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Sergio I. Melnick: El nuevo muro de Berlín, ahora digital

Estamos al borde de una nueva guerra mundial, o al menos de otra Guerra Fría muy dolorosa. El modelo chino es simplemente imbatible en su capacidad de progreso material. Las democracias tradicionales no han evolucionado debidamente para poder competirle, ya que son muy lentas y las minorías ejercen vetos a veces inaceptables.

El socialismo fracasó

El modelo socialista clásico, ese que se organizó en la Unión Soviética a inicios del siglo 20 y que tanto daño hizo a la humanidad libre, finalmente fracasó miserablemente. Lo derribó el hambre y la opresión. El símbolo elocuente de ese fracaso fue la estrepitosa caída del muro de Berlín en noviembre de 1989, hace exactamente 30 años. La democracia liberal y la libertad económica triunfaron ampliamente en la Guerra Fría. Fue muy superior en el bienestar de su población, en la ciencia y tecnología, en libertad, en democracia y en prestigio.

El último despojo de esas añejas ideas de Marx están aún enquistadas en algunos países de América Latina, como Cuba, Venezuela y Nicaragua, y también en Laos, Corea del Norte, Vietnam y en algunos países africanos. En América Latina, el oscuro Foro de Sao Paulo fracasó con el desplome del castro-chavismo que lo financiaba, y hoy le sigue el Foro de Puebla. Es una agenda abiertamente totalitaria disfrazada de solidaridad y manipulada a través de levantamientos civiles organizados. Lo hemos visto en Colombia, Chile, y curiosamente en Estados Unidos recientemente.

El socialismo de Marx es intelectualmente muy pobre y antiguo para el mundo moderno, ya que es totalmente ausente del entendimiento de la revolución tecnológica, que fue la clave del siglo 20. Por ello sólo puede crecer en medio de la ignorancia y la corrupción política escandalosa. Cuba es el ejemplo más claro de una dictadura hereditaria de 60 años. Lo peor es que dicho modelo socialista finalmente sólo profundiza la pobreza, la desigualdad, y las dictaduras sin piedad.

Emerge un nuevo modelo: China capitalista y dictatorial

La caída de la Unión Soviética permitió la emergencia de un modelo muy distinto, que es la evolución del modelo comunista chino. Una dictadura, sin duda, pero decididamente pragmática, no ideologizada. China dejó de ser marxista hace 30 años y se embarcó de frente en las bondades del capitalismo, la propiedad privada, el libre emprendimiento, el consumo masivo. Pero sin libertad política. Richard D’Aveni le llama “capitalismo administrado”, con protección de los mercados internos, subsidios gubernamentales para sus industrias nacionales, el robo de propiedad intelectual, los programas sociales ajustados, tasas de interés artificialmente bajas, una moneda subvaluada artificialmente, empresas propias que actúan en interés del gobierno chino, la guerra cibernética y las prácticas laborales injustas.

Lo que hizo China fue apagar la política cuando es autodestructiva o tiende a ser caótica, como ocurre por ejemplo en Chile hoy. Yo ciertamente soy partidario de la democracia, pero no de esa que ha sido capturada por políticos inescrupulosos para sus propios beneficios. La dictadura de la política es tan mala como cualquier otra dictadura. Argentina es otro ejemplo de un país que se empobrece con las ideas socialistas, encarnadas en el populismo peronista.

Con ese nuevo modelo, China generó literalmente la mayor cantidad de ricos y súper ricos que se han generado en el mundo en 40 años: 400 millones de chinos tienen estándares de vida iguales o superiores a los de los países más avanzados del mundo. China pasó de tener 95% de pobreza a sólo 5%. No sólo eso: se atrevió a mirar a largo plazo y alineó sus energías en esa dirección.

Por todo lo anterior, hoy China disputa a nivel mundial, especialmente contra Estados Unidos, el predominio tecnológico en diversas áreas como la electromovilidad, la inteligencia artificial, la robótica, 5G, o la biotecnología, como lo estamos conociendo hoy en día con mucho dolor. China formalmente se ha propuesto en su plan central llegar a ser el líder mundial en todas las tecnologías para el 2049, y lo está logrando con su extraño modelo socio-económico. El futuro de la humanidad es el futuro de la tecnología y China camina en esa dirección.

Hoy estamos al borde de una nueva guerra mundial, o al menos de otra Guerra Fría muy dolorosa. El modelo chino es simplemente imbatible en su capacidad de progreso material. Las democracias tradicionales no han evolucionado debidamente para poder competirle, ya que son muy lentas y las minorías ejercen vetos a veces inaceptables. Hay intelectuales americanos que ya plantean este dilema. Josh Rogin sostiene que «existe un creciente consenso bipartidista en Washington de que Estados Unidos está perdiendo su ventaja en la competencia estratégica con China. Pero, hasta ahora, ha habido poco acuerdo sobre qué hacer al respecto. Hoy hay un nuevo plan con casi 100 ideas sobre cómo comenzar«.

El nuevo muro digital entre las redes 5G

Hoy la humanidad construye una especie de mente tecnológica colectiva, cuyos alcances aún no somos capaces siquiera de imaginar. Hablamos de 8.000 millones de seres humanos interconectados con cientos de miles de millones de computadores en la nube con poderosos motores de big data e inteligencia artificial. Con un sistema de realidad aumentada facilitada por trillones de aparatos interconectados a través de la internet de las cosas (IoT). Quienes creen que la humanidad controlará esta extraña entidad se equivocan. La inteligencia artificial superará todo lo conocido por la inteligencia humana. Los científicos más adelantados se preguntan si esa nueva mente tecnológica eventualmente adquirirá consciencia propia. No lo sabemos, pero probablemente así será. Si se quiere entender el episodio de Estados Unidos con Huawei el 2019, esta es la pista real. David E. Sanger, el 2019, señaló que Trump finalmente logró construir su muro, pero no con México; se trata de algo mucho más complejo: una barrera para bloquear el sistema de telecomunicaciones que China construye alrededor del mundo.

La columna vertebral de esta nueva mente tecnológica colectiva en efecto son las telecomunicaciones, el sistema nervioso. Ese es el gran desafío de la 5G y la 6G. La nueva red 5G ya da los primeros pasos a una realidad de tipo holográfico, y eso se parece ya al funcionamiento de la mente. La 5G es una nueva “densidad” de redes comunicacionales, a velocidades sorprendentes que admiten una nueva forma de realidad. Acóplese esto a lo que se conoce como “wearables”, que son sensores acoplados directamente al ser humano, y la trama de la película está marcada.

Hoy en la literatura especializada ya se habla de la implantación de chips en los seres humanos. Algunos piensan que la nueva vacuna contra el Covid podría traer nanochips que estarían al alcance de las redes 5G. Bill Gates ha quedado atrapado en esta controversia por su doble interés en la bio tecnología y la informática.

El predominio de las redes 5G es parte del enfrentamiento global, que hoy encabezan China y Estados Unidos. Quien controle esas redes controlará los grandes motores de datos e inteligencia artificial, y por ende a los seres humanos y la economía, la defensa y todo lo demás.

Mi pronóstico entonces es que habrá dos grandes redes de 5G en el futuro no lejano. La de China autoritaria versus la del mundo libre. Y entre ambas se levantará el nuevo gran muro digital que separa esas dos realidades. Hoy la disputa es quiénes instalan esas redes 5G en los diferentes países. Si se usa la tecnología china, quedaremos sujetos a ese régimen. Si se usa la americana, tendremos al menos la esperanza de un tiempo más de libertad.

La gran pregunta para Chile es en cual red preferirá estar.

 

 

 

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