Sánchez, forzado a un cambio drástico en política exterior
El coste lo estamos pagando incluso con Estados Unidos, cuyo presidente ni siquiera quiere hablar con Sánchez
Por más que el Gobierno se empeñe en tratar de sofocar el incendio provocado por nuestra deficiente política exterior con Marruecos, de momento la atmósfera sigue enrarecida. La secuencia de errores es difícilmente justificable, y es lógico que La Moncloa empiece a lamentar la deriva diplomática a la que nos ha arrastrado la ministra Arantxa González Laya. De hecho, se ha equivocado en todo sin siquiera llegar a intuir que Marruecos y su concepto chantajista de la diplomacia podían abocarnos a una crisis de soberanía que pusiera incluso en riesgo la estabilidad de nuestra frontera.
La gestión para traer a España de incógnito al líder del Frente Polisario ha sido una chapuza de la que además estaba advertida. Y sacarlo de España con nocturnidad, con más secretismo aún, y permitiendo que nuestro Gobierno haya sido la marioneta de otros países, demuestra que González Laya sobra ya en ese ministerio. Argelia es, desde luego, uno de ellos, sin olvidar que Francia o Alemania ni siquiera valoraron atender a Gali en un hospital. El desprestigio de la acción diplomática es preocupante porque ni Sánchez ni su ministra han sabido calibrar la irresponsable afinidad de Podemos -de su propio Gobierno- con el Polisario. El coste lo estamos pagando incluso con Estados Unidos, cuyo presidente ni siquiera quiere hablar con Sánchez. Marruecos no es un régimen limpio ni libre. Es el culpable de lo que ocurre. Pero negar la ineficacia del Gobierno sería tanto como negar que Laya ha caducado.