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Juan José Monsant Aristimuño / Palestra: Ucrania, entre el pasado y Europa

La comunidad internacional se encuentra sorprendida y conmovida ante un posible conflicto bélico que envolvería a potencias nucleares, específicamente a Rusia, Estados Unidos e Inglaterra; Francia observa con preocupación, y China ofrece consejos a la distancia, más es obvio que se inclina a respaldar a Rusia por conveniencia geopolítica, tal como se confirma con la visita de Putin a Pekin, donde firmó un acuerdo con su homólogo Xi Jinping sobre la defensa conjunta de la región ante la posible expansión de la OTAN.

La actual crisis se desencadenó en y por Ucrania. Y para intentar aproximarse a una explicación y conclusiones más o menos serias, hay que conocer un poco la historia de Ucrania y la personalidad de Vladimir Putin.

Ambas invitaciones no excluyen la necesaria toma decisiones de los países o culturas comprometidas. Y cuando nos referimos a culturas lo hacemos específicamente a una de ellas, la que conocemos como Occidental, que entraña una manera de definir al hombre en sociedad bajo valores prestablecidos y libremente acogidos, sometidos al manto de un cuerpo de leyes y conductas que le identifican como tal. Es la democracia representativa como sistema de gobierno, como organización estatal que conlleva el respeto absoluto por los derechos humanos e individuales, la igualdad ante la ley, la libertad de mercado, la separación entre estado y religión, la libre de expresión, y el estricto equilibrio de los poderes públicos.

Alguna vez, en la Edad Media, los territorios y poblaciones de lo que hoy es Ucrania y Rusia conformaron una entidad común (Rus Kiev) un principado o reinado que se extinguió en el tiempo y cada agrupación corrió por su cuenta. Rusia creció hasta conformarse en imperio y se apoderó de Ucrania en tiempos de la dinastía Romanov, lo que no conllevó la uniformidad de una conciencia nacional. Ese basto territorio euroasiático poblado por cosacos (hombres libres) eslavos, tártaros, mongoles que iban y venían, hasta que el imperio zarista los convirtió en provincias rusas, y así se heredó cuando se constituyó el 29 de diciembre de 1922 la Unión de Repúblicas Socialista Soviéticas hasta 1991, cuando se disolvió, y Ucrania se declaró independiente.

Hay más sobre la existencia de ese bravo y sufrido pueblo que no ha perdido su esencia y razón de ser, a pesar de la hambruna provocada por Stalin (el Holodomor) cuando parecieron de inanición y congelación más de cinco millones de personas entre los años de 1932 y 33, en venganza por la resistencia de los ucranianos a colectivizar su producción agrícola, a diluirse en algo tan etéreo como estado o soviet.

Por su parte, la biografía de Vladimir Putin pareciere haber sido escrita por el mismísimo John Le Carré o por Ian Fleming, ambos salidos del mundo de la inteligencia británica, el MI6. Académicamente es un hombre muy bien formado tanto en su especialidad de seguridad nacional, como en política exterior y nacional ya que ejerció como vicealcalde y alcalde en Leningrado; graduado con honores de abogado en la Universidad de Leningrado, estudió y trabajó como agente de la KGB en Alemania Oriental, Leningrado y Moscú; luego Boris Yeltsin lo designó Director del Servicio Federal de Seguridad (antigua KGB); dirigió la segunda guerra contra Chechenia, la de Georgia, combatió el terrorismo, se tomó Crimea en el 2014 y, desde 1999, a propuesta de Yeltsin fue nombrado Primer Ministro, desde entonces, de manera continua, ha sido Primer Ministro o Presidente de Rusia.

Es cercano a uno de los tantos partidos conservadores de la Federación y nacionalista  -fascismo cristiano lo denominan algunos-, pero sobre todo es Vladimir Putin, el que despertó tanta simpatía entre puntuales sectores políticos estadounidense, al punto que un general de alto rango y prestigio fungió como su asesor. Hay quienes lo catalogan como un hombre mediocre.

No lo creo, a lo menos los resultados de sus acciones le han sido exitosos, al punto que hoy en día no existe relación internacional alguna, sin preguntarse qué opina Rusia; y Rusia, como en la época de Pedro el Grande, hoy es Putin. Es decir, gobernada por un autócrata, silencioso, que solo expresa su opinión cuando cree debe hacerlo, mide sus pasos, sus enemigos, sus aliados; Se puede deshacer de sus enemigos o adversarios que supone peligrosos, sin que le tiemble el pulso y sin dejar huella, y si las deja, sin que se las puedan probar.

Como se observa, se relaciona mejor con mandatarios autócratas que con aquellos sometidos a reglas preestablecidas, quizá por ello se llevó tan bien con Trump, y lo hace con Erdogan, Bashar al-Asad, Maduro, Ortega, Lukashenko, Díaz Canel, y ahora recibe como regalo la oferta del tutorizado presidente de Argentina, Alberto Fernández, de servirle de “puerta de entrada a la América Latina”, como se lo ofreció recientemente en su visita oficial en Moscú.

¿y cómo nos toca, cómo involucra a nuestra región? Pues bien, como  buen hijo de un imperio heredado de otro imperio, sabe y conoce de geopolítica, hasta de manera natural. Lo cual pudiere parecer fuera de tiempo (por lo del espacio vital), y es así. Es imperialista y como tal un dominador. Para él Ucrania es una colonia, protectorado o como se le quiera denominar, hasta independiente, pero sujeta a Moscú, no más allá. Le es inadmisible que Ucrania se haga miembro de la OTAN (Occidente), y si la debe invadir, lo hará. Como podría hacerlo con Finlandia, si se le ocurriera plantear lo mismo. Tan desactualizado está, que pretende reglamentar quien puede pertenecer o no, a la OTAN.

Claro, tampoco las tiene todas consigo, la Federación Rusa no es monolítica, de las 22 repúblicas que la integran, la mayoría de ellas son musulmanas, otras hacen frontera, y ya Chechenia mostró los dientes al igual que Kazakstán, y si bien Turquía, que no es parte de la Federación, un aparente aliado, también es una república islámica como lo es Irán.

No solo fue una provocación, sino una altanería colonialista, cuando su Canciller amenazó con utilizar a Cuba, Venezuela y Nicaragua con bases militares contra Estados Unidos. Por lo pronto en Venezuela ya las hay. Y si en el pasado Occidente no detuvo a Hitler en su momento, Putin hará lo mismo de nuevo, a menos que se le haga saber y sentir que no se le permitirá invadir Ucrania o a cualquier país aliado, y si ese aliado es europeo y decide integrar la OTAN y es aceptado, Rusia no tiene nada que objetar, ni condicionar ni amenazar.

 

 

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