Ariel Hidalgo: Sobre revoluciones y un cadáver insepulto
En Cuba ese proceso terminó hace más de medio siglo, en los años 60, por lo que no tiene sentido seguir hablando en tiempo presente de aquella "revolución"
Ese Cadáver Insepulto que llaman «Revolución» es el título de un pequeño libro del autor, ya listo para ser publicado, sobre Cuba y su destino en un momento trascendental de su devenir, el de la transición turbulenta hacia una nueva Cuba que se inicia el 11 de julio de 2021, cuando las manifestaciones pacíficas en ciudades de todas las provincias fueron aplastadas por una brutal represión. Y sus motivaciones han sido plasmadas en un apéndice de ese libro: el Manifiesto de la Sociedad Civil Cubana, un texto que está siendo firmado por cientos de cubanos.
Las manifestaciones representaron lo que generalmente se conoce como inicio de un «proceso revolucionario», como los que comienzan bajo un régimen en crisis terminal, y concluyen mucho después del triunfo de la oposición, cuando se realizan las transformaciones radicales en las estructuras de la sociedad. Esa etapa de transformaciones es lo que generalmente se conoce como revolución, definida por la Real Academia de la Lengua Española como «cambio profundo, generalmente violento, en las estructuras políticas y socioeconómicas de una comunidad nacional».
Una revolución puede ser una transformación positiva para el progreso y mejoramiento de un país, pero también puede traer desgracias mayores que las que dieron lugar al inicio del proceso revolucionario, por lo que puede decirse que no todas las revoluciones son malas y que no todas son buenas, según la perspectiva de cada cual.
Una revolución puede ser una transformación positiva para el progreso y mejoramiento de un país, pero también puede traer desgracias mayores que las que dieron lugar al inicio del proceso revolucionario
El proceso revolucionario comienza antes del derrumbe del antiguo régimen y abarca también lo que es la revolución en sí, que empieza con el triunfo de la oposición y termina cuando finalmente se ha instaurado el nuevo modelo económico con todas las instituciones de ese nuevo sistema social. En Cuba ese proceso terminó hace más de medio siglo, en los años 60, por lo que no tiene sentido seguir hablando en tiempo presente de aquella «revolución».
Pero un nuevo proceso revolucionario es lo que ha comenzado en Cuba en los albores de la década del 20 del siglo XXI. Un proceso comienza siempre cuando todas las condiciones están dadas para el cambio, no solo las objetivas, es decir, una profunda crisis en todos los sentidos, sino también las subjetivas, cuando la población ha tomado plena conciencia de la necesidad vital del cambio, y eso se pudo comprobar aquel 11 de julio.
Generalmente el proceso empieza con un hecho impactante como el que se dio en aquella fecha, que no solo fue el resultado del comienzo de ese despertar, algo que ya podía notarse meses antes con los hechos de San Isidro y de la sentada frente al Ministerio de Cultura, sino que es, al mismo tiempo, causa de que otra gran parte de la población también despertara, por lo que, aunque casi siempre a simple vista esos hechos iniciales de los procesos revolucionarios se ven como un fracaso, en el fondo tienen consecuencias importantes para la victoria final.
Si analizamos el proceso revolucionario de los años cincuenta, por ejemplo, vemos que algo semejante ocurrió con el asalto al cuartel Moncada que fue una derrota desastrosa desde el punto de vista militar, pero que le dio popularidad a su líder e inspiró a otros muchos que crearon movimientos semejantes, como el de Frank País en la zona oriental, el Directorio Revolucionario Estudiantil de La Habana y otros más. También en Venezuela, el chavismo comenzó con un intento de golpe de Estado fallido. En todos los casos mencionados, ese primer intento llevó a muchos de los participantes a la cárcel, pero después emergieron como figuras claves de las transformaciones que se realizaron en el país.
Incluso, podríamos mencionar el ascenso del nazismo en Alemania, pues a principio de los años 20 existía un gran malestar entre la población, tanto por la situación económica como por la humillación impuesta por el tratado de Versalles tras la Primera Guerra Mundial, por lo que Hitler intentó llevar a cabo en 1923, en nombre de una supuesta «revolución nacional», lo que se conoció como el putsch de Munich, que fracasó y lo llevó a la cárcel. Lo que pasó después es bien conocido
No pasará inadvertido que todos estos ejemplos mencionados del pasado culminaron trágicamente para sus respectivos pueblos. Si analizamos todos esos casos, nos daremos cuenta de que todos tuvieron algo en común: llegaron al poder a través de la violencia, algo que contrasta con otros casos. En la definición citada por la Real Academia Española sobre revolución, se dice «generalmente violenta», lo cual significa que no siempre tenga que ser así. Ni la lucha del Movimiento Solidaridad en Polonia, ni la Revolución de Terciopelo en Checoslovaquia hicieron uso de la violencia y vemos que no desembocaron en dictaduras.
Las manifestaciones del 11 de julio fueron pacíficas, y pacíficas han seguido siendo. La violencia, en la Cuba de hoy, la han comenzado siempre las fuerzas represivas, no la oposición
¿Por qué? Un destacado defensor de los derechos humanos en Cuba que fuera un prominente líder del Directorio Revolucionario Estudiantil y que luego pasara más de veinte años en las cárceles castristas, Jorge Vals, sacaba esta conclusión en sus memorias: «Llegué a convencerme de que la violencia entraña, necesariamente, la tiranía; a través de la lucha armada, el revolucionario se convierte en marioneta de una serie de intereses que pueden no tener nada que ver con la revolución o, incluso, pueden conspirar contra ella».
En la Inglaterra del siglo XVII hubo dos revoluciones, una violenta (1642-1648) que desembocó en un largo período de inestabilidad, de dictaduras y guerras; y otra pacífica, la llamada Revolución Gloriosa, iniciada en 1688, que dio lugar a la Declaración de Derechos, antecedente de otras declaraciones históricas como la de Estados Unidos, la de Francia y la Declaración Universal de los Derechos Humanos de Naciones Unidas, e instauró la monarquía constitucional, un modelo tan estable que ha perdurado hasta nuestros días.
El movimiento disidente cubano nunca hizo uso de la violencia. Las manifestaciones del 11 de julio fueron pacíficas, y pacíficas han seguido siendo. La violencia, en la Cuba de hoy, la han comenzado siempre las fuerzas represivas, no la oposición. Y ese es un motivo más para la esperanza.