Democracia y Política

Pilar Molina: Ensayo y error

Chile extraña un Presidente que se tome más en serio sus responsabilidades como gobernante.

El método de ensayo-error se ha convertido en la característica más propia de este gobierno. Nada de consultar expertos, prever escenarios y coordinar una política pública que asegure resultados, procurando minimizar efectos colaterales no buscados, si los hubiese.

Es la misma fórmula que aplicaron sus convencionales para redactar la propuesta de Constitución que se plebiscitará en poco más de un mes. Uno de ellos, Agustín Squella, reconoció que el sistema político propuesto era un experimento, lo cual no le impedirá aprobar.

Lo peor es que esta libertad para jugar con la gestión pública y los escasos recursos de los chilenos se contagia a todos los ministerios y reparticiones fiscales. Así se entiende que una ministra de Salud decrete extender las vacaciones de invierno a todos los escolares, sin coordinar antes y precaver las consecuencias para las madres que trabajan, o el cortar la alimentación de la Junaeb a niños que han estado dos años sin clases presenciales.

Pareciera que errar es gratis en el Ejecutivo, porque no se cobran las responsabilidades de mando. Esta semana otro ministro, el de Educación, resolvió presionar por su política de condonar el Crédito con Aval del Estado (CAE), a un costo similar a todo lo que recaudará la reforma tributaria, publicando un estudio que sólo puede haber hecho un aficionado, porque concluye que el 38% de los beneficiados vive con $48 mil mensuales promedio. Eso contradice toda la información pública al respecto de las encuestas Casen, INE y otras. Tendrá que probar otro método…

La misma ministra de Salud, vía uno de sus subsecretarios, ensayó prohibir los scanners de cuerpo para evitar el ingreso de drogas, celulares y armas a las cárceles. La funcionaria solo miraba el riesgo de la radiación ionizante, de manera que no lo consultó con nadie y después del fuerte reclamo de Gendarmería y su colega de Justicia, esta semana se puso término al error.

Como improvisar es la tónica, el martes pasado el ministro de Transportes anunció que a partir del próximo año se descongelarán gradualmente las tarifas del Transantiago, luego de 3 años de precios fijos. Ese día terminó con el mismo secretario de Estado rectificándose: “No he anunciado alzas de tarifas del transporte público regulado». Y no alcanzó a finalizar la semana sin que el titular de Hacienda volviera atrás, señalando que “en algún momento tiene que comenzar a producirse esa normalización de precios”, no solo en el transporte público, sino que también en combustibles y electricidad, todos subsidiados para no reflejar los mayores costos

Mientras Hacienda trata de contener y seducir a los inversionistas extranjeros en Nueva York, que invirtieron en Chile cuando era un lugar más atractivo y seguro, se divulga que el subsecretario de Relaciones Económicas Internacionales se reunió con una ONG contraria a la política de globalización que ha seguido el país en las últimas décadas para despegar económicamente. Nada raro, porque él ha sido un activista anti globalización y mientras no lo detengan, en pugna con Hacienda, sigue “ensayando” ponerle  dificultades al cierre de negociaciones con La Unión Europea y el TPP11.

En el tema de seguridad, este gobierno quiso experimentar por sí mismo y ensayó con no decretar el estado de excepción como dique a los atentados en la macrozona sur. Fue un traspié que se pagó con decenas de hechos de violencia nuevos y, a falta de plan alternativo, el Ejecutivo tuvo que resignarse a retomar la medida. Ahora, Interior asegura que no la extenderán a la región de Los Ríos, a donde se han trasladado los atentados. ¿Error de nuevo? Se verá en unos días, cuando tengan que renovar por quinta vez el estado de excepción, luego que el Ejecutivo no consiguiera 16 votos del Frente Amplio y el PC para aprobar el resguardo de infraestructura crítica por parte de los militares.

Pero el método ensayo-error no se limita solo a los ministros, sino que viene de quien oficia como generalísimo del Apruebo, habiendo él mismo pedido antes separar el resultado del plebiscito de la evaluación de su gobierno. Para fortalecer su opción, el Presidente ha ensayado diversas estrategias. Solicitar que el plebiscito de salida sea un punto de encuentro y no de división, para luego asegurar que “cualquier resultado será mejor que una Constitución escrita por cuatro generales”. Cuando se evidencia que sus estrategias no impiden el alza del Rechazo en todas las encuestas, ensaya otras fórmulas, como cerrarle el paso a cualquier conversación sobre el escenario que abre un triunfo del Rechazo o descalificar a sus partidarios. Como señaló, luego que el exPresidente Lagos insinuara que no votará a favor del texto constitucional: “hay que depender de un veto histórico que ha tenido la derecha para hacer reformas sustantivas en los últimos 30 años”.

Inevitable que tanto ensayo, sin una postura coherente y un plan pensado, se traduzca en incesantes contradicciones. Por eso, el Mandatario ahora sostiene que la propuesta se puede mejorar “sin lugar a dudas”, y se abre también al escenario que sea derrotada (dejó de oponerse a bajar los quórums para modificar la carta vigente a 4/7). Quién sabe si le resulta lo que está probando últimamente: desviarse de la discusión del contenido del texto propuesto y recrear el escenario de segunda vuelta, polarizando entre él y José Antonio Kast, de manera de quitarle al Rechazo el carácter transversal.

Entre vuelta y vuelta, y ensayo y prueba, Chile extraña un Presidente que se tome más en serio sus responsabilidades como gobernante.

 

*Pilar Molina es periodista.

 

 

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