Torremolinos era una fiesta
El Pez Espada sigue en pie, aunque le han adosado el nombre de un nuevo propietario. Brilla como un diente roto bajo el sol, en un verano de pandemia. La fachada de siete plantas del que fue el mejor hotel de la Costa del Sol suma ya más de cincuenta años.
El Pez Espada sorprendió por su estética modernista en medio de La Carihuela, una zona de pescadores de Torremolinos donde hombres como Frank Sinatra acababan las fiestas a puñetazos y seres mitológicos como Brigitte Bardot paseaban descalzas por la calle San Miguel, la vía más transitada, de la que se cuenta, entre las anécdotas de la época, la existencia de una joyería que exhibía sobre el cuello de un gato los collares de brillantes y demás gemas. Torremolinos era una fiesta. O incluso algo más.
«Picasso y Dalí acostumbraban a pasar algunos días del verano en sus playas, también Luis Cernuda»
El Pez Espada fue el primer hotel de lujo y trapío que se levantó en la Costa del Sol. Diseñado por los arquitectos Juan Jáuregui Briales y Manuel Muñoz Monasterio, abrió sus puertas el 31 de mayo de 1959, luego de que el párroco, Sebastián Gracia, administrara la santísima bendición dando toquecitos en el aire con su hisopo metálico. El gran banquete de gala se celebró en una enorme recepción. Aquel fue el pistoletazo de salida del mítico hotel. La zona, sin embargo, ya gozaba de popularidad entre algunos: Picasso y Dalí acostumbraban a pasar algunos días del verano en sus playas, también Luis Cernuda.
El Pez Espada fue el primero de un cardumen de pompa. A este le siguieron el Hotel Carihuela Palace (1960), el Hotel Tropicana (1961) y el Hotel Tres Carabelas (1962). En la Costa del Sol los edificios crecían como setas, regados por la idea del turismo como una modalidad de progreso. En esos años, los del desarrollismo, Torremolinos se convirtió en una pasarela, literal y metafóricamente. No hubo personaje del cine, la moda, las artes o el espectáculo que no se dejara ver por allí. España era entonces un plató para buena parte de las productoras de Hollywood, así que sus díscolas estrellas se dejaban ver por sus habitaciones y pasillos, aireando sus excentricidades.
«No tuvo Sinatra una historia del todo afortunada con España, al menos a juzgar por sus ataques de celos con los toreros que pretendían a Ava Gardner»
Hay anécdotas memorables, como el altercado que tuvo Frank Sinatra en agosto de 1964 la noche del 17 al 18 de agosto con un periodista del diario Pueblo al que terminó propinándole unos cuantos puñetazos luego de que este intentara fotografiarlo al salir de La Parrilla, restaurante del hotel. El asunto terminó en comisaría y Sinatra tuvo que pagar una multa de 25.000 pesetas, el equivalente en la actualidad a 4.634 euros. No tuvo Sinatra una historia del todo afortunada con España, al menos a juzgar por sus ataques de celos con los toreros que pretendían a Ava Gardner. «Jamás volveré a ese maldito país», dijo después de llamar dictador a Franco.
En la playa privada del Pez Espada pastaron los seres más curiosos y disímiles, como si de una alucinada dehesa se tratara: Charlton Heston, Orson Welles, Elizabeth Taylor y Ava Gardner se dejaron ver, pero también Claudia Cardinale, Alain Delon, Sophia Loren y hasta el mismísimo general argentino Juan Domingo Perón, quien acudió en dos ocasiones, en 1960 y después en 1970. En su segunda visita, Perón lucía distinto. La muerte de Evita le había aportado cierta grisura. Perón se hospedó entonces en El Pez Espada con su segunda mujer, María Estela Martínez. Lo acompañó también José López Rega, El Brujo, siniestro ministro de su gabinete: el hombre que inspiró y fundó la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina), un grupo parapolicial responsable de la muerte y desaparición de más de 700 personas, entre ellas artistas, intelectuales, políticos de izquierda, estudiantes y sindicalistas. Los más raros seres, sin duda, coincidieron en aquellas playas.