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Lagarde: «La nueva globalización estará basada en intercambios entre amigos»

La presidenta del BCE bautiza este nuevo paradigma como «friendshoring, friendshopping y friendssharing»

Christine Lagarde, presidenta del Banco Central Europeo (BCE) REUTERS

A nadie escapa que la invasión de Ucrania, sumada a las consecuencias de las anteriores crisis, nos está arrastrando a una nueva era comercial y financiera. La presidenta del BCE, Christine Lagarde, está convencida de que muchos de los cambios que percibimos todavía como coyunturales han venido para quedarse y cree que en la nueva economía «desglobalizada o reglobalizada, si lo prefieren, quizás pasemos del método de la deslocalización y de los intercambios comerciales globales de todos con todos a un nuevo tipo de sistema en el que el comercio, la producción y el intercambio se realizarán principalmente con estados considerados amigos». Lagarde ha bautizado este nuevo paradigma como «friendshoring, friendshopping y friendssharing». Así lo ha explicado durante las conferencias de Ax-En-Provence, asumiendo términos acuñados hace ya unos meses por la secretaria de Estado del Tesoro estadounidense, Janet Yellen.

«Significa trasladar la producción a países que tienen ciertas garantías de que seguirán siendo aliados», ha explicado la presidenta del BCE, «y creo que pasaremos primero a las compras entre amigos y luego al intercambio entre amigos». En este sentido, la UE figura como avanzadilla, al componer un grupo de países con valores comunes y un alto grado de asociación e integración que comercia entre ellos sin barrera. Los países de la UE son de hecho, ha recordado Lagarde, los más implicados en estos aspectos, porque «Europa es la primera zona del mundo de economía abierta sobre los volúmenes de negociación. Y es además el primer proveedor a 80 países del mundo». «Europa puede ser el laboratorio perfecto» para experimentar con nuevos modelos de intercambio comercial, ha dicho, «we can do it». Su discurso en la sesión introductoria del curso Les Recontres Economiques ha subrayado también la necesidad de «pasar del modo actual de suministro a un modelo con múltiples fuentes de suministro» que nos proporcione mayor independencia. «Cuando dependemos de un pequeño número de proveedores, por ejemplo, de energía, nuestros modelos de negocio se vuelven vulnerables», ha advertido.

En este mismo contexto, ha evitado referirse a lo que por otra parte no es ya ningún secreto: algunos miembros del Consejo de Gobierno del BCE estuvieron en la reunión de junio a favor de subir los tipos de interés en julio más de un cuarto de punto porcentual. La reciente publicación de las actas de la reunión desvela que «un número de miembros expresó su preferencia inicial por dejar la puerta abierta a un incremento mayor en julio» y finalmente coincidieron todos en que «si las perspectivas de inflación a medio plazo persisten o empeoran, un incremento mayor será apropiado en la reunión de septiembre». Si cambiaron de opinión fue gracias al argumento de que la señal dada en junio no debería verse por parte de los mercados como un compromiso incondicional sino que debía quedar claro que la decisión final dependerá de los datos de inflación. También hubo acuerdo respecto a la conveniencia de que «la aceleración del proceso de normalización de la política monetaria es condicional a que las condiciones del mercado se mantengan ordenadas». Todo apunta a que a partir de septiembre el BCE optará por subidas de tipos a «un ritmo sostenido pero gradual y referido a los datos y perspectivas de inflación».

Por lo demás, Lagarde no puede dar pistas todavía sobre los detalles del diseño de su nueva herramienta de crisis, bautizada como el Mecanismo de Protección de la Transmisión, sobre el que continúa el debate interno. Entre los temas que continúan surgiendo en las discusiones está garantizar que la medida no compense los aumentos de las tasas de interés, qué condiciones deben aplicarse a cualquier gobierno que se beneficie de ella y posibles obstáculos legales, dijeron las personas.

En una entrevista publicada el jueves, el gobernador del Banco de Francia, François Villeroy de Galhau, garantizaba que será lo suficientemente amplia y ágil como para que en realidad no sea necesario utilizarla. «Es probable que la mera existencia de este instrumento que permite una intervención rápida y masiva en caso de necesidad sea suficiente, sin necesidad de activarlo», dijo al diario Les Echos.

Y mientras Lagarde leía la bola de cristal económica de la postglobalización en Francia, en Fránkfurt publicaba el BCE los resultados de las primeras pruebas de estrés climático a los bancos de la zona euro y advertía 40 instituciones estudiadas podrían perder 70.000 millones a corto plazo en caso de desastres naturales. «Los bancos europeos necesitan urgentemente intensificar la consideración de los riesgos climáticos, para medir y gestionar mejor el riesgo climático»» advierte un comunicado firmado por Andrea Enria, al frente del Consejo de Supervisión del BCE. Estos resultados no conducirán directamente a requisitos de capital adicionales, pero sí se incorporarán cualitativamente al Proceso de Revisión y Evaluación Prudencial (PRES), que mide los riesgos para cada banco.

 

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