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Sin Uribe, Petro encuentra en los medios el culpable que necesita

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Desde el principio de su gobierno, el presidente Gustavo Petro ha tenido una relación contenciosa con los medios de comunicación. Pero en las últimas semanas, varios de sus subalternos también han comenzado a culpar a los periodistas de los problemas que enfrentan para tramitar sus reformas. Desaparecido Álvaro Uribe como principal adversario del petrismo, el gobierno ha decidido construir a los medios como su enemigo. Y varios factores hacen que sea rentable políticamente hacerlo.

La semana pasada, la ministra de Salud, Carolina Corcho, durante una audiencia pública de la reforma de la salud convocada por la Cámara de representantes en Arauca, dijo que por culpa de la desinformación propiciada por los periodistas la reforma a la salud no tuvo el apoyo necesario.

“Me parece preocupante y peligroso que Colombia esté sometido a un estado de opinión donde mediáticamente se decide si un proyecto de ley se presenta, se tramita, no se tramita o no, cuando eso es una función constitucional del Congreso de la República”, dijo Corcho, según relataron Infobae y otros medios. “Me parece preocupante que se inunde al país de una serie de discusiones sin que surta el trámite constitucional y legal que el que lo tiene que hacer es el Congreso de la República”, aseveró la ministra de Salud.

Ella, Francia Márquez y otros funcionarios han emulado la práctica de Petro, que cada vez con más frecuencia coge a los medios de sparring favorito. El domingo en Buenaventurael presidente afirmó que los medios de comunicación han hecho una campaña contra el Gobierno “inmisericorde”. “La gente se extraña de ver cómo todos los días en emisoras, en canales de televisión se nos ataca (…) fíjense que tienen un gobierno que ni es aliado del narcotráfico, la violencia o la corrupción. Nos atacan porque tenemos un Gobierno decente”, aseguró el mandatario. Y explicó que la decencia consistía en la capacidad democrática del gobierno de enfocarse en “la gente más débil y que sufre”.

¿Qué hay detrás?

La ideología de izquierda, la apuesta por una democracia popular, la ausencia de otras voces críticas y las propias falencias de los medios convergen detrás de esta construcción del gobierno de los medios como enemigo.

Para el marxismo, los medios de comunicación son otro instrumento de dominación de la clase capitalista y todas las garantías a la libertad de prensa no son sino otra forma de reforzar ese poder. Aunque Petro y la mayoría de su equipo no son estrictamente marxistas, su percepción de los medios está embebida en esta corriente de izquierda.

“El marco mental de la izquierda menos liberal parte de la suspicacia sobre los medios como parte de los aparatos ideológicos del Estado”, explica el profesor de Eafit Jorge Giraldo.

Esta suspicacia se ve reforzada por el hecho de que los grandes medios en Colombia son en su mayoría propiedad de los grandes conglomerados económicos: El Tiempo y Portafolio de Sarmiento; el Espectador, Caracol TV y Blu de los Santodomingo; RCN y la República de Ardila Lulle; y Semana y El País de Cali de los Gilinski.

Incluso cuando los medios no son de propiedad de un conglomerado, el Presidente refuerza esa idea de que todos los medios son “títeres” del capital. Este trino reciente sobre El Colombiano es un ejemplo de eso:

 

 

Este marco ideológico se suma a que el objetivo central de la presidencia de Gustavo Petro es, ante todo, cambiar el modelo económico, dado que —como lo afirma de manera recurrente— está convencido de que “el capitalismo tiene al planeta al borde de la extinción”.

Como sus reformas van en esa dirección, es fácil que cale el argumento de que los medios propiedad de esos grupos económicos que perderían poder son utilizados para debilitar las reformas. Y que el presidente está en su derecho de defenderlas.

El segundo factor tiene que ver con la historia personal de varios miembros del gabinete, comenzando por la de Petro. Varios de ellos víctimas del Estado, de padres asesinados como Corcho, o chuzadas ilegalmente como la ministra de Trabajo o el mismo Petro, su experiencia ha sido que su versión de la historia no es la que tradicionalmente hemos recogido los medios. Más cuando crecieron en una época en que los grandes medios estaban casi que totalmente alineados con la narrativa oficial del gobierno y en la que no existía la diversidad mediática que existe hoy gracias al Internet y que quizás no entra en su dieta informativa de manera habitual.

El tercero tiene que ver con la forma de gobierno y su apuesta por una democracia popular.

A diferencia de los presidentes anteriores y más a tono con la corriente populista latinoamericana, Petro no cree tanto en la democracia liberal (en el debate de las consultas en Caracol afirmó como sus otros cuatro rivales del Pacto Histórico que en “Colombia no existía una democracia”) sino en la relación directa, sin intermediación, con el pueblo y lo popular.

En esa relación, la comunicación juega un papel esencial. El mismo Petro definió ante cientos de periodistas en la última entrega de los premios Simón Bolívar su propio rol como el de un “gran comunicador social”. Para cualquier presidente tener la opinión pública de su lado es clave, pero para un líder populista lo es todo. Porque a falta de partido y de fe en las instituciones, viven sobre todo de sus relatos.

