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Villasmil: Nuestros idus de marzo – Coronavirus y liderazgo

 

“Quizá la más grande lección de la historia es que nadie aprendió las lecciones de la historia.”

Aldous Huxley.

 

¿Seremos capaces de aprender las lecciones que nos está ya dejando el coronavirus? Es un dato cierto que se originó en China, bajo un régimen comunista, que de entrada quiso ocultarlo, quitarle importancia –incluso persiguió a los médicos que inicialmente alertaron de los peligros que implicaba- y que ya anda diciendo que el virus se originó en el extranjero. Esa conducta insensata de parte del poder del nuevo emperador Xi Jinping es la muestra prototípicamente perfecta de una serie de contrastes que se han venido dando entre los liderazgos políticos a la hora de enfrentar la pandemia.

En Italia, donde en estos momentos la situación sigue siendo muy grave, tenemos al líder de unos de los partidos gobernantes, el partido Demócrata (de izquierda socialdemócrata) quien, cuando ya las infecciones eran más de 400 casos y las muertes ya estaban en los dobles dígitos (febrero 27), publicó en las redes una foto suya chocando vasos “por un aperitivo en Milán”, y urgiendo a la gente a que “no cambiara sus hábitos”. Días después, cuando la macabra estadística alcanzaba a las 5.883 infecciones y 233 muertos, este señor, Nicola Zingaretti, publicó un video para informarle a sus compatriotas que él había sido infectado por el virus.

 

                Nicola Zingaretti, brindando, feliz, el 27 de febrero..

 

Ese mismo 27 de febrero, el canciller italiano, Luigi Di Maio, líder de otro partido en la coalición gubernamental (Movimiento Cinco Estrellas), ofreció una rueda de prensa en Roma en la cual afirmó tajantemente y con insensata soberbia que “en Italia hemos pasado del riesgo de una epidemia a una infodemia”, atacando sin piedad o prudencia a unos medios de comunicación que solo destacaban los peligros del contagio, añadiendo que “solo un 0.089 % de la población italiana estaba bajo cuarentena”. Y lo decía con orgullo, como si fuera un logro y no una muestra de ceguera extrema.

 

Sandra Zampa

 

La subsecretaria del ministerio de salud de Italia, Sandra Zampa, reconoció que los sucesos en China no fueron visto por muchos en el liderazgo como una advertencia, sino como “una película de ciencia ficción que no tiene que ver con nosotros”. Y cuando todo explotó en su país, el resto de Europa “nos miró a nosotros como nosotros lo habíamos hecho con China”. No deja de ser una señal que Lombardía, la región italiana más seriamente afectada, es la que tiene mayores vínculos económicos con ese país asiático.

En otro país europeo, España, democrático, pero bajo un gobierno socialista-comunista cuyos líderes conocían el peligro que ya estaba presente, no solo no se impidió, sino que incluso ellos alentaron la realización de 72 marchas en el país el Día Internacional de la Mujer (domingo 8 de marzo) para promover sus programas y propuestas de Gobierno manifiestamente feminazis. La política por encima de la salud y la sensatez. Como si fuera poco, Pedro Sánchez y Pablo Iglesias han saboteado y atacado la gestión gubernamental madrileña, por ser de oposición.

¿Qué decir de esas desgracias humanas que son Nicolás Maduro, Miguel Díaz-Canel y Daniel Ortega, auténticos impulsores de la agonía ciudadana? Tres regímenes cuyos liderazgos son incapaces de la más mínima empatía, de al menos fingir un ejemplo microscópico de solidaridad. Lo dije en mi artículo anterior: ellos no quieren ciudadanos, solo súbditos, y les da igual que estén vivos o muertos, dentro o fuera del país. La periodista cubana Luz Escobar señala en 14ymedio que los medios oficiales cubanos han difundido una “mística de la inmunidad”; una caricatura muy difundida muestra a una mujer ataviada de enfermera que golpea con un bate de béisbol al virus para enviarlo bien lejos. Hay quienes todavía creen que la enfermedad, como un temido y caprichoso huracán, cambiará de rumbo y se alejará de la Isla. Pero cada vez son menos”.

