Grupo Maritain: París – La barbarie ataca de nuevo
PARÍS: LA BARBARIE ATACA DE NUEVO
Grupo Maritain *
“En una sociedad laica de hombres libres el hereje es el que rompe “las creencias y las prácticas democráticas comunes”, el que toma postura contra la libertad, contra la igualdad fundamental de los hombres, contra la dignidad y los derechos de la persona humana o contra el poder moral de la ley”.
Jacques Maritain
El pasado viernes 13 de noviembre pasará a la historia como una nueva muestra infame del terrorismo yihadista; el acto de barbarie más importante en suelo europeo desde los atentados del 11 de marzo de 2004 en Madrid. Y el ataque lo sufrió, una vez más, París. El presidente de Francia François Hollande, lo calificó como “acto de guerra”.
Y no hablamos de cualquier guerra. Es una guerra global; el papa Francisco la ha llamado, acertadamente, ‘una Tercera Guerra Mundial en trozos”. Es una guerra que involucra a toda la humanidad; así lo demanda el adversario, ese grupo extremista, islamo-fascista, enemigo de la libertad y los derechos humanos, el Estado Islámico, que agrede a todos los pueblos del planeta sin distingos religiosos y políticos, ya que todo ser humano –sin importar sexo, edad, clase social o raza- que no acepte sus imposibles condiciones es blanco objetivo de su destrucción. Practican, con violencia extrema, la intolerancia hacia toda expresión vital distinta a la que ellos promueven.
El Estado Islámico, al asumir la responsabilidad de la matanza, ha dicho que el ataque a París (“la capital de la prostitución y de la obscenidad”, según los terroristas) es “el primero de una tormenta,” y que los objetivos habían sido “cuidadosamente escogidos.” El acto criminal es asimismo una advertencia para Francia y sus aliados, que siguen encabezando la lista de objetivos del Estado Islámico. Este último llega a afirmar que “el olor de la muerte nunca los abandonará mientras dirijan el convoy de la campaña de los Cruzados, y se atrevan a maldecir a nuestro Profeta”.
¿Cómo combatirlos? En primer lugar, con una alianza global de las fuerzas y naciones de la democracia, del sistema de libertades, no cayendo en la trampa de convertirnos –sería uno de sus mayores deseos- en bestias bárbaras como los yihadistas. Usando todos los instrumentos bélicos y de seguridad que se necesiten –ellos incluyen, sin duda alguna, las fuerzas militares-. De hecho, el ataque demanda la respuesta colectiva de todos los Estados miembros de la OTAN, según el artículo 5 del tratado de dicha organización (“las partes convienen en que un ataque armado contra una o contra varias de ellas, acaecido en Europa o en América del Norte, se considerará como un ataque dirigido contra todas ellas…”).
Un objetivo prioritario es la destrucción del Estado Islámico y la eliminación de su presencia en Siria e Irak, ya que no debe permitírsele seguir controlando territorios desde los cuales se dirigen, organizan y preparan los ataques. Estaban equivocados quienes afirmaban que el Estado Islámico era una amenaza regional. París es una prueba definitiva de que son una amenaza global.
En segundo lugar, ésta es una empresa en defensa de los valores fundamentales de nuestra civilización que, al afectarnos a todos en el odio y destrucción que nos acechan, nos involucran a todos en la lucha: gobiernos y sociedades civiles en conjunto en contra de la locura asesina.
En tercer lugar, hay que evitar las recetas neofascistas de la extrema derecha europea, que busca confundir y mezclar los actuales gestos de solidaridad hacia los miles de refugiados, de inmigrantes que huyen del horror, con el fracaso de las políticas europeas en materia de inmigración y de asimilación de personas provenientes de otras culturas -especialmente la musulmana-. Son dos cosas vinculadas, pero diferentes.
