Democracia y PolíticaEleccionesMarcos Villasmil

Villasmil – Argentina: ¿Otro caudillo populista?

 

Algo que no está claro, luego de las elecciones primarias -las llamadas PASO, por Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias- es si el cambio tan anhelado por una mayoría que decidió darle la espalda fundamentalmente a los actuales representantes de esa plaga que lleva ya demasiados años haciendo daño, el peronismo, se dará finalmente y abrirá las puertas a una solución democrática, o surgirá otra especie de populismo, tan de moda en todas partes.

En una conferencia realizada hace unos meses en Buenos Aires, la dirigente democrática española (y también argentina) Cayetana Álvarez de Toledo, dijo unas cuantas verdades que se pueden resumir así: “Argentina lleva décadas instalada en el bucle de la decadencia; como un ratón gira y gira en una noria. Degradación institucional, corrupción, crisis económica, devastación social. El legado del kirchnerismo es un desierto de desesperanza (…). Ningún país del mundo exhibe una brecha tan profunda entre su potencial y su realidad.  Argentina es una recurrente expectativa frustrada; cada vez más gente la da por perdida, pero no lo está. Lo he dicho antes, el pesimismo es el mejor aliado del populismo, la resignación te lleva a aceptar lo inaceptable ante la falsa premisa de que no hay alternativa. Argentina la tiene. Argentina no necesita más izquierda, ni carnívora con K, ni vegetariana con las siglas que sean; Tampoco merece más antipolítica ni más histrionismo, lo que necesita es una alternativa firme de libertad. Argentina no es una anomalía irremediable, es un país formidable al que sólo le falta un Gobierno dispuesto a combatir la degradación populista”.

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En América Latina tenemos dos siglos de próceres y caudillos que levantan a la masa con discursos incendiarios pero que al final solo buscan su propio beneficio. Entra en escena el  histriónico Javier Milei (economista de 52 años, y que vive con cinco perros mastines de 100 kilos cada uno. Cuatro de ellos tienen nombres de economistas que admira: Milton (Friedman), Murray (Rothbard), Robert y Lucas (ambos por el nobel estadounidense Robert Lucas).  Milei, un populista a carta cabal, quedó  de primero en las PASO de este domingo 13 de agosto, y promete ser distinto en el país que tiene todavía la desgracia de haber tenido a uno de los proto-populistas más nefastos de la historia, y cuya huella sigue vigente, Juan Domingo Perón.

¿Algunas de las propuestas de Milei? Legalizar la tenencia de armas, eliminar el Banco Central, dolarizar la economía, que la educación no sea gratuita ni obligatoria, militarizar las cárceles, que se pague por la atención de la salud, entre otras iniciativas. Según Milei, con una argumentación sumamente falaz, todos los problemas de Argentina se iniciaron en 1935, con la creación del Banco Central.

Ha dicho estar a favor de la venta legal de órganos. “Mi primera propiedad es mi cuerpo. ¿Por qué no voy a poder disponer de mi cuerpo?”, sostuvo.

Algo más: Milei va a reducir paulatinamente los planes sociales y subsidios. En total, propone reducir el gasto público en 15%.

Palabras clave en el ejercicio de una política humanista, como solidaridad o prudencia no son comunes en su discurso; de hecho en un tuit Milei afirma que «pocas cosas me dan más asco que las basuras de los políticos hablando de solidaridad». Otra palabra que le es ajena es la prudencia. Al respecto, citemos brevemente a don Patricio Aylwin, primer presidente de Chile luego del retorno de la democracia:

«La virtud de la prudencia indica que el gobernante, el político, ha de tener coraje, valor audacia, para luchar por aquello en que cree, por ser fiel a sus convicciones. Pero ha de tener también prudencia para no embarcarse en aventuras, para no precipitar al país en caminos que conduzcan a desastres o a males mayores». 

Más que un programa de Gobierno, Milei propone su versión particular de la ley de la selva.

Diego Fonseca, periodista argentino con diversos escritos sobre populismo, que ha estado en Venezuela y estudiado a fondo el fenómeno populista del socialismo del siglo XXI, escribió este tuit luego de que se conocieran los resultados de las PASO:

“La gente —harta— puede votar en elecciones libres a quien la destruirá. Viene con el territorio. Ahí va Javier Milei, el proto-fascista ganador de las primarias. Un mesiánico, delirante e ignorante que cavará otro tramo del foso argentino”.

