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La incompetencia exterior de Sánchez

¿Cuándo entenderán en este Gobierno que los políticos quieren políticos y no funcionarios en cargos políticos?

Venden la piel del oso a los cuatro vientos y cualquier cazador experto hubiera anticipado que ambas presas estaban a una distancia de tiro casi inalcanzable. Y no sólo porque la división interna del Gobierno español haga dudar a los socios europeos de que Nadia Calviño tenga asegurados dos años y medio más como ministra de Economía, condición indispensable para liderar el Eurogrupo. Es que la solidez de su candidatura estaba en cuestión desde el primer momento.

La carrera de Calviño tampoco es que sea espectacular. Lleva dos años en el Ministerio de Economía en los que no ha tenido grandes éxitos y a diferencia de algunos de sus pares europeos, como el británico Rishi Shunak y su apoyo con medidas concretas a la hostelería, no ha tomado iniciativas notables para reactivar la economía tras la pandemia.

Es bien sabido que en el país de los ciegos el tuerto es rey. El currículo de Calviño también le pesa y no precisamente de forma positiva. Ella es funcionaria, técnico comercial del Estado, y desde ese puesto llegó a la Comisión Europea donde el Gobierno de Mariano Rajoy, con Íñigo Méndez de Vigo como secretario de Estado para la UE, se las vio y se las deseó para colocarla como directora general de presupuestos. Era el cuarto director general español –hoy sólo nos queda uno– y su edad, 44 años, jugaba en su contra. A Calviño también le perjudicaba en esta elección el contexto: los dos últimos presidentes del Eurogrupo fueron socialistas: el holandés Jeroen Dijsselbloem y el portugués Mário Centeno y el actual comisario europeo de Economía, Paolo Gentiloni, expresidente del Consejo de Ministros italiano, también es socialista. Claramente, en una UE donde el ganador de las últimas elecciones fue el PPE, no podía dejarse toda la Economía en manos de la izquierda.

Pero la incompetencia exterior de Sánchez, su desconocimiento de cómo funciona Europa, le ha llevado a vender en sus medios afines la seguridad de la victoria de su candidata y a dar como aliados que garantizaban la victoria a quienes no le han dado su verdadero apoyo. El caso más claro es el de la canciller Merkel. Sí, claro que Merkel apoyó la candidatura de Calviño. Pero con la boca chica. El peso de Alemania en el Eurogrupo –y en casi todo en Europa– se basa en mover a sus aliados fijos en votaciones como ésta. Todo el mundo sabe que eso incluye a los tres reinos del Benelux, a Austria y a Finlandia. Yo no sé que ha votado cada uno de sus ministros, pero sí sé que no han votado todos a Calviño, porque si lo hubieran hecho, las cuentas finales no serían las que conocemos.

El fracaso de Nadia Calviño se suma al de Arancha González Laya cuya candidatura a la dirección de la Organización Mundial de Comercio fue presentada el pasado 25 de mayo como «claramente favorita». No es que después haya perdido su condición de mejor situada y eso haya forzado la retirada de su candidatura. Es que nunca fue favorita. Como decíamos en estas páginas («El bombo de 2020», ABC 27-05-2020) «…González Laya llegó al Gobierno de la mano de Calviño y Ribera, hoy en horas bajas. Pero no tanto como ella, a la que se candidata a la dirección de la OMC como perfecta “patada para arriba”. El equipo de Moncloa no soporta a la ministra que durante toda la pandemia se ha limitado a hacer llamadas de teléfono y escribir tuits. Lástima. Parece que hay posibilidades de un candidato africano». Y africano había y hay. Pero querían vender la mentira de su idoneidad basada en que había sido jefa de Gabinete de Pascal Lamy cuando dirigía la organización. ¿Cuándo entenderán en este Gobierno que los políticos quieren políticos y no funcionarios en cargos políticos? A ver cuál es la siguiente patada que le dan a Sánchez en nuestra espinilla…

 

 

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