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Villasmil: El socialismo no da cartas de buena conducta

 

Prácticamente desde su comienzo por los caminos de la política revolucionaria el marxismo y todas sus diversas familias políticas han vivido en constante pleito y conflictos de todo tipo, casi todas sus energías centradas en destruir y atacar a padres, hermanos, compadres, primos y demás familiares y vecinos ideológicos -cuando les queda algún tiempito libre, mientras masacran y destruyen sociedades enteras-.

Basta revisar la abundante correspondencia entre sus cabezas más visibles en aquellos tiempos del siglo XIX sin redes sociales e internet, para darnos cuenta de ello. Citemos algunos ejemplos:

Marcel Herwegh (sobre Marx, en 1898): “Su sarcasmo, con el cual perseguía despiadadamente a sus enemigos, no era el del burgués, sino que tenía la cortante frialdad del hacha del verdugo”.

Arnold Ruge ((1846): “Marx era una persona disociadora, sofista, cuyo talento había sobrestimado en mucho”. (1844): “Marx produce horror a los franceses por su cinismo y su grosera insolencia”. “A Marx siempre le domina algún odio”. “Haciendo rechinar los dientes y con risa sarcástica, Marx degollaría a todos cuantos le cerraran el paso a él”.

Liga de los Comunistas – Carta del Comité Central a la Sección Rectora (1851): “Nuestros más enconados enemigos aquí, son indiscutiblemente los mienbros de la camarilla Marx-Engels. Incapaces de organizar o de llevar a la práctica cualquier cosa por sí mismos, su tarea parece consistir en obstaculizar cualquier organización o acción”.

Si el lector desea otros ejemplos del lenguaje empático, comprensivo, amoroso, unitario y solidario de los Padres Fundadores del marxismo y empresas diabólicas similares, puede consultar la obra de H. M. Enzensberger “Conversaciones con Marx y Engels”.

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 En el caso anterior merece destacarse que estos señores inciadores de la franquicia socialista no habían alcanzado el poder. Pero cuando lo hicieron, empezando en la URSS, con los señores Lenin y Stalin a la cabeza, crearon nuevas y tenebrosas formas de mostrar grandes dosis de odio y un desprecio muy generalizado hacia la dignidad humana.

Con su llegada al poder, vinieron juntos la autocracia, el totalitarismo, el culto a la personalidad del líder supremo, un fuerte centralismo, estatismo extremo de la economía -con ataques constantes a los emprendimientos privados- un agresivo antiintelectualismo con base en el elitismo de partido y en un inmovilismo doctrinal y, consecuencia clara de todo lo anterior,  una burocracia extremadamente controladora pero ineficiente en lo económico y un nihilismo moral. Dicho nihilismo justificaba  acciones extremas, como las purgas.

No hay suficiente espacio para describir con detalle las formas inhumanas que adquirieron las purgas estalinistas (o las maoístas y la revolución cultural china, o las matanzas entre los revolucionarios durante la guerra civil española,  por citar otros ejemplos egregios). Simplemente añadamos esto:

La Gran Purga, también comúnmente conocida como Gran Terror, fue el nombre dado a la serie de campañas de represión y persecución políticas llevadas a cabo en la Unión Soviética a finales de la década de 1930. Cientos de miles de miembros del Partido Comunista Soviético, jefes de las Fuerzas Armadas, así como socialistas, anarquistas y opositores fueron perseguidos, llevados a juicios públicos; miles fueron trasladados a campos de concentración (“Gulags”) así como otros muchos fueron ejecutados.

Los juicios eran auténticas farsas judiciales, un teatro del horror jurídico donde los indiciados -previamente con muchas horas bajo tortura- confesaban lo que sus fiscales y jueces afirmaban que eran: agentes del enemigo, saboteadores, revisionistas ideológicos. Andréi Vyshinski, quien fue Fiscal General de la URSS entre marzo de 1935 y mayo de 1939, mostró un amplio empleo de lo que la tradición clásica llamaba Confessio est regina probationum («la confesión del acusado es la prueba reina»). Y dicha confesión nunca faltaba.

