López-Calleja, la pieza clave que cayó del tablero político cubano
Su repentina muerte este viernes abre una montaña de interrogantes y especulaciones
La opacidad que rodeó la vida de López-Calleja permite suponer que era una persona que conocía un enorme número de importantes secretos. (Vanguardia)
La inesperada muerte del general Luis Alberto Rodríguez López-Calleja ha dado paso a una lista de interrogantes y a una montaña de especulaciones.
Entre las preguntas que surgen desde este viernes habría que mencionar las que se refieren a su posible sucesor y si quien lo sustituya tendrá el mismo grado de concentración de poder que mantuvo el ahora fallecido debido a su «condición familiar». Algo tan importante como el acceso a ciertas cuentas bancarias o tan aparentemente sencillo como la contraseña de su teléfono o de su computadora personal pueden estar generando, ahora mismo, insomnio en muchas personas.
Como es de suponer, las especulaciones han comenzado por poner en duda la causa de su muerte. Hay quien ha llegado al extremo de recordar que el certificado de defunción del (también) general Arnaldo Ochoa, fusilado en julio de 1989, registraba como la causa del fallecimiento «anemia aguda», y que un infarto fue la explicación oficial de la muerte en prisión del (también) general José Abrahantes en enero de 1991.
Al enterarse de que su jefe ha muerto, no es de descartar que supuestos empresarios en Mónaco o en Zúrich rematen sus compañías y huyan con el dinero
La opacidad que rodeó la vida de López-Calleja permite suponer que era una persona que conocía un enorme número de importantes secretos. Entre ellos, la identidad de quienes han puesto su nombre para registrarse como propietarios de empresas cubanas en el extranjero para burlar las restricciones económicas impuestas por Estados Unidos. A estas últimas, desde el oficialismo, las llaman «bloqueo» y a los otros, desde la oposición, les dicen «testaferros».
Si él era el único contacto, el único que sabía, y no tuvo tiempo de cantarle la jugada a otros de su confianza, entonces se corre el riesgo de una estampida de quienes custodian los valores que pertenecen al pueblo cubano. Al enterarse de que su jefe ha muerto, no es de descartar que supuestos empresarios en Mónaco o en Zúrich rematen sus compañías y huyan con el dinero.
La muerte nunca es tan inesperada, porque al fin y al cabo todos vamos a morir; sin embargo, esta partida al ignoto más allá no aparecía en los cálculos de quienes, confundiendo la vida con el ajedrez, le atribuían a este general un protagonismo insustituible en las próximas jugadas previsibles en el futuro de esta Isla. Entiéndase un «cambio fraude» o «la variante birmana».
Sin López-Calleja en el tablero político cubano no hay enroque posible y el jaque mate a la dictadura queda en manos de los peones.