol y fútbol, ha abandonado todos los deportes excepto el golf por considerar que solo agotan.

Aunque un punto positivo para Trump es que no consume alcohol, sí se sabe que bebe hasta doce latas de cola light con cafeína al día y algún batido de chocolate. «La ingesta tan elevada de este tipo de bebidas nos aparta de beber agua, que es lo que realmente necesita nuestro organismo para funcionar adecuadamente, y puede llevar a generar problemas para conciliar el sueño, digestivos o de descalcificación ósea», añade Escalada.

Los expertos desaconsejan este tipo de dieta, especialmente cuando se sabe que los estadounidenses tienen altos niveles de obesidad (37,3%) e inactividad física (35%).

Al otro lado del mundo y de los hábitos del presidente de EE UU están los del líder ruso, Vladimir Putin, firme defensor del deporte que arranca el día con natación y sigue con un entrenamiento de fuerza y resistencia. El 25,7% de los rusos tienen obesidad y apenas el 11,1% son inactivos físicamente. El presidente también es cinturón negro octavo dan en judo y kárate, y noveno en taekwondo; practica esquí y hockey.

Pero también su alimentación está considerada por los expertos como variada, saludable y equilibrada. Entre sus pocos pecados están el vino y la cerveza, evitando los destilados, y algunos pasteles; pero se sabe que consume proteínas magras, lácteos de proximidad (de productores locales), trigo sarraceno y miel para endulzar, considerada muy sana frente al azúcar. También es consumidor de verduras y frutas variadas o frutos secos y prefiere los asados y marinados, más sanos que los fritos.

Putin ha promovido el consumo de proximidad con medidas económicas proteccionistas y productos sometidos a controles sanitarios propios que tienen vetada la importación de frutas, verduras, carnes, pescados y lácteos.

El IMEO se ha centrado también en tres de los líderes europeos que representan a los países con mayor población

El IMEO se ha centrado también en tres de los líderes europeos que representan a los países con mayor población.

El presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, es un activo deportista que practica bicicleta, carrera y pesas al menos tres días por semana. El jefe del Ejecutivo fue jugador de baloncesto profesional en un conocido equipo madrileño durante su juventud.

Sánchez sigue una dieta mediterránea, la más popular en España (que tiene un 27,1% de obesidad y un 33,4% de inactividad), abundante en verduras, ensaladas, carne y pescado a la plancha. Entre sus caprichos están la cocina coreana y japonesa y reserva la paella y el cocido para los fines de semana. A la hora de beber, el cava o el vino y mucha agua.

En línea con este estilo de vida saludable, el Gobierno de España empezó a estudiar en la pasada legislatura la aprobación de un «semáforo nutricional» inspirado en el chileno que advierta en el empaquetado a simple vista de los principales valores del producto. El Ministerio de Consumo trabaja también en la fiscalidad de los alimentos y se prevén gravámenes elevados para la comida basura (grasas y azúcares), el alcohol y el tabaco frente a bajadas en los productos frescos.

La canciller alemana, Angela Merkel, ha experimentado una subida de peso en los últimos años desde que una fractura la mantuvo inactiva durante un tiempo. A raíz de esto se supo que la mandataria había hecho una dieta rica en frutas y verduras, vitaminas y minerales antioxidantes y perdió diez kilos.

La mandataria es muy discreta en su vida privada, pero se sabe que no practica deporte de forma rutinaria aunque le gustan el esquí de fondo y el senderismo. Es fan de la cocina tradicional alemana, que hace ella misma, y suele optar por salchichas con salsa y puré de patatas, fondue de queso y cerveza, todos ellos productos de proximidad pero muy calóricos. No obstante, sus cenas son ligeras y a base de verduras.

 

 

Pedro Sánchez, Angela Merkel y Emmanuel Macron, mantienen políticas alimentarias muy similares, en línea con la UE, promoviendo el consumo de agua y los productos frescos y sancionando las grasas y azúcares.
Pedro Sánchez, Angela Merkel y Emmanuel Macron, mantienen políticas alimentarias muy similares, en línea con la UE, promoviendo el consumo de agua y los productos frescos y sancionando las grasas y azúcares.

 

Alemania, que tiene un 25,7% de población obesa e inactiva en un 23,4%, introducirá el semáforo nutricional en abril aunque será voluntario.

El más joven de los líderes analizados, el francés Emmanuel Macron, cuida su dieta y realiza ejercicio físico habitualmente en un país con unos porcentajes de obesidad relativamente bajos para un país desarrollado, el 23,2%.

El presidente, de 42 años, es también consumidor de una dieta mediterránea en la que abundan las frutas, verduras, hortalizas y legumbres. «Estos alimentos, aparte de saciar sin aportar un exceso de calorías, le permiten cubrir sus requerimientos de vitaminas, minerales y fibra», señala la nutricionista Carmen Escalada.

Otros productos que valora, de proximidad, son los pescados, aves, huevos, ternera o lácteos, preparados con recetas locales. Sus debilidades más nocivas son el foie-gras y el vino, que considera adecuado en una cantidad de dos copas al día, algo no respaldado por los nutricionistas. Los hidratos de calidad, fundamentalmente en panes variados, le garantizan la energía que consume con deportes como el fútbol, el savate (boxeo francés), el esquí náutico y el tenis.

Francia ha aprobado un proyecto de ley que entrará en vigor en 2021 para mejorar la calidad nutricional de los alimentos y fomentar hábitos más saludables en la población que incluye medidas como el ya conocido semáforo nutricional, no solo en el empaquetado sino en la publicidad.

 

 

 

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