Estemos claros: en su mayoría, los miles de refugiados que llegan hoy a Europa son refugiados de guerra. Huyen del mismo mal, que ya ha invadido sus países, y que queremos impedir que llegue al Occidente. Y dicho mal tiene otras causas a asumir, como la pobreza extrema producto de una larga y prolongada guerra civil, con la destrucción de sus hogares, sus ciudades y sus fuentes de trabajo.
En cuarto lugar, a los terroristas se les debe combatir desde la unidad, no de la división. Los esfuerzos parciales o coyunturales no son suficientes. Ello implica la revisión y fortalecimiento de las instituciones que nos deberían representar a todos, como la Organización de las Naciones Unidas, el G7, el G8, el G8+5, o el G20. No se puede combatir el desorden con desorden y, como han reiterado con frecuencia importantes analistas de política internacional, la construcción de un verdadero orden mundial con un balance de poder adecuado debe partir de la legitimidad tanto de los gobiernos como de las instituciones multilaterales en que participan.
En quinto lugar, dicha unidad debe implicar la aceptación pragmática y realista de la necesidad de construir coaliciones que vayan más allá de las fuerzas occidentales. Rusia y China pueden y deben formar parte de la coalición que se enfrenta a la barbarie: aprendamos de un Churchill que no dudó en un momento dado en unir fuerzas con el enemigo soviético para derrotar al las fuerzas del eje nazi-fascista.
En sexto lugar, hay que entender que para enfrentar la amenaza no hay soluciones exclusivas de carácter culturalista, religioso, institucionalista, militar o económico. Cada una por sí sola no abarca la compleja totalidad de la lucha que nos espera, aunque cada una es importante para descifrar al enemigo y construir entonces una hoja de ruta lo más unitaria posible en las acciones, y multidisciplinaria en los diagnósticos y estrategias, para lograr su derrota y destrucción.
En séptimo lugar, también de importancia fundamental, hay que recordar que el Estado Islámico dirige sus devastadores, insensatos y criminales ataques no solo contra Occidente sino contra importantes países y ciudades del mundo musulmán, que han sido víctimas recientes de atentados sangrientos contra mezquitas, mercados o sitios de esparcimiento. Casi todas estas agresiones son realizadas porque dichas naciones se niegan a seguir los derroteros insensatos que esa minoría islamo-fascista pretende imponerles, por diferencias religiosas que hunden sus raíces en la historia, o por discrepancias en la interpretación de la teología islámica.
Esta guerra no es por conquistar territorios. Esta guerra será ganada por aquellos que conquisten el corazón y el pensamiento de los hombres y mujeres que habitan esos desdichados territorios. La paz necesaria traerá consigo tolerancia, y el inicio del camino hacia la justicia social en libertad. No hay otra alternativa.
Por último: es el momento de evitar las recetas “políticamente correctas”, de confrontar con seriedad el daño cultural, social y económico de los diversos relativismos y materialismos promovidos tanto por posiciones ultra-liberales como socialistas, incluso de actores del campo democrático. La lucha es fundamentalmente en defensa de los valores centrales de nuestra civilización (incompatibles con los antivalores del terrorismo), expresados en la Declaración Universal de los Derechos Humanos de la ONU, aprobada precisamente en París, en 1948, y de la cual Jacques Maritain fue uno de sus inspiradores y redactores. En su Preámbulo destaca que “los pueblos de las Naciones Unidas han reafirmado en la Carta su fe en los derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor de la persona humana y en la igualdad de derechos de hombres y mujeres, y se han declarado resueltos a promover el progreso social y a elevar el nivel de vida dentro de un concepto más amplio de libertad”.
*El Grupo Maritain está formado por un grupo de ciudadanos venezolanos, comprometidos con el pensamiento demócrata-cristiano y con las causas de la libertad y la democracia plenas. Sus miembros son: Oswaldo Álvarez Paz, Sadio Garavini di Turno, Julio César Moreno León, Haroldo Romero, Marcos Villasmil y Abdón Vivas Terán.