Chitty La Roche: Del chavismo o la inflexión decadente (parte final)
“El sujeto del resentimiento es siempre el hombre, pero el origen de su resentimiento puede estar en su dimensión puramente individual o en su dimensión social, en cuyo caso el resentimiento se extiende en toda o en buena parte de la sociedad.” Manuel García Pelayo
No hemos tocado fondo; todavía nos queda sangre, sudor y lágrimas por verter, en este sostenido descenso a todos los avernos pero, tengo derecho al menos a interrogarme, ¿por qué y quiénes nos llevan a empujones en la caída, entre amarguras, desesperanzados, en la larga pasantía de la hórrida agonía?
Hemos indagado para entender el fenómeno que talla, por sí mismo, un hito en nuestro devenir y con entregas sucesivas, abordamos el instrumental que creímos necesario para, a ratos, deconstruir y comprender. Concluíamos en la crisis perfecta como diagnóstico y, en el colapso como fase final de la decadencia que, cabe advertir es el legado de los actores de la trágica secuencia que nos victimó como nación y como pueblo aunque ellos no exclusivamente, pero sí decisivamente.
Concluíamos la semana anterior así, “La consciencia histórica no se llenó de republicanismo y democracia, sino que colaboró desde la consciencia política al colapso de la república liberal democrática y al regreso de la barbarie. Como pueblo debemos apreciarlo y evaluarlo. ¿Este período reciente registra una patogénesis o una causalidad etiológica? ¿Hay responsabilidad histórica y a quiénes vale reclamársele?
La experiencia de la república liberal democrática contribuyó, y aún lo hace, con nuestra consciencia histórica pero, no pudo, no supo, no logró extrañar de la latencia memoriosa, el atractivo que acompaña la fascinación por el poder y los hombres que lo encarnan. ¿Cuáles credenciales exhibía Chávez en el 92 para legitimar su mortífera intentona? Y más grave aún, ¿El discurso del candidato golpista, además de odio y resentimiento, que contenía?
Mucho de la república autocrática subyacía y subyace en nuestra genética política y al someter a crítica y tasación al sistema erigido por la civilidad y la coexistencia pacífica y consensuada, reaparece la tara, y así se produjo el arribo del caudillo militar derrotado antes por la institucionalidad, de la mano de ella misma y del pueblo hiperestésico e intrascendente que premiaba la nada, el rencor como discurso, el falseo de la realidad, cargándose en la manipulación a la verdad y la coyuntura antipolítica así incoada, convocó a los demás factores.
En el modelado del tiempo, se advierte el rentismo como, agente que penetra de las más variadas formas en las definiciones antropológicas de nuestro homo verus. No es el trabajo lo que distinguimos y apreciamos como edificante sino el dinero, el fruto de la tenencia del capital. El comerciante y el empresario venezolano entiende que su tarea le permite un máximo de beneficio fácil y ningún deber hacia la sociedad que lo acoge y resguarda con infinidad de ventajas, y al hacerlo, engendra un acumulativo malestar social que ya ha estallado antes y creo, nos amenaza con otras erupciones.
De su lado, el trabajador común espera y fue entrenado para eso por el Estado, siempre y compulsivamente paternalista, protección e incluso, la legislación se inclinó groseramente a su favor para ofrecerle lo debido y más aún. El chavismo lo trata como al cliente al que quieren complacer y más que respeto le acuerda indulgencia plena. La democracia de partidos fue permisiva a ratos en demasía. La contratación colectiva traía en su esencia demandas exageradas y en el exceso se transmitía el déficit como inexorable consecuencia.
El pobre, el emigrante del interior hacia las ciudades y capitales, fue acogido y atendido por el puntofijismo, y la democracia de partidos destinó a los asentamientos populares, ingentes recursos, consolidando las barriadas con servicios sanitarios, educativos, metabolizando en lo posible en la economía formal ese contingente humano demandante de empleo, vivienda, transporte, vialidad y, tolerando también la informalidad que crecía exponencialmente hasta igualar y luego superar los circuitos convencionales.
Una idea que confunde clientelismo y populismo con equidad y justicia social a ratos mal entendida pero comprensible, se incrustó en la consciencia social de los estratos más modestos y los persuadió de la condición de acreedores nunca remediados. La decepción hacia el sistema encadenó con un relativismo democrático y aturdido por el mensaje orgánico de los medios de comunicación nihilistas, y de súbito, un fenómeno apareció y el lumpen terminó convertido en el gran elector.
