Ética y MoralPolítica

Karina Sainz Borgo: El cardenal Iglesias

Lo cardenalicio le viene de lejos a Iglesias, no por el habla afectada y pausada de prelado que usa, sino por sus prácticas a lo Papa Borgia

Que sea marquesa de Casa Fuerte no exime a Cayetana Álvarez de Toledo de sus deberes ni sus derechos. Tampoco la apea de la democracia. La portavoz popular, que tiene el don de enfadar a propios y ajenos con su prosa amoladora, devolvió el zarpazo a Iglesias, quien la acusó este miércoles en el pleno del Congreso de ser una aristócrata. Fue la única contestación del vicepresidente segundo al discurso previo en el que la diputada lo responsabilizó de menoscabar la democracia.

La respuesta de Álvarez de Toledo tenía lógica, al menos en su sentido estricto. La filiación de su familia paterna con el II Duque de Alba de Tormes le vino dada, tanto como a Iglesias ser hijo, según ella, de un “terrorista”. Ninguno de los dos podía hacer nada al respecto, dijo la diputada del PP refiriéndose a la militancia del padre del vicepresidente Iglesias en el FRAP. El lance eclipsó la sesión parlamentaria y condujo a Iglesias al terreno en el que se siente seguro.

Las palabras segregan. Activan la lógica de los bandos y los resentimientos: el facha y el rojo, el revolucionario y el contrarrevolucionario, el noble y el campesino, el empresario y el explotado. Convierten la convivencia en combate y el señor Iglesias lo sabe. Por eso echa mano de la palabra como arma. No en vano el líder de Podemos trabajó para un Hugo Chávez que llamó oligarcas y escuálidos a quienes se oponían a él.

Pero hubo más. Durante el pleno parlamentario, Pablo Iglesias aparcó su retórica cardenalicia y puso los brazos en jarra para acusar a Teodoro García Egea de instigar una rebelión de la Guardia Civil. Lo hizo en medio de la sesión de control encaminada a abordar la crisis desatada por el ministro y juez Marlaska. Iglesias mató dos pájaros de un tiro: alimentó la mitología del golpismo de jueces y militares contra el gobierno y echó tierra sobre un asunto incómodo para el vicepresidente segundo: el caso Villarejo.

 

Iglesias mató dos pájaros de un tiro: alimentó la mitología del golpismo y echó tierra sobre el caso Villarejo

Apenas tres días antes del pleno en el Hemiciclo, trascendió la revocación a Iglesias de la condición de «perjudicado y ofendido « en la investigación del presunto espionaje del excomisario José Manuel Villarejo a Podemos. Al juez no le quedaba del todo clara la versión del robo del móvil que dio Dina Bousselham, ex asesora de Pablo Iglesias en el Parlamento Europeo y exdiputada en la Asamblea de Madrid, cuando fue llamada a declarar.

En el interrogatorio, Bousselham aseguró que Pablo Iglesias, quien fuera su jefe y ahora es vicepresidente de Gobierno, le entregó «destruida» la memoria SD del móvil que le habían robado en 2015. Lo hizo seis meses más tarde, cuando la prensa ya había publicado los pantallazos de sus conversaciones. ¿Por qué el líder de la formación morada ocultó a su asistente y a la Policía que tenía en su poder la tarjeta?, se preguntó el juez.

Lo cardenalicio le viene de lejos a Iglesias, no por el habla afectada y pausada que emplea a veces, sino por sus prácticas a lo Papa Borgia. Hay una política de las relaciones y los afectos, una endogamia de alcoba en la gestión de su poder. Como el pontífice valenciano, acostumbrado a las lealtades, Iglesias confunde el ejercicio político con sus relaciones sentimentales.

Tania Sánchez fue la madrina de Podemos y pareja de Iglesias cuando él saltó a la palestra política. En plena purga de los disidentes del Tercer Vistalegre, Iglesias recurrió a Irene Montero, que de novia pasó a ser la madre oficial de la familia y «guardiana de las esencias del partido», como asegura Luca Costantini en su libro Aquí mando yo (La esfera de los libros). Fue entonces cuando se mudaron a La Navata, esa especie de corte de Escocia en Galapagar desde donde Iglesias y Montero despachan agenda y alcoba, como si en lugar de un partido, dirigieran un reino.

 

Como el pontífice valenciano, y acostumbrado a las lealtades, Iglesias confunde el ejercicio político con sus relaciones sentimentales

Que Iglesias tenga a Irene Montero como el Papa Borgia tuvo a Vannozza Cattanei, no lo exime de tener a su alrededor a unas cuantas Julia de Farnesio, una de las amantes del prelado en su carrera por el poder de San Pedro. Como ocurrió con Borgia, con Iglesias tampoco hay demasiadas pruebas documentales sobre su corte sentimental y política. Pero basta dar un repaso para recomponer el paisaje.

Uno de los aspectos más criticados del Papa valenciano fue justamente el reparto de cargos y favores que hizo entre sus familiares. Algo parecido le ocurre a Iglesias con las mujeres con las que se le relaciona. Desde la ministra de Igualdad, mano derecha y matriarca del Partido, hasta Lili Verstrynge, quien recientemente ha sido nombrada asesora de la Vicepresidencia Segunda del Gobierno y a quien se le atribuye una relación personal con Iglesias.

 

Algo parecido al reparto de cargos del Borgia le ocurre a Iglesias con las mujeres con las que se le relaciona; no es posible saber si Iglesias tiene un harén o un gabinete político

 

También a Dina Bousselham se le relaciona sentimentalmente con el líder de Podemos, una versión que cobra fuerza tras la destrucción de la tarjeta SIM del teléfono de la actual directora de La Última Hora!, diario digital afín a Podemos y que nace con la intención de luchar contra los bulos. A este paso no es posible saber si Iglesias tiene un harén o un gabinete político. Resulta curioso que el líder de un partido que se dice feminista incurra en ese viejo gusto de los déspotas por la doble moral. Es decir, predicar una cosa y practicar su contraria.

De ahí el eficiente artilugio del que echó mano esta semana Pablo Iglesias en la comisión de Reconstrucción del Congreso, con el compadreo de Patxi López además. Es una cortina de humo fabricada con el material que mejor sabe usar Iglesias: las palabras. Le gustaba al líder de Podemos Juego de tronos, ahora le quita el sueño Baron noir, la serie francesa inspirada en la estadounidense House of Cards y que elogió en sus redes sociales. De cardenal Borgia a Richelieu, el vicepresidente Cienfuegos apunta maneras. Hay tela suficiente como para empapelar varias alcobas y, cómo no, socavar una estructura de separación de poderes que lo encorseta bajo el traje cardenalicio. Entre la mitra y el pasamontañas, ¿qué prefiere Iglesias?

 

 

 

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