Mi gol inolvidable
Recreativo de Huelva, 1948-1949
Hay espíritus elevados que se deleitan leyendo una y otra vez las odas de Píndaro, pero hacen caso omiso de que jamás las hubiera escrito de no haber sido un entusiasta de los deportes y de no haber visto en ellos una forma sui géneris de la cultura.
Lo cierto es que, buscando un tema para mi columna, recordé aquel día en que el Dr. Castaño Castillo me preguntó a bocajarro: “Ricardo querido, ¿cuál es tu gol inolvidable?”. Por supuesto, me preguntaba por un gol anotado por otro, no por uno mío, y debo confesar que siempre que jugué al fútbol, en mis años mozos, lo hice como arquero.
Para mí, los nombres de Ricardo Zamora, Gordon Banks y la araña negra, Yashin, hasta Higuita, tienen mayor prestigio que los de muchos defensores, centrocampistas y punteros que pasan por ser las leyendas del deporte rey. No tuve ningún problema en responderle al doctor la pregunta sobre mi gol inolvidable. No es ninguno de los que han pasado a la historia grande del fútbol. Es uno, si se quiere, más bien hasta ridículo.
El Recreativo de Huelva, en 1889
El equipo de mi ciudad natal, el Recreativo Club de Fútbol de Huelva, es el club decano entre los españoles; lo fundaron en 1879 los ingleses de las minas de Riotinto: le saca casi veinte años al Athletic de Bilbao. Pero jamás militó en la 1ª división, desde que se fundó la Liga, y pasó décadas infinitas en la 3ª, hasta el punto de que propuse que lo rebautizaran como el Aflictivo de Huelva. Así es que el ascenso a 2ª, a fines de los años 50, supuso una fiesta memorable. El último partido fue en la propia Huelva, y el Recreativo lo ganó 3-0. El tercero fue un gol de su centroforward: Quirro, se llamaba. Quirro recibió un balón muy adelantado, pero más adelantado estaba el arquero contrario, y cuando Quirro se dio cuenta de ello, con aquel sprint que tenía, corrió, se hizo con el balón, dribló al arquero dejándolo desguazado en el suelo, siguió corriendo hasta el arco con el balón pegado a los pies, y al llegar al arco con el arquero impotente a unos metros a sus espaldas, ¿qué creen ustedes que hizo? Inmovilizó el balón justo delante de la línea de gol y se sentó en él, en actitud de paciente espera. El arquero, claro, estaba obligado a volver al arco y así lo hizo, lento y amargado. Y cuando estaba a sólo unos dos metros de él, Quirro se paró, le dio un taconazo al balón y el estadio entero estalló en un “¡Goooooool!” que no se olvidará jamás en los anales del club decano de España. Ese gol que los españoles bautizaron, ¡Dios los perdone!, como “gol de la escupidera”, ese gol hasta prescindible, que no añadía ninguna gloria a nadie, es mi gol inolvidable.
El gol de la escupidera de Quirro al conjunto manchego en la promoción de ascenso 58-59
¿Y cuál es el de ustedes?