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Los populistas son buenos para diagnosticar los males de sus sociedades, pero olvidan interesadamente que los problemas de la democracia solo se resuelven en democracia, con métodos democráticos, con respeto al pluralismo dialógico y a las instituciones del Estado de derecho. No bastan los discursos incendiarios y las proclamas justicieras. Así llegó al poder, para desgracia eterna, otro populista, este de izquierda, Hugo Chávez, quien prometió justicia para todos y ya sabemos lo que en realidad se traía entre manos, la tragedia que inició y que ha sido incluso profundizada por Maduro, siempre muy concienzudamente asesorados ambos por Fidel Castro, por el Grupo de Puebla y por el Foro de Sao Paulo.

Un dato válido para todos los gobernantes (especialmente los populistas) del planeta: poder, sin Estado de derecho, es corrupción.

Volviendo a Argentina: hay que recordar que a comienzos del siglo XXI hubo una entre tantas, incontables, crisis económicas bajo la presidencia de Fernando de la Rúa, quien, cosa rara, no era peronista. En diciembre de 2001 se produjo una gran protesta nacional también referida como «el Cacerolazo», ante una grave situación política, económica, social e institucional; una revuelta popular generalizada bajo el lema «¡Que se vayan todos!». Fernando de la Rúa tuvo que renunciar y llegó entonces un periodo de inestabilidad de tal calibre que en pocos meses el país tuvo cinco encargados de la presidencia.

Por desgracia, la crisis del “que se vayan todos” significó el regreso de un peronismo sui generis, “izquierdista”, el kirchnerismo. Néstor Kirchner -ya fallecido- primero, y su esposa Cristina Fernández luego, se impusieron como tarea apoyar al socialismo del siglo XXI y a cuanto dirigente o mandatario de izquierda se hiciera presente en la región. Todo ello en medio de escándalos de corrupción que amenazan con la cárcel a la cada vez más alicaída viuda. Incluso le falló sin atenuantes la solución que ella ideó para evitar el traje a rayas y mantenerse en el juego político: en las elecciones anteriores, en diciembre de 2019, se puso como candidata a la vicepresidencia respaldando a un viejo rival en el peronismo, Alberto Fernández, un monigote sin mucha materia gris presidencial, quien será recordado por todos los venezolanos por sus periódicas afirmaciones y desvelos a favor del chavo-madurismo.

En medio de todo este bochinche, con crisis económicas casi continuas, en 2015 llegó al poder una alternativa que parecía mostrar ciertas posibilidades de esperanza: la presidencia de Mauricio Macri. Primera vez que la derecha llegaba al poder por vía electoral en mucho tiempo.

Pero ese nuevo experimento fue asimismo engullido por la situación económica.

Surgió entonces este pasado domingo 13 de agosto el outsider Javier Milei, en un escenario de casi tres tercios -Milei, Patricia Bullrich, quien lidera una coalición impulsada por Mauricio Macri, y el peronismo. Este último, por primera vez queda en tercer lugar, con su candidato Sergio Massa, ¡el actual ministro de economía!.

El mensaje de Milei es esencialmente antipolítico. Busca alimentar deseos de venganza, no de justicia. Busca destruir todo aquello que se oponga al mensaje del caudillo, o sea él. Y su mensaje llega sobre todo a una población joven harta de que le mientan, de no tener futuro, y de que el poco que tienen lo destruya una política repleta de mediocres y/o corruptos.

La noche del domingo, los partidarios de Milei gritaban “que se vayan todos”. Nada original. Lo lamentable es que es muy probable que si Milei obtiene la presidencia las expectativas ciudadanas serán frustradas una vez más. Argentina seguirá siendo un ratón girando en una noria sin fin, como mencionaba Cayetana Álvarez de Toledo. Un nuevo capítulo de la tragedia argentina, de ese cambalache inacabable, asoma sus garras. Con Milei (y obviamente con Massa, el peronista) el bucle de la decadencia crecerá aún más.

 

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