¿Cuál era el objetivo político fundamental? Consolidar en el poder a un sociópata y asesino llamado Josef Stalin.

Un muy exitoso alumno del método estalinista fue Fidel Castro. Y las diversas purgas realizadas por Castro en las décadas que controló con puño de hierro la vida y muerte en la Isla, son pruebas claras. Allí está el caso del fusilado general Arnaldo Ochoa (“Héroe de la República de Cuba”, en 1984, fusilado en 1989 por “alta traición a la patria” producto de acusaciones de actividades de narcotráfico).

Dato curioso: Los hermanos Castro y la cúpula revolucionaria se hicieron los que no sabían nada de las actividades delictivas de Ochoa, mansos corderitos engañados por la perfidia del traidor. Yo te aviso.

Ese juicio siguió a la perfección el guion de las farsas judiciales estalinistas.

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“Teatro, lo tuyo es puro teatro”. Palabras inmortales de ese terremoto femenino del bolero, la cantante cubana “La Lupe”, en una canción que para muchos diera a conocer el español Pedro Almodovar en una muy lograda comedia, “Mujeres al borde de un ataque de nervios”.

Al borde de un ataque de nervios parecen estar los dirigentes fundamentales del llamado “Partido Socialista (Des) unido de Venezuela”-, ante los escándalos de corrupción generalizada en las cúpulas del poder revolucionario local, en especial en la arruinada industria petrolera criolla y en el poder judicial, con algunos bolichicos, inermediarios y enchufados  incluidos.

Lo cierto es que las «purgas» que estamos viendo estos días en Venezuela  -a ratos con asombro, mayormente con indignación- responden al viejo guion cubano/estalinista.

No por nada ¡qué casualidad! pocos días antes de que estallaran el escándalo y las purgas maduristas, llegaron a Venezuela, en visita del más alto nivel, Raúl Castro, Ramiro Valdés y el canciller Bruno Rodríguez.

Ya en 2019 Raúl Castro admitía que Cuba era el aliado fundamental del régimen venezolano, justificando la presencia de 20.000 funcionarios cubanos en Venezuela.

Joaquín Villalobos, intelectual, ex guerrillero salvadoreño e influyente analista político internacional, ha subrayado con insistencia el decisivo apoyo cubano para el mantenimiento del régimen de Maduro. Nos dice: ”Los regímenes de Cuba y Venezuela son mutuamente dependientes. Sin Maduro el régimen cubano termina y sin el apoyo cubano Maduro termina.”

Recordemos asimismo que en la historia familiar chavo-madurista no han faltado las purgas, persecuciones, exilios y pugnas entre sus cabezas más públicas.

Mencionaba Carlos Alberto Montaner en nota de 2019, que Cuba aprendió de la URSS cómo sujetar a un país por medio de sus servicios militares. Entre 1960 y 1963 unos cuarenta mil interventores soviéticos montaron en Cuba el satélite de Moscú. Cuba, además, cuando desapareció el subsidio soviético, a partir de 1991, desarrolló un sistema de gobierno que principalmente beneficia a los mandos uniformados: el «Capitalismo Militar de Estado».

Naturalmente, «el modelo cubano» significaba el empobrecimiento progresivo del país y la «tugurización» o «haitianización» de la base de sustentación material, pero esas circunstancias carecían de importancia para los que mandaban. Ellos podían vivir en una burbuja artificial de comodidades y recursos”.

Exactamente eso es lo que han hecho los Castro con Chávez primero, Maduro después.

Porque el socialismo, en los siglos XIX, XX o XXI, en la Rusia soviética, en China, Corea del Norte, Cuba o en Venezuela hoy, no da cartas de buena conducta. Mucho más fácil es que en las inclementes e inevitables luchas intestinas por el poder -con lo económico como hecho primordial- se produzcan periódicas caídas en desgracia, purgas y reacomodos de personal.

Ser revolucionario siempre ha sido una ruleta rusa. Y ahí está la lista de los caídos en desgracia hoy en Venezuela como prueba suprema.

 

 

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