Una Bitácora cubana (LXXVII)
Escribo esta Bitácora en pleno ataque por parte de las tropas del autócrata ruso, Vladimir Putin, sobre tierra ucraniana. Decenas, centenas, de análisis se han hecho y se han venido haciendo sobre las causas, consecuencias y ambiciones carentes de todo humanismo y racionalidad que caracterizan las acciones del nuevo Zar ruso. Aquí, quiero hacer un breve análisis sobre las consecuencias que el conflicto, el aislamiento progresivo del régimen ruso, y las sanciones sobre Rusia y su repercusión sobre sus cada vez menos aliados, ejercen y ejercerán sobre Cuba (y claro, sobre Venezuela Y Nicaragua). Mencionaré varios hechos que en mi opinión merecen destacarse.
Una frase de Marcos Villasmil en su nota ¿Por qué Ucrania? (publicada en El Venezolano y en América 2.1) nos conduce a un primera conclusión clarificadora: “la sangre hoy derramada en tierras ucranianas comenzó a verterse primero en Cuba, hace décadas, y luego en Venezuela y Nicaragua”.
Eso es un hecho real. El primer país que conquistó el totalitarismo comunista soviético en América fue Cuba, y décadas posteriores lo hizo con Venezuela y Nicaragua. Caída la URSS, y derrumbado el apoyo económico al castrismo, hizo su aparición el eufemísticamente llamado “Periodo Especial”, hasta la llegada del chavismo al poder en tierras venezolanas. Mientras, en la ahora llamada Federación Rusa los esfuerzos se concentraron exclusivamente en la reconducción económica, un grave error, porque se olvidaron las bases culturales necesarias para una progesiva reinserción rusa en terrenos democráticos. Así, se consolidaron nuevas oligarquías que hicieron clara llave con un joven y ambicioso exfuncionario de la KGB, Vladimir Putin, y el resto es historia conocida.
Venezuela cae en las garras putinistas vía Cuba, que no ha dejado nunca de vincularse con satrapías autoritarias como la rusa, o la china.
Un segundo aspecto de la nota de Villasmil, que nos concierne a todos, es lo que él llama el “Principio Applebaum” (por la destacada periodista Anne Applebaum, autora de notables libros y ensayos sobre el peligro populista, tanto de derecha como de izquierda). En una nota reciente en The Atlantic, afirmó esta gran verdad:
“Putin y su círculo íntimo forman parte de una nueva raza de autócratas, junto con los gobernantes de China, Irán y Venezuela: gente que no está interesada en tratados y documentos, gente que solo respeta el poder duro”.
“La estrategia occidental frente a la amenaza de las diversas dictaduras modelo siglo XXI debe tomar en cuenta esta cruda afirmación. Estos autócratas del nuevo siglo serán siempre más fáciles de vencer que de convencer.
A estos tiranos los une asimismo una condición psicológica vital: son sociópatas sin remordimientos a la hora de matar”.
A ese grupo pueden añadirse, sin duda, los hermanos Castro y Miguel Díaz-Canel, así como Daniel Ortega.
Sigue la nota:
Luego de la ocupación rusa de Crimea en 2014, Angela Merkel, en ese entonces canciller federal alemana, se reunió con Putin. Luego conversó con el presidente Barack Obama, y le informó que en su opinión el autócrata ruso “había perdido contacto con la realidad”, estaba “viviendo en otro mundo”. Ivan Krastev afirma: Hoy todos vivimos en el mundo de Putin, un mundo en el que, recordando a Tucídides, “los fuertes hacen lo que pueden, y los débiles sufren lo que deben”.
Villasmil finaliza su artículo explicando por qué hay que luchar por Ucrania, junto a Ucrania, y entre otras razones afirma:
“Porque el “modelo Putin” se basa en abstracciones, falsedades y terrores típicos de todo modelo totalitario, burocráticamente policíaco, enemigo de la dignidad humana.
Porque Ucrania ha despertado a Europa y al mundo de un sueño irreal, de que el derrumbe del comunismo soviético significaba la llegada de una era de paz y progreso sin restricciones mayores. Qué ilusos fuimos todos. El comunismo sigue más ponzoñoso que nunca. Allí está el Grupo de Puebla para demostrarlo.
Porque no defender Ucrania -o Venezuela, Cuba y Nicaragua- es perpetuar la injusticia; porque nunca debemos olvidar Dachau, o Buchenwald, ni los campos de exterminio maoístas, la prisión fidelista, o la megacorrupción, la emigración forzada, y los crímenes de lesa humanidad del chavismo y del orteguismo.
La guerra de Putin es contra toda la humanidad”.
Carlos Alberto Montaner, como siempre, hace un agudo y pertinente análisis de las consecuencias de la agresión rusa contra Ucrania, en especial sobre Venezuela -y estemos de acuerdo que, inevitablemente, sobre Cuba- a raíz de la visita de una delegación de alto nivel del gobierno norteamericano a entrevistarse con Nicolás Maduro:
“Ese conflicto tiene consecuencias latinoamericanas. No se puede dejar a Europa y Estados Unidos sin combustible porque la solidaridad con los ucranianos se agotaría. Juan González, el asesor de Biden para América Latina, estuvo en Caracas hablando con el presidente «oficial» Nicolás Maduro. ¿Acaso González fue a Caracas para acelerar el cobro de la cuenta de Chevron, y para ver si se podía revitalizar la industria petrolera venezolana? (…)
La producción petrolera ha sido minuciosamente destruida, como todo en esa pobre nación. Hoy Venezuela debería estar produciendo cinco millones de barriles diarios. Apenas produce seiscientos mil. Tiene que importar gasolina de Irán para abastecer a los venezolanos. Se ha cumplido el jocoso vaticinio de Milton Friedman: si se les entrega a los socialistas el Sahara acaban importando arena.
