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“Gracias, Uruguay”: la columna de La Nación que destaca el republicanismo de nuestro país

Una columna de opinión del periódico argentino La Nación, firmada por su subdirector Fernán Saguier y titulada «Gracias, Uruguay», repasa algunos acontecimientos que ocurrieron en nuestro país, que tiene que ver con el buen diálogo entre el actual oficialismo y oposición, la sana convivencia política y la ausencia de ofensas y agravios, entre otras cosas, que no ocurren en el país vecino.

«El presidente Luis Lacalle Pou, que apenas lleva tres meses de gobierno, va a visitar a su antecesor, Tabaré Vázquez a su casa del Prado. Lleva entre las manos una carpeta. Es el plan contra el coronavirus que le envió Vázquez solo seis días antes. El documento, elaborado por técnicos del Frente Amplio, tiene cien páginas. Lacalle lo lleva subrayado y marcado con papelitos de colores que separan las partes sustanciales», comienza el artículo, en referencia a la reunión que tuvieron el presidente y expresidente en el mes de mayo.

Así como destaca esta reunión en buenos términos, la nota indica que Uruguay también se encuentra bajo el efecto de la pandemia y recibió golpes en lo social, «con gente que pide ayuda y la atienden con ollas populares». Es decir, se reconoce que en nuestro país hay un fuerte clima de debate tanto en ámbitos legislativos como en declaraciones en los medios, pero, según señala el texto, «siempre con respeto, sin escándalos y sin agresiones».

«El gobierno encara una profunda reforma en el sistema de seguridad social. Para la comisión de expertos convocada a tal fin se anuncian representantes del oficialismo y de la oposición. Harán un primer diagnóstico y, luego, un proyecto de ley. Juntos», agrega la nota.

En este sentido, el expresidente Julio María Sanguinetti explicó a La Nación que nuestro país siempre «construyó una convivencia democrática armónica» en la que la «institucionalidad fue fuerte». «Cultivamos un estilo que busca acuerdos y entendimientos. El respeto personal no se pierde. Los expresidentes, por ejemplo, venimos de orígenes muy diversos, pero nunca dejamos de tener diálogo, no siempre coincidente, porque creemos que así seguimos contribuyendo a la vida democrática. Por otro lado, nuestra Justicia es independiente, comete errores, pero no se subordina a la vida política», dijo el líder de Batllistas al matutino.

En resumen, la nota indica que la transición fue «ordenada y republicana», ya que los presidentes entrante y saliente no se limitaron al protocolo y «se prodigaron auténticas señales de respeto y apoyo»; además la pandemia se combate con «unidad política» y las protestas de trabajadores se cuidan las formas de evitar la violencia y «aceptaron una rebaja salarial para preservar el empleo y, mientras tanto, se hacen acuerdos entre gobierno, sindicatos y empresas».

«Hoy, acaso como nunca, lejos de cualquier pompa y con cierto rubor por hacerle sombra al hermano mayor rioplatense, ese vecino con diez veces menos cantidad de habitantes y quince veces menos territorio nos esté dando la mayor lección de nuestra historia común: la de armonía y tolerancia», acota el subdirector del matutino.

Luego, realiza una comparación con Argentina, nuestro país vecino, que, según dice la nota, si se pudiera dibujar en una imagen sería con dos manos pulseando, enrojecidas y cada una tirando para su lado. «Un derroche de energía que nos inmoviliza, el desprecio y el prejuicio por sobre cualquier afinidad o puente de contacto. Con metrallas de discordia que nos distancian cada día más», sostiene la nota.

«Supongamos, por un momento, que el presidente Alberto Fernández invita a la Casa Rosada a su antecesor, Mauricio Macri, para consultarle su visión sobre la marcha de la pandemia en el país y sobre las consecuencias económicas que acarrean más de 130 días de cuarentena. Estaría dando una saludable señal de madurez política y un inequívoco mensaje de distensión hacia toda la dirigencia argentina, desde el actor más conocido al más marginal. Hizo exactamente eso con el intendente Horacio Rodríguez Larreta. Le ha dado su lugar, respetado y elogiado, al punto de llamarlo ‘amigo’. Asumamos este acto acaso de ingenuidad. Pero si sucediera, y fuera consecuente en el tiempo, contribuiría de una buena vez a pacificar el país y a disipar el insalubre nivel de tensión política que contamina nuestra atmósfera diaria», agrega.

En este sentido, el subdirector de La Nación entiende que el carácter de los hombre públicos se mide «no solo por aquello que se reservan decir, sino que también por lo que no callan llegado el caso de hablar con absoluta claridad».

«Coincidencia. Esa es la palabra clave. Pero para ello es necesario empezar por lo básico, deponer antagonismos irreductibles. Pensar en la sociedad en su conjunto y dar los pasos que nadie en su sano juicio rechazaría: diálogo, espíritu de resolver los conflictos naturales de la vida pública dentro de contextos de concordia, sana convivencia política, acuerdos, consenso, sin imposiciones, ofensas ni agravios. La sociedad está observando baldada y absorta», asegura Saguier.

Sin embargo, todo esto, según escribió, requiere «salud mental, grandeza y generosidad», algo que Saguier entiende que no es tan difícil. «Basta con levantar la vista y mirar al otro lado del charco. Y decirles a los uruguayos: ¡Gracias! Ellos, con su habitual don de gentes, nos retribuirían con su inconfundible: ¡Merece!», concluye la nota.

 

 

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