Narices Delatoras
Canine Search Solutions es el nombre de una empresa basada en Madison, Wisconsin, especializada en el entrenamiento de perros para localizar cadáveres o personas extraviadas, que en los últimos veinte años ha significado una útil herramienta, no exenta de controversias, en 265 casos de la policía y los tribunales estadounidenses
Famosos desde tiempos inmemoriales han sido los perros por su habilidad para husmear un olor particular y conducir a su fuente, como Tobi, el sabueso mofletudo al que Sherlock Holmes recurría para ubicar a sus presas en los arrabales londinenses, pero su empleo en casos criminales es de data más reciente, según explica la revista SCIENCE, desde que la policía estadounidense estimuló con sus programas de entrenamiento K-9 la proliferación de compañías privadas a fin de prestar sus servicios a la justicia.
Eran 2 mil efectivos en 1989 y ya 50 mil en 2010, que vieron reforzado su protagonismo en 2013 cuando la Corte Suprema los aceptó como evidencia contra un traficante de drogas.
Los canes son útiles en el seguimiento de fugitivos y personas desaparecidas, la obtención de indicios que sustentan órdenes de pesquisa y el rastreo de substancias ilícitas y ahora comienzan a sumar sus formidables apéndices – equipados de estructuras llamadas etmoturbinas que poseen hasta 200 millones de receptores olfativos capaces de reconocer incluso vestimentas pasadas por una lavadora- a los recursos que dificultan cada día más la impunidad del delito, como por ejemplo la lingüista forense que PLANETA VITAL destacó en abril pasado.
Desde 2005, Carren Corcoran ha sido el núcleo de la empresa, con su pastor alemán Molly fallecida en 2018, aglutinando voluntarios que comparten el cariño por los perros, la vida al aire libre y la solución de misterios que devuelven armonía a las familias afectadas por problemas delictivos, y en los últimos diez años ha sido llamada como testigo en seis procesos con jurado que condujeron al castigo de los inculpados.
El camino permanece sembrado de obstáculos, sin embargo, porque se critica la carencia de validación científica y el olfato canino ha producido no pocas condenas equivocadas, como en Australia, donde se revelaron falsas hasta un 74% de 10.021 alertas, y algunos estudios han demostrado que la conducta de los animales puede verse influenciada por sus guías; mientras el principio sacrosanto de réplica establecido en la Constitución sufre por la imposibilidad de repreguntar a los animales.
En los Estados Unidos, no existen cifras confiables pero según un proyecto de registro impulsado por la Escuela de Leyes de la Universidad de Michigan al menos 17 personas fueron liberadas después que la evidencia canina se reveló equivocada y en un juicio en 2004 la autora Sandra Anderson, cuyas investigaciones estimularon a la señora Corcoran a emprender las suya propias, fue a su vez encarcelada cuando el FBI descubrió que había plantado huesos para coronar con éxito sus pesquisas.
En resumen, los adversarios del procedimiento no cuestionan la capacidad olfativa de los animales pero sí la posibilidad de que pueda constituirse en una única prueba, capaz de enviar a prisión a un procesado o, peor aún, sentarlo en la silla eléctrica, en particular porque los perros han revelado la propensión a satisfacer a sus guías, siendo lo suficientemente astutos para percibir sus intenciones al mirar con atención sus rostros y sobre todo el movimiento de sus ojos.
Pero Carren Corcoran insiste en la utilidad de su actividad como auxiliar de la multitud de familias que anhelan recuperar a sus seres queridos desaparecidos, que ascendieron a 540.000 el año pasado, y esclarecer las circunstancias de su trágico fin, y junto a los traspiés sufridos y las descalificaciones llovidas en más de un cuarto de siglo puede ufanarse de que las narices de Molly y sus sucesores lograron inclinar más de una vez la decisión de los jurados.
Varsovia, noviembre de 2021.