La conciencia de Inés y la valentía de Iglesias
El líder de Podemos se la juega y se le puede quedar cara de flauta en la noche de la jornada electoral del 4-M
España produce bastante más política de la que puede digerir. Ni a trompicones se puede tragar tanta desmesura. La ordinariez política que campa por el laberinto español está a otra cosa y no es parar la pandemia. Están a sus asuntos, mientras mueren españoles y se siguen contagiando miles de ciudadanos que han de ver perplejos dónde pone esta gente el interés general: En su ombligo, e incluso una cuarta más abajo.
El estratega de La Moncloa debe estar orgulloso de la que ha armado en la huerta murciana y los efectos colaterales consiguientes. Ha perdido la moción, ha fortalecido a Ayuso, ha debilitado a Arrimadas y, por si no bastara, Pablo Manuel Iglesias hace fú como los gatos salvajes, y dice que se va del Gobierno de España –¡lo que le debe importar!- para apostar en su condición de madrileño y antifascista por la conquista del Gobierno de Madrid, y de paso a ver como le roba unos votos al PSOE. Es temeridad, no valentía.
Yo no sé si hay que agradecerle a Isabel Díaz Ayuso que lo haya sacado del Gobierno, sé que hay que considerar el detalle de no haber propuesto como vicepresidenta a la señora con la que comparte casa y familia. Si está pasando cuantos estamos viendo, esto de Irene Montero como vicepresidenta por qué no iba a ser posible. El estrambote por bandera.
Madrid era la clave, Ayuso la razón
Iglesias sabrá lo que se juega. Tensiona la política madrileña aún más. Irrumpe en un panorama en el que PP se dispone a acordar los grandes temas con Vox. Y se la juega, tanto que se le puede quedar cara de flauta el martes 4 de mayo por la noche. Habla como si fuera el único candidato de la izquierda, y no es verdad. Como si su alianza con los de Más Madrid y Errejón fuera una realidad, y no es verdad. Como si el PSOE no se presentara a las elecciones, lo que tampoco es verdad, aunque sí que para los modales de dos depredadores de libro de la política como Ayuso e Iglesias, Gabilondo es un alma en pena que empieza a dar lastima.
El todavía vicepresidente habla sin ningún recato de su valentía para dar este paso. No es verdad tampoco. La valentía es otra cosa, que ya dice Cervantes que el verdadero valor se encuentra entre la cobardía y la temeridad. Iglesias ha visto una oportunidad y aspira a aprovecharla ante el derrumbe que hay a su alrededor. Sabe que es sencillo ser valiente desde una distancia segura, porque con el mismo permiso de los inscritos e inscritas, y no se rían por favor, igual que sale del Gobierno mañana entra si le dan los votos para una nueva coalición. Y eso es lo que le debe animar al encabezar una lista que hace dos días las encuestas dudaban de que consiga el 5% para entrar en la Asamblea de Madrid.
Hemos pasado de la risa que generaban las declaraciones de Ayuso a ser la enemiga a batir, más aún que Casado. Lo estás haciendo muy bien, muy bien, muy bien, que cantaban los Semen Up allá por los años de la Movida. No quisiera resultar ordinario, pero los que conozcan la canción me entenderán mejor.
A la sombra de la cuarta ola
Tempus fugit. Un año en estado de alarma -de excepción, creen algunos- contra el coronavirus. Un año en el que se ha fortalecido lo peor de cada casa. Incluso aquellos que vinieron a regenerar la vida política apestan a mierda y a cuero viejo. Incluso nosotros, los ciudadanos, que después de los tres primeros meses de estado de alarma nos dimos inconscientemente a la nueva normalidad, cuando no a la fiesta.
Ni ha funcionado el Gobierno, ni hemos cumplido con lo que se esperaba de nosotros. Ni siquiera nos asusta que vayamos camino de los 100.000 muertos. Hay, sin embargo, sólo una circunstancia que aligera nuestra falta de responsabilidad. Cómo olvidar aquel día en el que el señor de La Moncloa se fue a Bilbao y decretó la derrota del virus, controlada la pandemia y doblegada la curva. Lo dijo tal y como lo escribo hoy, exactamente un 5 de julio, y ahí sigue, sin que nadie le haya pasado la factura de semejante barbaridad, luciendo palmito junto al presidente de Francia.
Ayuso es también una criatura del estadista Sánchez, y ahora también, y quizá con más razón de Iglesias. Le ha dado a la presidenta una dimensión que no tenía para desgastar a Casado. Y ahí la tienen ahora, más fuerte que nunca de cara a las elecciones en las que quiere que se vote comunismo o libertad. Y el PSOE con ¡Gabilondo de candidato! Y en Murcia, con un secretario regional socialista imputado por prevaricación, y que insta a los suyos “a estirar al máximo el chicle de la corrupción”. Chapeau presidente, lo estás haciendo muy bien.
Una moción de Cs contra Cs
Me cuesta mucho escribir sobre Ciudadanos. Tengo por costumbre hablar poco y con respeto de los muertos. Y nada de los que agonizan. Lo de Arrimadas en Murcia es digno de que se estudie en las facultades donde enseñan Ciencia Política. Sostiene el ciudadano vicepresidente de Casilla y León, Francisco Igea, que la política no puede ser la versión poligonera de House of cards. Pues lo es. No sólo Cs urde una moción con el PSOE -¿recuerdan aquello de la banda de Sánchez? – sino que va contra del propio partido. Se recuerda poco, quizá porque interese menos y el personal esté en otras cosas, pero Arrimadas presentó una moción contra un gobierno cuya vicepresidenta era y es ¡de Ciudadanos!
La presentan por el escándalo de las vacunas, porque se han vacunado antes de tiempo gentes del PP, y lo hacen de la mano de un partido, el PSOE, que sostiene a un Gobierno al que le desaparecen decenas de miles de dosis de AstraZeneca y Moderna. Ay, Arrimadas, Arrimadas, imposible mejorar la chapuza. Cuando no hay sitio para la razón aparece el escarnio. Y en eso estamos. Tú, tan cabal, tan modosa, tan transparente, tan razonable y aparente en la pantalla…Tú, tal que hoy, frente al espejo, en pleno idus de marzo. No te suena en el oído aquello de César: Tu quoque, Brute, fili mi. ¿De verdad, no lo escuchas?
Me cuesta hablar de Ciudadanos. Y es una pena porque con esta última defunción de un partido que vino a regenerar y limpiar la vida pública se acaba para siempre con la posibilidad de que germine en España un partido de los llamados bisagra. Murió el CDS de Suárez. Pasó a mejor vida el UPyD de Rosa Díez. A punto de morir Ciudadanos. Habrá que tener mucho valor para votarlos por mucho que Arrimadas repita urbi et orbi que tiene la conciencia tranquila. ¿Por qué lo dice, por qué insiste tanto en su conciencia si nadie se lo está preguntando? Ahí sigue doña Inés, aguantando de derrota en derrota hasta el desastre final. Al menos hay gente como Tony Cantó, uno que no ha podido soportar el tufo de una ejecutiva que no quiere enterarse de algo que saben los votantes del partido: Están muertos. Mientras el momio aguante ahí seguirán. Se llama temeridad.