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Alma Delia Murillo: Servicios malignos

Llevo tiempo reuniendo el coraje necesario para hablar de este tema. Hoy me aventuro a hacerlo no por valiente, sino por insensata.

Empezaré por preguntarme dónde quedó aquello de que los mexicanos somos amables y tenemos una vocación de servicio innata. ¿Será todo diluido en la trampa del #LordLoquesea y #LadyCualquiercosa que ya no podemos solicitar un servicio digno por terror a que se viralice un video y nos caiga la guillotina digital? Seamos sinceros: muchas veces, como consumidores o clientes tenemos razón al hacer un reclamo sensato pero aguantamos por terror a que alguien saque un video y lo publique fuera de contexto para arruinarnos la vida. Síono.

Hoy quiero decirles, queridos consumidores y hermanos del maltrato: no están solos. Yo también los he visto y hasta los he documentado, me refiero a los abominables seres que parecen venidos de inframundo a ejercer sus poderes sobre la Ciudad de México y han orquestado un terrible plan maestro para adueñarse de nuestra autoestima. Leviatanes, esfinges, grifos y dragones que atienden las ventanillas de servicio acechan día y noche sobre nuestras almas.

Así que con la lengua seca, manos sudorosas —y después de haberme procurado un ansiolítico—, hago este repaso de los miembros de esta cofradía poderosa y maligna que está tomando posesión de la ciudad y sus ciudadanos.

La mesera del mal

De rostro cetrino, impaciencia en la voz, enojo omnipotente y un uniforme espantoso, esta figura mitológica suele desintegrar con la mirada. Avienta el plato sobre la mesa, descompone la mezcla de café-crema que con tanto esfuerzo habías logrado, presiona para que pidas la cuenta, no responde al saludo y se asegura de traer todos los alimentos exactamente como no los pediste. Debes comer agachando la cabeza, concentrándote en tu sopa fría, permanecer en el anonimato. Pobre de ti si te atreves a levantar la mano, a pedirle algo. Entonces desearás no haber nacido porque con toda su rabia, su desencanto y su técnica perfeccionada durante años, te hará sentir miserable dedicándote una sola y congelante mirada. Piénsalo siete veces antes de provocar su furia.

El mesero invisible

Este ser se regodea en fastidiarte, te acosa, se burla de ti, finge que no te mira ni te escucha aunque tú estés batiendo las manos como en el final de una guerra o vociferando intensamente. Es perverso e inmoral. Si puede, se ensañará contigo hasta convencerte de que sólo imaginaste vívidamente que había un mesero cerca de ti. Saldrás del lugar con horribles temblores dudando de tu cordura y convencido de necesitar una consulta psiquiátrica. Pero sí aquí había un mesero, lo juro.

La taquillera fantasmal del Metro

Esta alma perdida vaga entre nosotros porque está cumpliendo penitencias de vidas anteriores. Te hará dudar de su existencia, de tu lucidez. Pero ella está ahí, dispuesta a intimidarte con toda la violencia pasiva de su silencio. Y si le da la gana, extenderá su mano de garras afiladas barnizadas en tonos carmesí y hará que te estremezcas mientras avienta las monedas y los boletos. ¡Tómalos y corre!, ¡corre por tu vida!

El personal maldito de las aerolíneas del Hades

Las aerolíneas son un círculo del infierno y su personal es un ejército de demonios mayores, ángeles caídos y todo tipo de criaturas concebidas para el mal. Te tratarán como delincuente, como idiota, como infectado del pabellón más virulento, se mofarán de ti, dispondrán de tu tiempo y te harán perder años de tu vida en largas y tortuosas esperas que no servirán ni para expiar tus pecados. Su maldad es total, sólo quieren hacerte infeliz y dejarte en la miseria, en la más absoluta de las pobrezas, extirpar hasta el último impulso de alegría de tu ser y hasta el último centavo de tu cuenta bancaria.

El Operador bestial del call center

Hemos llegado al límite, a la línea entre la vida y la muerte. Este ser monstruoso es el más terrorífico que se haya conocido nunca, peor que los temidos Cíclopes o la legendaria Esfinge. El Operador abusa de ti, te hostiga, te corta la respiración y te manipula para que termines aceptando que cualquier cosa es tu culpa: tú no marcaste bien, tú no tecleaste bien tu clave, tú no elegiste la opción correcta para el servicio que querías. Tú eres un ser vil, inútil, torpe, involucionado y debes morir.

Llamar al Call Center es como adentrarse en el espeso terreno de la adivinación, como rendirse a la voluntad del Oráculo de Delfos porque si eres elegido para hablar con un telefonista: estás maldito. Rogarás a los dioses que te responda una máquina porque el Operador Bestial podría inducirte al suicidio. Sólo los más fuertes superan esta prueba escalofriante y transformadora.

Pero si después de tales retos iniciáticos en tu camino del héroe emerges frágil, humillado, con heridas sangrantes y reptando pero vivo: felicidades, estás listo para habitar en la posmodernidad y ahora perteneces a la Cofradía de los Sobrevivientes a La Cultura Servicio al Cliente. Sé que cuando nos encontremos habremos de reconocernos y, sin decir nada, como dos guerreros honorables, nos daremos un abrazo.

 

 

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