Por eso, desde Chávez hasta Andrés Manuel Obrador en México, su esfuerzo por ampliar la capacidad comunicativa del Estado con sus programas mañaneros, con su apoyo y cooptación a las emisoras comunitarias, con su interés en dominar la agenda mediática con grandes anuncios y puestas en escena. Y de ahí, que debilitar cualquier narrativa alterna sobre los hechos ocupe tanto de su tiempo. Un ejemplo muy visible de eso fue el término de “relato periodístico” acuñado por Petro en la entrevista que le dio a Daniel Coronell y Federico Gómez de Cambio.

Según la Fundación para la Libertad de Prensa, hasta febrero Petro había publicado en su cuenta de Twitter por lo menos 34 trinos dirigidos a nueve medios de comunicación. Y ya tiene su propio programa diario Colombia Hoy Radio, que es un medio creado desde la presidencia para ser la voz oficial del Gobierno, donde los funcionarios tienen vía libre para ‘rendir cuentas’ sin tener que responder ninguna pregunta incómoda. Y está en marcha una convocatoria amplia para fortalecer las radios comunitarias. La receta con todos sus ingredientes.

En esta competencia de narrativas de la que ha hablado Petro entre el político-comunicador y el periodista-comunicador, los medios han ido quedando como las únicas voces críticas del gobierno, lo que facilita la caricatura del opositor político.

Durante el gobierno de Duque o, incluso de Santos, las voces críticas abundaban. Duque enfrentó una oposición formidable desde la izquierda, liderada en gran parte por Petro, y Santos la tuvo principalmente desde el uribismo, pero también desde la izquierda.

Petro, en cambio, ha tenido una oposición política peso pluma después de que Álvaro Uribe decidió asumir un rol más conciliador y darle a Petro todo el beneficio de la duda que le negó durante las décadas anteriores. La oposición desde el uribismo ha quedado entonces en manos de políticos de menor peso. Y los demás partidos, que hace menos de un año tachaban a Petro de ser una de las mayores amenazas a la democracia, ahora hacen parte de la coalición oficial. Quizás sólo ahora comienza a oírse la voz del ex vicepresidente Germán Vargas Lleras.

Pero quizás el mayor vacío se siente del lado de las organizaciones de la sociedad civil. En el pasado, ante cualquier asesinato de un líder social, las voces de ONGs como Dejusticia, Indepaz o la Comisión Colombiana de Juristas se hacían oír para llamar la atención del gobierno. Gustavo Gallón, por ejemplo, fue implacable durante las negociaciones de paz de Santos con las Farc abogando por los derechos de las víctimas. Y ni hablar durante la negociación con las AUC. Hoy él es embajador en Ginebra, como lo es Jorge Rojas, quien desde Codhes abogó activamente por los desplazados.

Los activistas de muchas ONGs hoy son parte intrínseca del proyecto petrista. Y los que no lo son, sienten —con pocas excepciones— que no quieren contribuir con sus críticas a darle munición a los que no quieren el cambio social que promete Petro. Y cuando hacen observaciones al Gobierno, sus propias audiencias los acusan de traición.

“El periodismo se vuelve el chivo expiatorio del debate político”, dice Carlos Cortés, que desde su espacio de Charlas con Charlie es uno de los pocos que reflexiona sobre los medios.

Este vacío del espacio que antes ocupaban otros ha hecho que las críticas de los medios se oigan más duro. Sobre todo las que se profieren en los paneles de opinión de los programas radiales, que en todo caso, no se caracterizan por una diversidad de voces.

“En espacios de opinión como Blu y Voces RCN, así como en las columnas de opinión de los diarios uno ve un escrutinio intenso y frecuente que no se hizo en el pasado”, opina Jorge Iván Cuervo, profesor del Externado. “El énfasis y la frecuencia es diferente”.

En esa misma línea, Jorge Giraldo también cree que ha habido un cambio durante este gobierno de “una prensa que fue muy benevolente por decirlo en buenos términos con un gobierno como el de Duque a una prensa particularmente celosa, en algunos casos puntillosa, con el gobierno de Petro.”.

Cita como ejemplo El Colombiano o La Silla Vacía. “Pareciera que todo es malo. El presidente no hace concesiones, sino que “se retracta””, dice. Y opina que, por ejemplo, una virtud que tiene el gobierno es que lanza propuestas maximalistas para quedarse luego con el 15 por ciento, pero que los medios pintamos eso como una cosa negativa.

En todo caso, tanto Cuervo como Giraldo creen que no es saludable que desde el gobierno estén constantemente criticando a los medios. “Que el poder presidencial esté hablando de los medios tan frecuentemente no es bueno para el país, y para la democracia”, dice Giraldo.

Como hay preocupaciones sobre esta creciente tensión, de lado y lado hay gente tratando de corregirlo. Germán Gómez, el consejero de comunicaciones de Petro, ha buscado a la Cidh para que le ayude al gobierno a elaborar un protocolo de relación entre el Estado y los medios que garantice unos mínimos de respeto y de protección a la libertad de prensa.

Y desde el lado del periodismo, el proyecto Antonio Nariño —una coalición en la que están entre otros la Fundación Gabo y la Flip— están trabajando con universidades en la creación de un observatorio de medios para tener una voz externa (y que no sea la presidencial) que pueda abrir reflexiones sobre el contenido mediático.

Con ambas iniciativas, quizás Colombia todavía esté a tiempo de evitar seguir el camino de países como Ecuador bajo Correa, Salvador bajo Bukele o Estados Unidos bajo Trump en el que la discusión dejó de ser sobre la interpretación de los hechos, sino sobre los hechos mismos.

 

 

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