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Patrañas, delirios y disparates de Ortega

El estallido de Abril de 2018 demostró que las campañas a base de patrañas habían perdido su eficacia

 

Hace unos días la dictadura apareció con uno de sus ya acostumbrados disparates, los cuales, francamente, ya no deberían sorprendernos: Emitió un decreto creando la Comisión Nicaragüense para el desarrollo de la Energía Atómica. Vale mencionar que en sus discursos recientes Ortega ha incorporado como novedad uno de sus últimos delirios: las bombas atómicas. Antes había creado la “Secretaría Nacional para Asuntos del Espacio Ultraterrestre, la Luna y otros Cuerpos Celestes” orientada a promover “el desarrollo de actividades espaciales”.

Pues bien. Durante varios años, uno de los puntos fuertes del régimen fue la propaganda. Buena parte de la población fue embobada con los cantos de sirena que voceros, medios de comunicación, aliados y paniaguados repetían sin cesar: manipulaciones, mentiras flagrantes, venta de ilusiones, falsificaciones de la realidad.

El estallido de Abril de 2018 demostró que las campañas a base de patrañas habían perdido su eficacia y que la gran mayoría de la población, después de tantas ilusiones rotas y groseros embustes, terminó por convencerse de que Ortega y su combo ya no tenían nada que ofrecer. Quedaron en el aire todas las promesas delirantes.

Más cercano en el tiempo, encuestas independientes revelan que apenas el 15% de la población consultada expresó respaldo al FSLN. Sin duda, la credibilidad de las patrañas del dictador está en su peor momento. Es oportuno entonces, rememorar algunos de los proyectos más delirantes, desaforados y fracasados:

De la hidroeléctrica Tumarín, que inundaría de energía a Centroamérica solo quedaron las leyes que aprobaron para dar gusto a los “inversionistas” brasileños y a los coimeros locales. La inversión se estimó en 1200 millones de dólares. Varios economistas demostraron que los costos estaban inflados en comparación con los estándares internacionales.

Allí comenzaba el fraude. Se frotaban las manos con las abusivas tarifas, fijadas con antelación por ley, con las que pensaban esquilmar, por décadas, los bolsillos de familias y empresarios. Esa era la parte jugosa del fraude. ¿Se acuerdan de la empresa Queiroz Galvao? Los famosos concesionarios siguen frotándose las manos, pero en los barrotes de la prisión donde están recluidos, en Brasil, por actos de corrupción.

Quedan pendientes algunas preguntas: ¿Sobre las espaldas de quiénes recaen los gastos que se realizaron? ¿Quiénes se quedaron con la concesión a la espera del momento propicio?

Y si es el satélite, que vendría de China, aparentemente quedó orbitando alrededor de la luna porque por estos lados, ni rastros. Salvo que fuera una señal el famoso meteorito que según los científicos al servicio del régimen cayó en las cercanías del aeropuerto. Ni la NASA registró el meteorito, pero los “científicos” del régimen lo describieron con pelos y contrapelos.

El Banco Produzcamos se instaló con los mejores augurios y con el aplauso de todo el que podía aplaudir. Un proyecto que estuvo en los programas de todos los candidatos en las elecciones del 2006. El banco tenía el potencial de convertirse en una palanca para promover amplios programas de generación de empleo, modernización tecnológica y crecimiento económico, considerando sobre todo los caudales de la cooperación petrolera venezolana.

Pero no levantó cabeza. Primero se utilizó para repartir créditos prebendarios, después se pasmó. Apuradamente retiene el 2% de la cartera nacional de créditos bancarios. Ahora guarda un sospechoso silencio. No hay que confundir el Banco Produzcamos, de propiedad estatal, con el BANCORP, que era el “banco de la familia”, obligado a cerrar por acusaciones internacionales de lavado de dinero.

