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Hemingway se ha quedado solo en el Floridita de La Habana

El lugar, famoso por sus daiquirís, intenta retomar sus viejos años de gloria, con poco acierto

Dos Floridita y cero turistas. Tanto el emblemático bar en La Habana como su copia en el balneario de Varadero están sin clientes para hacerle compañía a la estatua de bronce de Ernest Hemingway acodado en la barra de su local favorito. Delante del primero solo había este lunes un vehículo descapotable y un cocotaxi, donde antes había decenas de ómnibus y un avispero de cubanos cazando turistas.

A las afueras del local competían el sol y la ausencia de público, mientras el resto de los negocios de la zona permanecían vacíos o cerrados. El lugar, famoso por sus daiquirís, intenta retomar sus viejos años de gloria, con poco acierto.

En el centro histórico de la capital esta mañana también se podía caminar varias cuadras sin encontrar turistas en el camino. Algunos negocios privados en la Plaza Vieja permanecían con sus mesas vacías bajo el sol, sus empleados hacían promoción de sus locales, pero solo pasaban cubanos o algún que otro coterráneo que por su forma de vestir y apariencia física puede llegar a confundir a los que promocionan en la calle.

«Yo soy cubano, conmigo no vas a ganar mucho hoy», decía un hombre a una promotora que le mostraba la carta de un restaurante ofreciendo «buenos precios». «Si me siento a consumir aquí con el dinero de llevar comida a la casa, mi mujer me mata».

En el centro histórico de la capital esta mañana también se podía caminar varias cuadras sin encontrar turistas en el camino

Cuba, que reabrió sus fronteras a mediados del pasado noviembre tras el cierre obligado por la pandemia, tiene en el turismo un sector prioritario. Se trata de su segunda mayor partida del producto interior bruto (PIB) y de su tercera mayor fuente de divisa extranjera, por detrás de la venta de servicios médicos y de las remesas.

El sector turístico estatal prevé concluir este año con 84.906 habitaciones. Y a pesar de las restricciones por el coronavirus, de la falta de turistas y de la escasez de suministros para la construcción en todo el país, el Grupo de Administración Empresarial S.A. (Gaesa), el conglomerado de los militares, no ha detenido sus proyectos descomunales.

Uno de ellos es el que se está levantando en 25 y K, en El Vedado, un hotel de lujo que se proyecta como «el más alto de su tipo en La Habana» y que se propone alcanzar los 42 pisos y 154 metros de altura.

El Gobierno, que no ha modificado sus planes por el impacto de la guerra en Ucrania y las sanciones a Rusia, sigue aspirando a los 2,5 millones de turistas que tenía previstos para 2022, algo más de la mitad de los que llegaron en 2019. Desde entonces el turismo ha sido incapaz de recuperarse ni siquiera de manera relativa. República Dominicana, que reabrió apenas un mes antes que Cuba, ya ha vuelto a datos incluso ligeramente superiores a los que tenía antes del covid-19.

La agonía es tal que Varadero vive un vacío antaño inexplicable. Los extranjeros no llegan, los cubanos no tienen dinero y los establecimientos no están abastecidos.

Así se explica que incluso el páramo del Floridita habanero sea poca cosa comparado con el desierto de clientes que se ve en su gemelo de Varadero, la península que hasta hace poco monopolizaba buena parte de los visitantes de la Isla y sobrevivía últimamente a duras penas con la llegada de turistas rusos, ya desaparecidos por causa de guerra en Ucrania.

 

 

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