El Gobierno norteamericano fue duramente criticado por la visita -luego han querido destacar en que la misma fue fundamentalmente para discutir la liberación de los ciudadanos norteamericanos presos del régimen -han sido liberados dos- , pero se sospecha que la sombra del lobby petrolero -Chevron, por ejemplo- tuvo algo que ver.
No se puede entender asimismo, cómo se produjo la visita y que de la misma no fuera informada el senador Bob Menéndez, hijo de inmigrantes cubanos, Demócrata, y para más señas, presidente de la Comisión de Política Exterior de la Cámara Alta. Menéndez dio unas declaraciones muy airadas contra la visita, destacando que ““Nicolás Maduro es un cáncer para nuestro hemisferio y no debemos insuflar nueva vida a su reinado de tortura y asesinato. Como tal, me opondría firmemente a cualquier acción que llene los bolsillos de los oligarcas del régimen con ganancias petroleras mientras Maduro continúa privando a los venezolanos de derechos humanos básicos, libertades e incluso alimentos”.
Mientras, el Consejo Superior de la Democracia Cristiana para Venezuela afirmó asimismo que
“El anuncio de que serán retomadas las negociaciones con el régimen de Maduro en México resulta aún más insólito y gravemente incongruente, puesto que uno de los mediadores más calificados en las mismas ha sido y es, justamente, el gobierno ruso de Vladimir Putin, agresor de Ucrania, apoyado por el régimen de Maduro”.
Todo lo anterior no es realpolitik. Es pura y simplemente pragmatismo ciego e inmoral.
Concluye Montaner su nota con una afirmación que podía haber lucido más controversial antes del ataque a Ucrania; hoy no lo es tanto:
“Discretamente, EE UU debe darle un ultimátum a Maduro. O celebra elecciones verdaderamente libres en tres meses, o hay que armar a los venezolanos para que liberen a su país. Al mismo tiempo, sería destruida desde el aire la estructura militar del chavismo, sin colocar «botas en el suelo», para que no haya bajas norteamericanas”.
Si se suman los hechos de Ucrania, las (sin)razones asomadas por Putin, y las afirmaciones que se hacen en el Pacto firmado entre el tirano ruso con Xi Jinping, a comienzos de febrero, en Pekín, hoja de ruta de toda tiranía del siglo XXI, todo indica que hacerse el avestruz, permitir que en el territorio latinoamericano se siga consolidando una presencia militar y económica de Rusia (incluso luego del desastre de Ucrania), China, e Irán, unido ello a las cada vez más represoras acciones de Díaz-Canel, Maduro y Ortega, es un gravísimo error. Y sobre el mismo debe hacerse un debate bipartidista en los Estados Unidos, se debe alcanzar un consenso entre demócratas y republicanos. Los pueblos de Cuba, Venezuela y Nicaragua han demostrado en fechas recientes que están dispuestos a salir a la calle a exigir libertad, pero la naturaleza de esas tiranías demuestra que por sí solos no pueden hacerlo.
Esto nos lleva a la última conclusión, extraída de un artículo de Asdrúbal Aguiar, en El Nacional, titulado “Venezuela-Ucrania: nos dejaron solos”. Destaca su autor:
“No es casualidad que al concluir su presidencia Rómulo Betancourt, en 1964, después de haber enfrentado las invasiones armadas del comunismo sustentado por Rusia en el Caribe, haya dicho sobre lo “fácil que resulta explicar y comprender por qué Venezuela ha sido escogida como objetivo primordial por los gobernantes de La Habana para la experimentación de su política de crimen exportado. Venezuela es el principal proveedor del Occidente no comunista de la materia prima indispensable para los modernos países industrializados, en tiempos de paz y en tiempos de guerra: el petróleo”. Luego agregaría, con juicio visionario que “resulta así explicable cómo, dentro de sus esquemas de expansión latinoamericana, conceptuara Cuba que su primero y más preciado botín era Venezuela, para establecer aquí otra cabecera de puente comunista en el primer país exportador de petróleo del mundo”.
Entonces llegó Hugo Chávez y el siniestro eje La Habana-Caracas, con apoyo del Foro de Sao Paulo primero, el Grupo de Puebla en la actualidad, comenzó a desarrollar una estrategia de desestabilización de las democracias continentales, cuyos resultados están a la vista.
Merece la pena recordar que Chávez tuvo graves problemas en el 2002, y ¿quiénes vinieron al rescate? Entre otros, el entonces secretario general de la OEA y expresidente de Colombia, César Gaviria, facilitador junto con Jimmy Carter de los célebres Acuerdos de Mayo, que por supuesto el tirano venezolano nunca cumplió. ¿Será casualidad que Gaviria hoy esté en conversaciones con Gustavo Petro, el candidato del Grupo de Puebla en Colombia, para brindarle su apoyo?
Recuerda Aguiar una frase que le dijo hace veinte años el entonces nuncio apostólico en Venezuela, André Dupuy: “El Norte los entregó, los dejó solos”.
A Ucrania no la estamos dejando sola, al menos no totalmente. La reacción del mundo, en especial de los ciudadanos de los distintos países es ejemplar. Y los gobiernos han actuado en consecuencia.
Pero ¿En el caso de Cuba, Venezuela y Nicaragua? ¿Cuánto tiempo más nos seguirán dejando solos?
Los esfuerzos presentes y futuros deben tener un norte único: el final de las tres dictaduras. No más normalizaciones, no más entendimientos secretos con ellas, no más críticas con la mano derecha mientras la izquierda les brinda ayudas de todo tipo.
Marcelino Miyares, 23 de marzo 2022