Apenas uno que otro rasgo hemos comentado porque ya insistimos antes y en el afán de precisar la imputación a quienes son los padres de este Frankestein que se creó entre las falencias de la república liberal democrática y las reapariciones de los demonios del pasado para hacerle zapa al sistema democrático desde las amplios canales de la libertad de expresión y de prensa que también soliviantaron el bajo psiquismo, tolerando un subjetivismo mórbido que inclusive impresionó las bases de la república.
La antipolítica nació de la soltura en que se degradó la perspectiva de los encargados de conocer, informar y evaluar el acontecer. Se hizo noticia solo la mala noticia y se desconocieron los adquiridos y progresos verificados en el claro mejoramiento de las condiciones de vida de los venezolanos. Dejamos de comunicarnos, de comprendernos y entendernos. Los cálculos de las oligarquías irradiaron el ambiente y así surgió la desconfianza y la pérdida de la fe en ese sin embargo efectivo ejercicio de gobierno que llevó el país por un camino de ascenso con fallas, carencias, contratiempos pero, en el balance positivamente.
El chavismo llegó para negarlo y destruirlo todo; para adulterar a la democracia, para dizque transformar al estado y más bien se esmeró en despojar al poder de los controles que le eran ínsitos en el estado constitucional y lo peor fue que lo hizo socavando las seguridades conceptuales, institucionales, constitucionales, legales, éticas y morales y, en dos décadas logró el cometido; victimario y víctima él también de la ignorancia, ineptitud, cinismo, militarismo e irresponsabilidad.
En conclusión, la nación yace esparcida entre los restos de la república y de las simulaciones democráticas. No hay proyecto nacional. La nacionalidad no une ni convoca, herida profundamente por las centrifugas del desarraigo y la frustración. Rige el ilícito por doquier. Venezuela es una entelequia fragmentada y precaria y es -y no puede ser otra cosa- el legado posible del chavismo ontológicamente corrupto. Por eso se sigue hundiendo el país y no acaba de tocar fondo.
Nuevamente surgen las preguntas mil veces formuladas y sin respuestas convincentes tal vez, aunque todos sabemos cuáles son. ¿Hay cura para este entronizado mal? ¿Cómo y con quiénes? ¿Puede realmente rehacerse, refundarse, regenerarse Venezuela?
El diagnóstico es claro y resumiremos para describirlo. La perfecta crisis operando, lo que significa la concurrencia disfuncional, paralizante, deletérea de todas las crisis posibles presentes en la tragedia. Venezuela como sociedad y sistema esta catatónica. Luce exánime como proyecto, repetimos, comprometida su viabilidad y con amenazas de disolución.
Sanar a veces requiere cirugía mayor. Hay que extirpar el tumor antes de que haga metástasis final, terminal. Maduro y, este ensayo revolucionario que solo demuele, fracasa, destruye, son causa y efecto de todos los trastornos y complicaciones. Hay que apartarlos del cuerpo nacional o se nos acabará realmente muriendo la criatura. Es en serio compatriotas, si Maduro sigue, Venezuela muere y todos somos responsables de asumir y lograr ese objetivo impretermitible de separarlos del manejo de la cosa pública, de la potencia decisoria y como decía Talleyrand, “…si es urgente, ya es tarde.”
Para lograr ese primer cometido y especialmente, para las fases subsiguientes de un programa de rehabilitación, reanimación, resucitación del la cuasi lisiada patria de Bolívar debe, la araña social, volver a tejer. Redimir a la sociedad civil hoy inerte, postular desde un esquema de educación para la superación y la responsabilidad, inocular en cada vástago ciudadanía y auténtico comunitarismo y fundamentalmente, republicanizarnos hasta la médula más que democratizarnos como dijeron en su momento, los padres fundadores de la nación norteamericana entre otros instrumentos en El Federalista.
Claro que obra en la República como concepto, buena parte de la respuesta; pero en nosotros el peso de reconstruirla o recrearla o reinventarla cuidando de asumir en el ideario de libertad ingénito a la esencia del instituto, el compromiso de la autolimitación y la liberación de nuestro espíritu articulado en la vivencia de la virtud y valores trascendentes. El pueblo debe salvar al pueblo y su liderazgo hacerlo, en aquello que definía a los partidos que traeré no para ellos sino para la redención nacional, actuando como diría José Rodríguez Iturbe, “…Con espíritu de comunidad y comunidad de espíritu.”
¡Hay que hacerlo!
Nelson Chitty La Roche, nchittylaroche@hotmail.com, @nchittylaroche