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El hombre que mata

polissenaWalter Burkert (Neuendettelsau, Alemania 1931- Uster, Suiza 2015) fue uno de los mayores helenistas del siglo XX. Su aproximación a este periodo de la cultura griega (que va desde la muerte de Alejandro Magno en el 323 a. C, hasta el suicidio de Cleopatra en 30 a. C.)  es valioso por lo poco idealista y lo mucho que se aleja del clasicismo elogioso.  

Para Burkert, Grecia es efectivamente la civilización, pero a diferencia de los idealistas germanos como Goethe, Schiller o Hegel quienes mitificaron el arte y la literatura griega hasta alcanzar en el poema «El Archipiélago» de Hölderlin el grado de «espíritu a todos común[1],para él el verdadero gesto civilizatorio de la antigua Grecia fue dar orden y sentido a la pulsión por la muerte (tánatos), pues el descubrimiento de la caza para el “hombre paleolítico no es una actividad entre otras; la transición a la caza constituye, antes bien, la alteración ecológica decisiva entre el resto de los primates y el ser humano[2].”

La caza, el acto de matar animales para comer y la posibilidad intrínseca de poder matar a otros hombres (incluso para comer. Burkert señala casos de antropofagia ritual) constituyó el paso decisivo para la transformación del primate en hombre (Homo), pero no uno cualquiera, o siquiera sabio (sapiens), sino en uno que mata (Homo necans). Para Burkert, la acción distintiva no fue la evolución del juego (el Homo Ludens de Huizinga), sino la la evolución del asesinato.

A partir del momento en que el hombre descubrió la caza se vio obligado a explicar y hacer de ese acto un rito “debido al sentimiento de culpa con el animal muerto”. El sacrificio practicado en la antigua Grecia, la que hunde sus raíces en los ritos y mitos homéricos, no logró otra cosa que reemplazar los instintos innatos de violencia “por las normas de la tradición cultural, las cuales perfeccionan y diferencian artificialmente los rudimentos de la conducta natural”.

 Las teorías de Burkert suscitaron mucha controversia, quizá porque nuestra tradición humanística ha luchado contra la posibilidad de que la violencia sea el centro de toda intención humana. Llevamos siglos[3] insistiendo en que la sociedad, la mala educación, o incluso la violencia familiar son las verdaderas causas de la maldad entre los hombres. Los enciclopedistas nos aseguraron que por “naturaleza” los hombres eran seres racionales, y que bastaba una buena educación para que instintivamente siguieran una conducta ética.

 Quizás no nos guste hablar de la teoría de Burkert porque la violencia sigue siendo un tema capital para el mundo contemporáneo. ¿Cómo aceptar que bajo nuestra vida civilizada y educada, late y vive el Homo Necans?

 


[1]Hölderlin Friedrich, Las grandes elegías (1800-1801), versión de Jenaro Talens, Poesía Hiperión, Madrid 1980.

[2]El origen salvaje. Ritos de sacrificio y mito entre los griegos; y Homo Necans. Interpretaciones de ritos sacrificiales y mitos de la antigua Grecia

[3]Para Sócrates la persona mala lo era solo por “ignorancia”; para Rousseau todos los hombres eran “buenos por naturaleza”.

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