También aquí corresponde preguntar ¿Estará utilizando la mafia en el poder al banco Produzcamos para resguardar de las sanciones sus patrimonios mediante contratos de fideicomiso como hacía Ortega con el BANCORP?

El renacer del algodón fue otro alegrón de burro. Los tiempos dorados del oro blanco que vivió el país en las décadas del sesenta y setenta, no regresaron, a pesar de los planes y promesas. Aunque, de acuerdo a las alucinaciones de voceros y paniaguados del régimen ya no se trataría de oro blanco, como en otros tiempos se llamaba al algodón, porque novedosas biotecnologías permitirían que las motas brotaran en colores, para pasar directamente a las hilanderías, donde la fibra se transformaría en tejidos que no necesitarían colorantes. Las piezas textiles saldrían a todo color. Que conste: no es un relato de García Márquez. Algunos algodoneros de occidente fueron encandilados e hicieron el intento de reiniciar el cultivo.

¿Y qué me dice de la colosal obra de ingeniería que nos permitiría derrotar los acosos del cambio climático? Hablamos del proyecto conocido como Cota Cien, mediante el cual se elevaría represaría el Río San Juan para elevar el nivel de las aguas del lago Cocibolca, para trasvasarlas luego al lago Xolotlán mediante un maravilloso juego de canales. Las aguas derramadas de lago a lago sanearían en un dos por tres el contaminado lago Xolotlán y después derramarían el precioso líquido que fertilizaría la planicie del pacífico, donde se producirían hasta tres cosechas al año. Ortega anunció que ese proyecto sería el eje de su “campaña presidencial” del 2016.

Y nada.

El puerto de aguas profundas en el Caribe, que tantos beneficios económicos generaría para exportadores, importadores y consumidores, sigue durmiendo el sueño de los justos.

¿Y el tren que uniría Ciudad Sandino con las zonas francas del aeropuerto y que además tendría un ramal que se desprendería hacia Masaya y Granada?

La refinería El Supremo Sueño de Bolívar que haría al país exportador de hidrocarburos, sin haber explotado jamás un pozo de petróleo, acabó en unos tanques de almacenamiento. Eso sí, la infraestructura que construyeron con una parte de los millones de dólares que se embolsaron de la cooperación venezolana, le sirven a la camarilla gobernante para exprimir los bolsillos de familias y empresas con los sobre precios del combustible. El Banco Central registra una inversión de 500 millones de dólares en esas instalaciones.

Otra pregunta: ¿Quiénes son los exitosos propietarios de esas instalaciones?

Y la cereza del pastel. El canal interoceánico. La mayor obra de ingeniería de la historia de la humanidad quedó reducida a una trocha llena de charcos, cuando llueve, y de polvazales, cuando no llueve. Unas vacas merodean por la trocha con su proverbial paciencia, no se sabe si custodiando la ruta o esperando, tal vez, ver pasar los portentosos barcos que describía la desenfrenada lengua de Telémaco Talavera.

Voceros, vividores, especuladores y paniaguados predicaban alrededor del mundo que el maná caería del cielo a raudales, y empresarios nativos ávidos y glotones «competían» en las primeras licitaciones. Los sindicatos del orteguismo se afanaban en levantar las listas de trabajadores que serían enganchados, por decenas de miles, a laborar las 24 horas del día en la majestuosa obra. Estos sí quedaron -de eso no cabe duda- enganchados. El especulador chino, afortunado beneficiario de la concesión, no se volvió a aparecer y sabrá Dios qué es de su vida. Los turbios negocios y trasiegos de capitales que se realizaron, o se realizan, al amparo de la concesión vendepatria, todavía vigente, garantizada por ley y elevada a rango constitucional, son también un misterio. También  se ignora qué pasó, o qué pasará, con los gastos en que incurrieron.

Pero bueno, como alguien decía por ahí: “se puede engañar a todo el mundo algún tiempo. Se puede engañar a algunos, todo el tiempo. Pero no se puede engañar a todos, todo el tiempo.

 

 

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