Ana Cristina Vélez: El hipo
No hay que describirlo, pues todo el mundo sabe qué es tener hipo. Un hipo corto, de dos o cuatro contracciones del diafragma y de los músculos intercostales, no es tan desagradable; pero si persiste más de unas horas, puede ser terrible, y si persiste por días, llega a ser doloroso y hasta peligroso.
Del hipo se sabe muy poco. Mejor dicho, del hipo y del asma no se sabe casi nada. Uno busca, y no encuentra sino descripciones del fenómeno, pero nada sobre sus verdaderas causas o sobre su cura. Todos hemos notado correlaciones, que no es lo mismo que causas. A los borrachos les da hipo con más frecuencia que a los sobrios y a los bebés les da más hipo que a los adultos. Dicen los libros que después de una cirugía de pecho es común tener hipo. Dicen también los libros que el alcohol, la ansiedad y comer muy rápido pueden producirlo. Bueno, cuando dicen “la ansiedad”, a uno le entran dudas…
Hipócrates (460 a. C. 370 a. C.), el médico de la antigua Grecia, lo mencionó en sus aforismos. Pero la palabra no viene de ahí: viene del griego, caballo o hippos, del relincho del caballo, o también, dice La RAE que viene de la onomatopeya del sonido: ¡hip!
El hipo casi siempre dura poco, dos o tres minutos. Sin embargo, se conoce la historia de un pobre hombre, Charles Osborne, granjero en Iowa, que lo sufrió durante 68 años. De 40 contracciones por minuto al principio, con el tiempo pasó a tener 20. En 1990, un año antes de morir, el hipo desapareció, de la misma manera en que había llegado: de repente. El médico español y escritor Juan Martínez Hernández relata en su libro Un lugar en el mundo el caso de un señor italiano cuyo síntoma era un hipo incurable. Después de ver a muchos médicos y de hacerse exámenes, un TAC reveló una masa en la cabeza del páncreas. Era un cáncer mortal. No se pudo hacer nada, y el señor murió con hipo.
Todo el mundo practica su truco para hacerlo desaparecer. Se invita al lector a describir su método. Uno interesante es el de beber agua por el lado contrario del vaso, con la cabeza hacia abajo. Otra manera es pegándole un susto al que tiene hipo, pero ese es muy cruel. Un lector de la revista Nature, Avan Antia, dice que un amigo suyo saca de la billetera, con mucho dramatismo, un billete grande y se lo muestra al que tiene hipo. Si la persona es capaz de no tener hipo ni una vez más, le da el billete. Parece ser muy efectivo, así que prepárese. Otra persona escribió en Nature que conocía una manera más económica y efectiva: hacer una pregunta desconcertante del tipo, ¿Cuándo fue la última vez que vio un caballo blanco?
El doctor Rhys H. Thomas, pediatra del Gloucestershire Royal Hospital, explica su método para acabar con el hipo. La técnica consiste en llenar un vaso de agua, taponar las orejas y tragar poco a poco, pero sin pausa, todo el líquido. En sus palabras: “Soy un converso tardío de este método milagroso. Antes era partidario de beber por el lado contrario del vaso. Pero, en mi experiencia personal, este método es prácticamente infalible si se aplica correctamente”.