Maduro, Díaz-Canel, Ortega: los tres, como su amigo el líder chino, quieren convertir la pandemia en una batalla ideológica.

Otra periodista cubana, Mabel Cuesta, destaca algo que es asimismo válido para venezolanos y nicaragüenses: “a nosotros, cubanos más desprotegidos que nunca, nos toca velar por nuestra gente, ser nuestro propio Gobierno, nuestro particular paquete de medidas”.

Estamos aprendiendo a ser escépticos frente a los panglosianamente optimistas o los apocalípticos inveterados. Y a encontrarnos como personas, como comunidades, para juntos sobrevivir a esta tragedia. Porque, como afirma el intelectual Yuval Harari: El verdadero antídoto contra la epidemia no es la segregación, sino la cooperación. Si no cooperamos, no solo está en peligro nuestra vida, sino la especia humana. “Dado que una sola persona puede albergar billones de partículas de virus que se someten a una replicación constante, cada persona infectada ofrece al billón de virus nuevas oportunidades para adaptarse mejor a los humanos. Cada portador humano es como una máquina de juego que le da al virus billones de boletos de lotería, y el virus necesita sacar solo un boleto ganador para prosperar”.

Es hora de que entendamos que el papá (o mamá) Estado por sí solo no nos salvará; todos somos responsables, y no solo de nuestras vidas, también de las de los otros. Tenemos la oportunidad de reinventar, con imaginación, tolerancia y paciencia, la convivencia, e insuflarla de menos materialismo y más espíritu cívico. Es lo que de alguna manera hemos aprendido a hacer los venezolanos en la lucha contra la tiranía. La palabra clave es solidaridad, que fue acertadamente usada por el único líder del planeta que ha hablado con claridad, sencillez y realismo pero asimismo con responsabilidad, anunciando decisiones, y el porqué de su necesidad, a pesar de su dureza; usando una narrativa clara, plena de valores así como libre de tecnicismos incomprensibles: Angela Merkel.

Concluyamos esta nota con extractos de sus palabras:

 

Corresponde a una democracia abierta que transparentemos y expliquemos las decisiones políticas. Que fundamentemos lo mejor posible nuestro proceder y lo comuniquemos, para que resulte comprensible.

Por eso, permítanme decirles: la situación es seria. Tómenla también en serio. Desde la reunificación de Alemania, no, desde la Segunda Guerra Mundial, no se había planteado a nuestro país ningún otro desafío en el que todo dependiera tanto de nuestra actuación solidaria mancomunada. (…)

No son cifras abstractas en una estadística, sino un padre o un abuelo, una pareja. Son personas. Y nosotros somos una comunidad en la que cada vida y cada persona cuentan.

Y ahora paso a lo que, para mí, es hoy lo más urgente. Todas las medidas estatales no darán resultado si no utilizamos la herramienta más eficaz contra la propagación demasiado rápida del virus: se trata de nosotros mismos. Tal como cualquiera puede ser afectado por el virus, todos y cada uno de nosotros debe ayudar. En primerísimo lugar, tomando en serio lo que ocurre. No hay que caer en el pánico, pero tampoco hay que pensar ni por un instante que no depende de usted. (…)

Eso es lo que nos muestra una epidemia: cuán vulnerables somos todos, cuánto dependemos del comportamiento considerado de otros, pero también cómo podemos protegernos y apoyarnos unos a otros, actuando mancomunadamente. Ahora depende de cada uno.

Somos una democracia. No vivimos de imposiciones, sino de conocimientos compartidos y participación. Esta es una tarea histórica y solo podemos superarla unidos.

Cuídense mucho, y también a sus seres queridos. Muchas gracias.»

 

 

 

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