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Brasil avanza con paso firme en el camino a convertirse en el epicentro mundial del coronavirus

El país suma más de 1.100 muertes al día y ya es el tercer país con más contagios, mientras sigue sin un ministro de Salud definitivo. El presidente, Jair Bolsonaro, insiste en el uso de la cloroquina

Brasil sigue firme en su camino para convertirse en el epicentro de la pandemia del coronavirus. El martes superó por primera vez la barrera psicológica de los 1.000 muertos diarios (se registraron 1.179 fallecidos), llegando casi a los 18.000, y sigue subiendo posiciones en el triste ránking mundial de enfermos. Ya es el tercer país con más casos confirmados (más de 270.000), tan sólo por detrás de EEUU y de Rusia, y de momento no hay ningún indicio de que las cosas vayan a mejorar a corto o medio plazo, más bien al contrario.

Diversos estudios apuntan que Brasil podría estar a punto de convertirse, si es que no lo es ya, en el país del mundo con más casos. Las cifras podrían parecer relativamente discretas para un país de 210 millones de habitantes, pero los números son engañosos. El país tropical está testando muy poco (3.462 tests por cada millón de habitantes), por lo que es difícil calibrar el impacto real del virus. Un estudio coordinado por la Universidad de São Paulo (USP), estima que en estos momentos hay más de 3,3 millones de brasileños contagiados, 12 veces más de lo que dicen los datos del Gobierno.

Uno de los coordinadores de este estudio, el físico Domingos Alves, cree que el país está librando a ciegas la guerra contra la Covid-19: «Los gestores construyen hospitales de campaña sin tener una verdadera noción de cuántas personas llegarán al día siguiente para ser internadas (…) Nuestras proyecciones son conservadoras, tenemos más de tres millones de casos, ese número alerta de que el número de casos en Brasil ya es mayor que en EEUU. Nuestra epidemia ya está en un punto bastante importante», decía en una entrevista a la cadena Globonews.

La curva sigue su ritmo ascendente sin que haya un liderazgo claro al frente del ministerio de Salud. Dos ministros dejaron el cargo a lo largo de esta crisis por sus diferencias con el presidente, Jair Bolsonaro, que sigue mostrándose contrario a las medidas de aislamiento social para evitar los contagios. El último en tirar la toalla fue Nelson Teich, la semana pasada, después de continuas presiones para que estimulara el uso de cloroquina e hidroxicloroquina para los pacientes de Covid-19.

LA OBSESIÓN POR LA CLOROQUINA

Desde entonces, el ministro interino es un militar sin conocimientos médicos, el general Eduardo Pazuello, que esta semana nombró a otros nueve militares para cargos técnicos del ministerio. Bolsonaro avisó de que probablemente «estará bastante tiempo en el cargo».

Aprovechando el impasse, el ministerio de Salud publicó un protocolo que recomienda el uso de la cloroquina. El documento, que no lleva la firma de ningún profesional sanitario, la recomienda incluso para pacientes con síntomas leves, y reconoce que «aún no hay exámenes clínicos (…) que comprueben el beneficio inequívoco de estas medicaciones». Los enfermos dispuestos a arriesgarse deberán firmar un texto que advierte que su condición clínica puede agravarse, ya que los efectos colaterales pueden incluir desde daños en el hígado y en la retina hasta arritmias cardiacas.

Los anteriores ministros de Salud eran reacios a recomendar el uso de cloroquina temiendo un desgaste en su carrera profesional o incluso medidas severas por parte del Consejo Federal de Medicina. Con un ministro militar, Bolsonaro ya no tiene ese problema y puede fingir que el país ya tiene una solución a la crisis y está listo para que todo vuelva a la normalidad.

Esta sustancia, que en Brasil es relativamente común porque se usa para tratar la malaria, es una obsesión de Bolsonaro desde el principio de la pandemia, algo que también tiene en común con Donald Trump. Ya en marzo, dio órdenes para que el laboratorio químico del Ejército la empezara a producir a gran escala y ahora ya se trabaja un ritmo de un millón de comprimidos por semana.

Al ser cuestionado por la iniciativa brasileña, el director de emergencias de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Michael Ryan, remarcó que cada país tiene libertad para aconsejar a sus ciudadanos, pero que en el caso de la cloroquina y la hidroxicloroquina la directriz oficial es que su uso se circunscriba a los experimentos clínicos.

Bolsonaro sabe que el tema es polémico y que causa regocijo entre sus seguidores más fieles. En una entrevista con un bloguero bromeó al proponer una forma de resolver la controversia: «¿Has visto lo educado que soy? los de derechas que tomen cloroquina, y los de izquierdas, Tubaína [un refresco]», dijo. Y acto seguido soltó una carcajada.

 

 

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