Ética y MoralPolítica

El canalla

El presidente ha insultado a los que protegieron a mi familia, y con ello me ha insultado a mí

Piolines es el término con el que los separatistas catalanes bautizaron a los policías nacionales cuando el golpe de Estado. Fue en esos días tristísimos cuando comprendí que perduraría durante generaciones el daño infligido a aquella sociedad por el nacionalismo político y el empresariado cobarde, con la aquiescencia del Madrid insensato. Decididos a engañarse por enésima vez, los populares quisieron creer que había un separatismo con el que se podía dialogar, llegar a acuerdos, entenderse. Lo encontraron en Oriol Junqueras, nada menos.

A los constitucionalistas catalanes nos resultaba evidente que el gobierno Rajoy se había equivocado, aunque quienes ostentaban cargos en el Partido Popular no se atrevieran a decirlo. Y claro, les tomaron el pelo con las urnas, de modo que el falso referéndum se celebró.

Lo desbordaron también con la propaganda. No solo porque Rusia ayudara con sus fábricas de bots a los golpistas, sino porque las únicas imágenes que circularon fueron las que convenían al secesionismo. Sigue siendo un misterio que el Gobierno de España prohibiera la difusión de lo grabado por la Policía Nacional y la Guardia Civil. Permanece ignoto el motivo que llevó a los responsables de comunicación del Ejecutivo a difundir mensajes que se resumían en: no pasa nada, es un día estupendo que puede aprovecharse para ir a la playa.

Desde aquellos días aciagos, los constitucionalistas reconocibles no pudimos circular tranquilos por nuestras ciudades, por nuestras calles. Si lo hicimos, si tuvimos la sensación de que en última instancia estábamos protegidos, fue gracias a los policías nacionales que se encargaron de nuestra seguridad. Esos a los que los miserables llaman piolines. Estoy en deuda con todos los escoltas que velaron por mi integridad. Escoltas que me cambiaron continuamente pero que cumplieron, sin excepción, con su papel.

Los funcionarios que el presidente llama piolines -haciendo suya la jerga peyorativa de la piara que nos acosaba- cobraban y cobran salarios indignos. Los echaron de hoteles, de poblaciones, los insultaron y, cuando pudieron, los agredieron. A los hijos de los que residían en Cataluña los avergonzaron en clase. Casi cada día tuve problemas por la calle, en los restaurantes, en las cafeterías, en los grandes almacenes. Siempre conté con los ángeles de la guarda que los bastardos llaman piolines y yo llamo héroes.

El golpe fracasó a pesar del extraviado Gobierno porque el Estado existe, es real, es fuerte, y su lentitud no es la de un cobardón que arrastra los pies sino la de una apisonadora. Los únicos rostros humanos que tuvo ese Estado pertenecen a los policías nacionales a los que Sánchez cuelga el mismo apodo que la CUP, los comandos CDR y los delincuentes que él indultó y convirtió en socios de gobierno. El presidente ha insultado a los que protegieron a mi familia, y con ello me ha insultado a mí. Canalla.

 

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