Oswaldo Páez-Pumar: ¿Vendrán luego por nosotros?
¿Puede uno decir que el aporte de la Revolución Francesa al separar la Iglesia del Estado ha contribuido a un mejor entendimiento entre los hombres? Sin mencionar las guerras de independencia en América y África y las no tan bélicas independencias en Asia, la historia nos reporta a Napoleón, la guerra franco-prusiana, la guerra chino-japonesa, dos conflagraciones mundiales, Corea, Viet-Nam y para no seguir contando Rusia y Ucrania que muestran, o al menos parecen mostrar, que esa separación no es suficiente para aproximarnos a la paz, que se creyó que la alcanzaría la Sociedad de Naciones y luego las Naciones Unidas que en el seno de algunas de las tantas organizaciones que ella ha prohijado, pareciera que incuba una guerra por razones religiosas que pudiéramos decir es la más antigua de la historia; y se desarrolla precisamente donde la llamada civilización occidental encuentra sus raíces.
Allí se debate no solo la existencia misma del estado de Israel, sino también de la comunidad judía para que no viva en tierra extraña porque si no es allí uno debe preguntarse, en dónde pueden asentarse sin que sean llamados extranjeros; y sin que puedan descartar quizá no hoy, pero no tan quizá mañana o pasado mañana, ser desalojados, como ocurrió cuando Tito los desalojó de donde hoy se han radicado que los romanos llamaban Palestina; o ser perseguidos para su extinción como ocurrió con Hitler.
La historia nos muestra a la religión como factor de unidad en cada pueblo y motor de las conquistas y fue así como Nabucodonosor llevó a los judíos al cautiverio en Babilonia, como decir a Irak, para ser liberados por Ciro rey de Persia, en franco contraste con la visión que del pueblo judío tienen los ayatolas que hoy imperan en Irán.
Constantino hizo del cristianismo un factor de unidad para imperar en Europa y como trescientos años después el Islam se expandió por el norte de África y el sur de Europa atrincherándose en España de donde fueron expulsados ocho siglos más tarde, quedando reducida su hegemonía política en Europa a Turquía, en donde poder político y religioso se mantuvo hasta el siglo XX cuando Mustafá Kemal “Ataturk” después de la derrota de Turquía en la Primera Guerra Mundial, asumiría la tarea de ser el nuevo padre de los turcos (Ataturk) con un régimen político de separación de Estado e Iglesia, de existencia efímera, que terminó con la llegada de Erdogan.
La guerra entre Rusia y Ucrania le ha otorgado a Turquía un papel protagónico del cual carece, siendo como es el único país musulmán en una Europa que profesa la separación de Iglesia y Estado, que se pone de manifiesto en la posibilidad del ejercicio de su derecho de veto a la incorporación a la OTAN de Finlandia y Suecia, que no parece ser únicamente un mensaje a Rusia de lo útil que Turquía puede ser, sino también a una Europa que puede ser vista como cansada y con una creciente población venida del África portando su credo musulmán.
Europa tiene claro, o al menos yo creo que lo tiene claro, que el comunismo que anatematiza la religión como opio del pueblo, es una nueva religión (no tan nueva pues tiene un siglo imperando en Rusia y tres cuartos de siglo imperando en China) que persigue invocando la condición de las religiones como “opio del pueblo”, lo que las grandes religiones monoteístas le sirvieron a conquistadores en su empresa de colonización del mundo entero.
¿Vendrán luego por nosotros? No, el luego sobra, ya están aquí y no son los trasnochados herederos de Castro como Díaz-Canel, Ortega y Maduro hablando del capitalismo y el imperialismo, es una nueva intifada a la cual solo puede derrotar la separación de Iglesia y Estado.